CAPITULO 3: HORA DE VOLVER

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Nunca como al anochecer conoce el hombre lo que vale su morada
<<Fausto>>
(1808)


HORA DE VOLVER

El camino hacia el metro parece alargarse bajo tus pies. Un soplo de aire frío se cuela entonces por entre tu ropa y muere tan rápido como ha nacido. Decides aligerar el paso.

Ya en el andén, el tren desacelera frente a ti que emite un chirrido y se detiene. Subes al tercer coche. Estás reviviendo la llamada a Martín cuando tu móvil comienza a vibrar:

<<Annie>>
Respondes

-Hola, cariño, ¿cómo ha estado tu día?

-Raro...

-Siempre tan elocuente. Por aquí está todo un poco caótico, nos han encargado un proyect... semana que vie... difícil...

-¿Hola? ¿Annie? -dices para luego mirar la pantalla del móvil y comprobar que no tienes señal.

Guardas el móvil y alzas la cabeza justo a tiempo para ver una figura desaparecer en el siguiente coche. Su silueta se ha esfumado detrás de la puerta que divide a ambos vagones.

El otro vagón serpentea con vida propia delante de ti de izquierda a derecha y de arriba abajo. Intentas ubicar la figura. Algo ajeno al tren se mueve velozmente en aquel coche. El tren avanza repleto de personas. Te balanceas de un lado a otro y no consigues enfocar tus ojos. Ladeas la cabeza. Te encuentras con el rostro de una mujer. Esta se lleva una mano a la boca y dirige su mirada al suelo.

Un cosquilleo recorre cada nervio de tu cuerpo. Tus piernas se tornan pesadas. Aun así, das un paso adelante. La mujer abre cada vez más sus ojos y el resto de los pasajeros a su alrededor comienzan a seguir su mirada. La curiosidad te insta a averiguar qué es lo que está sucediendo y, sin siquiera percatarte, das otro paso adelante... allí está de nuevo ese cosquilleo.

Te detienes, inhalas y decides permanecer donde estás.

Frotas tus manos sudadas, te detienes y observas la escena en el otro coche. La mujer destapa su boca. En ese momento las luces del tren parpadean una vez... dos... tres... se extinguen.

Parches fosforescentes se iluminan de repente, al mismo tiempo que un golpe hace estallar en pedazos el cristal de la puerta que separa a ambos coches. Fragmentos de vidrio caen al suelo y oyes como crujen debajo de diferentes zapatos. En ese instante el tren acelera furioso y sales despedido en dirección contraria. Te estrellas contra la puerta.

Un grito retumba en el vagón. El tren sigue acelerando. Las luces diminutas en el túnel aparecen y se esfuman en menos de un segundo por la velocidad.

De pronto, la luz blanca del andén inunda el vehículo y este frena con un quejido metálico. Terminas por perder el equilibrio y golpeas tu rostro contra la espalda de alguien. Pestañeas una y otra vez. Las puertas se abren y un soldado entra al tren apuntando su rifle de asalto en la dirección de la puerta con el cristal destrozado.

Más militares se adentran en el vehículo en medio del griterío, y el movimiento de los pasajeros te lleva hacia el andén como ganado.

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