CAPITULO 11: LADRIDOS

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OSCURIDAD

No sabes si estás dormido o despierto. Tus ojos están abiertos, de eso no hay duda, pero la oscuridad ya no es la que era. La ciudad muere en medio de gritos, rugidos, explosiones... El viento se hace con todo tipo de sonidos y los lanza contra tu ventana.

Uno de esos sonidos proviene de dentro de la urbanización. El ladrido de un perro. El sonido asciende por las escaleras, se cuela por la puerta cortafuego y llama a tu morada; explosivo y repetitivo. Rambo, el perro de los del tercero -un matrimonio, sus dos hijos y Rambo-, el husky siberiano. No le has visto salir ni entrar en semanas. ¿Tal vez está intentando proteger a sus amos? O, quizás, ¿defenderse de ellos?

Los ladridos se van mezclando con el resto de tus pensamientos y comienzas a cerrar los ojos. CRASH Un golpe en la puerta del portal te abre los párpados de par en par. Puños descienden enfurecidos una y otra vez sobre la puerta de hierro y cristal. Los ladridos del animal parecen arengarlo.

Tu mente cansada toma nota y llegas a la conclusión de que los infectados se guían por los sonidos.

Los ladridos del perro y los golpes en el portal componen una sinfonía macabra que como único oyente cuenta con el sudor de tu cuerpo. De repente, una nota aguda se separa de la melodía... <<¿Cristal rompiéndose?>>, te preguntas con la mirada fija en la ventana. Tu corazón empieza a galopar emulando el templo de los ladridos de Rambo.

La ventana de tu cocina se encuentra en la fachada del edificio, cinco plantas sobre el portal. Si te asomas por ella y te escoras hacia el lado derecho quedas, prácticamente, mirando sobre la puerta de entrada.

Tendido en la cama y rodeado por la oscuridad decides dirigirte a la cocina y asomarte por la ventana.

Navegas por la casa tratando de no tropezar con ningún objeto. Al entrar a la cocina te chocas con un haz de luz... la farola al otro lado de la calle se enciende y se apaga, inundándolo todo de amarillo por un segundo para luego desaparecer. Tragas saliva y continúas. La luz se refleja en tu rostro. Estás a tres pasos de la ventana. El ruido no cesa. Dos pasos. Oyes cristal resquebrajándose. Abres la ventana. Un viento frío entra en la casa cortando tu piel y un hedor sube por la fachada llegando hasta tu garganta. Te apoyas sobre el alféizar y oteas hacia abajo.

El cadáver de un hombre calvo aporrea la puerta. La luz artificial se refleja intermitente en su cabeza grasosa, mientras el infectado golpea una y otra vez con sus puños. Si continúa así puede que atraiga a más de ellos. Después de tus enfrentamientos con Jersey Negro, Annie y Felipe, has aprendido que la lucha cuerpo a cuerpo es demasiado peligrosa. <<Si tan sólo pudiese deshacerme de él desde aquí>>

Piensas en:

<<¿Dispararle?>>
<<No tengo un arma con la que le pueda disparar desde la ventana... además no he disparado un arma de fuego en mi vida>>.

<<¿Bajar al portal?>>
<<Podría bajar hasta el portal y lidiar con él allí mismo>>,
conjeturas pero descartas la idea tan rápido como ha surgido

<<La gravedad de la situación me supera...>>
GRAVEDAD...

Gravedad, repites mirando el viejo microondas que tienes a tu derecha. En ese preciso instante la luz de la farola ilumina la sonrisa en tu rostro.

Madrid Zombie ExperienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora