..... VIII ( 1a parte)

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Queridos lectores, dividí este capítulo en tres partes, debido a su extensión: las dos primeras más "serias", mientras la tercera es muy irónica, cómica y divertida.


"Nada es más visible de lo que está oculto" (Confucio)


El alegre gorjeo de los pájaros llenaba el aire de esa fresca mañana, donde el rocío bañaba los tiernos tallos de la hierba vierde, y el asfixiante calor de las horas centrales del día aún estaba lo suficientemente lejos como para no inspirar ningún temor, al menos por el momento: todo en ese soñoliento amanecer sugería una sosegada delicadeza, desde las ligeras sábanas blancas, al íntimo calor envolvente, que calienta, pero no aturde, para llegar hasta al embriagador olor nocturno procedente de la mezcla de dos cuerpos auténticamente desnudos, entrelazados en un abrazo proveniente del mundo de los sueños, que desafía las leyes del día, y se hunde en una dimensión surrealista donde la vida, la realidad, se confunden con el onírico cuento de hadas. La suave y encantadora atmósfera de la salida del sol cubría, como una graciosa bruma flotante, las almas de los espíritus dormidos. En esta perfecta tranquilidad, hija de un total abandono, en un tal lugar de paz y abundancia,  el tono de llamada de un teléfono móvil en función llega como una nota desafinada, aparentemente alegre, pero en realidad terriblemente molesta.

Una mano de bronce, en ese instante, salió perezosamente del montón de cándidos cojines, y casi arrástrandose, alcanzó a tientas una silla, donde se suponía que hubieran sido lanzadas, a granel,  las prendas usadas anoche, y con dificultad agarró la tela de ese pantalón negro, para luego rebuscar en uno de sus bolsillos, apretando al final en la mano, con incertidumbre, el objeto en cuestión: el odioso teléfono celular.

Una tenue voz masculina, totalmente distorsionada por el sueño, contestó con pena la llamada: el dueño del teléfono aún tenía los ojos cerrados, se los frotaba con la muñeca izquierda, mientras su rostro resultaba enterrado por su cabellera totalmente despeinada, y un peso extra arriba de él lo hacía hundirse aún más en el abismo de esa cama.

Esta entidad envolvía completamente su cuerpo, como un paño de seda, gracias a sus poderosos músculos esculpidos, y a sus largos cabello de los que estaba dotada. Esta exuberante melena, esta suave incrustación, recuerdaba en color el manto oceánico de las islas Antillas.

- Sí...ehm...Hola?-

La voz del joven salió sofocada de las almohadas, su tono estaba visiblemente trastornado. Desde el otro extremo del receptor replicó una suave voz femenina, con un acento casi infantil.

- Amor, soy yo! Lo siento...quizás te llamé demasiado pronto! Todo es culpa de las zonas horarias: aquí en Tokio ya es primera tarde. Ayer no sé por qué, pero no nos sentimos, como de costumbre, y ya por la noche te extrañaba mucho! Estabas durmiendo, por casualidad? -

Demasiada charla para una persona que todavía está entre estar durmido, y estar despierto.

- Uh....Tokio!? -

El joven aún no era capaz de conectarse con el mundo real.

- Milo cariño, soy tu dulce niña, como siempre te encanta llamarme. Despierta dormilón! Hoy soy tu buen día! Cómo estás? -

- No entiendo con quién estoy hablando...de todas formas no importa quien seas...ahora estoy maravillosamente inmerso en el placer ..........el verdadero, lo que se vive entre las sábanas....así que mucho saludos, que tengo sueño...Buenas noches ...- la voz de Milo resultaba poco clara debido a los constantes bostezos.

-Milo, soy Shoko! Despierta por favor! - dijo esta vez la japonesa, levantando la voz al teléfono.

- Eh? Shoko! - el escorpión abrió los ojos de repente, y puso finalmente su cerebro en funcionamiento, recuperando presencia y conciencia de inmediato.

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