𝐁𝐋𝐔𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 ━ ALFIE SOLOMONS

10

La llamada llegó tarde en la noche. Ellah pensó que todavía estaba soñando cuando escuchó las palabras.

Grace está muerta.

Su hermana sonaba igual de atónita.

Los arreglos funerarios se harían a su debido tiempo. Ellah sería notificada cuando llegara el momento.

Italianos. Comenzaba una guerra.

Ellah miró por la ventana abierta de su dormitorio. Colgó el teléfono de su hermana y, aturdida, fue a cerrarla. Ya no estaban a salvo. Demonios, si alguna vez hubieran sabido lo que significaba sentirse a salvo. Ellah se preguntó si ella, o alguno de sus hermanos, había estado realmente en paz antes.

El domingo por la mañana, Ellah llegó a Warwickshire. Tommy ni siquiera la reconoció. Pero sabía que no era por lo tensas que estaban las cosas entre ellos. Fue un shock. Era como si no estuviera registrando el mundo que lo rodeaba. Sus ojos penetrantes miraban directamente a las personas como si fueran fantasmas. Sostuvo a Charlie durante todo el funeral. El niño lloró, pero Tommy simplemente miró fijamente al frente, atormentado por demonios silenciosos.

Ellah había perdido a alguien antes, todos lo habían hecho. Pero Tommy había sufrido mucho. Recordó claramente cuando su hermano perdió a Greta. Seguía siendo el chico gitano con ojos claros. Nunca la dejó al lado de la cama esos últimos días. Cuando sucedió, Ellah no estaba segura de si su hermano volvería a ser el mismo. Se aferró a Polly, llorando como nunca lo habían visto llorar antes. Luego regresó de la guerra. Se quedó atrás mientras Arthur y John la abrazaban a ella, a Ada y a Polly.

La luz se había apagado en Thomas Shelby.

A partir de ese momento, nunca volvería a ser la persona que ella conoció. Dios nunca dejó de quitarle. Tallando más y más de él, dejando atrás todas las emociones que impulsaban al gángster.

Ellah lo siguió fuera de la iglesia. La misma iglesia donde se había casado con Grace. Se sentía como si fuera ayer. Ahora Tommy se estaba marchando furioso. Le entregó a Charlie a Ada cuando la pasó. El niño pequeño gimió y agarró el aire por su padre, pero no miró hacia atrás.

—¡Tommy!

—Déjalo.

Dijo su tía en voz baja y le tocó el hombro.

—No está bien de la cabeza, necesita algo de tiempo.

Ellah no escuchó y siguió siguiéndolo hasta los establos.

—Sé que puedes oírme—continuó hablando a su espalda—. Detente y habla conmigo.

Su hermano no se detuvo. Ellah tampoco.

En los establos, un mozo esperaba con el caballo favorito de Tommy. Al parecer, había planeado su fuga después del funeral. Tommy agarró las riendas y montó al caballo con un movimiento fluido.