O7.

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(si, le cambie el nombre pero es que esta canción encaja más u.u)

La luz se filtró entre sus cortinas provocando que esa mañana se despertara mucho más pronto de lo que debía, aún así se quedo en cama mirando al techo. 

Había rozado un límite el día anterior, se había inmiscuido en la vida de un hombre casado, ¿Qué mas daba que Martín hubiera estado anteriormente con él? "La gente tiene amores de verano, Isaza, deberías saberlo mejor que nadie." Eso teniendo en cuenta que Martín lo hubiera considerado un amor, quizá fuera solamente una forma de evitar el aburrimiento. Por otro lado estaba Silvana y no pudo evitar recordar a Dennise, había vuelto a tropezar con la misma piedra dos veces, ya no podía llamarlo un descuido, era un error, que podía costarle una bonita amistad con la chica.

Intentó dejar de pensar en ello y centrarse en el plan de hoy. Irían a un museo, era conocido, aunque pequeño, poseía una colección arqueológica interesante, cuadros que Laura y Susana clasificaron como auténticas joyas olvidadas, alguna escultura postmodernista y un ejemplar de un libro que había sido donado por algún coleccionista privado. Martín les recogería a las diez en la puerta del hotel, él se mantendría callado durante todo el viaje exceptuando aquellas veces que sus hermanas le preguntaran, porque sabía que Isaza no lo haría y en algún momento, cuando viera que está solo, lo llevaría a un rincón apartado, se disculparía y dejaría de pensar en él.

Se levantó de la cama y sintió un escalofrío, a pesar de ser verano, las temperaturas solían ser algo frías en la mañana. Cogió la nota entre sus dedos y la leyó mil veces, esperando encontrar un mensaje oculto un "aún te amo aunque no deba..." cualquier cosa. La olió, en un intento por grabar por última vez el recuerdo de Martín en lo más profundo de su memoria.

Tras haberse cambiado, la familia Isaza bajó a desayunar al restaurante del hotel, algo ligero ya que no les daba tiempo si querían estar a la hora indicada.

Martín fue puntual. Apareció en el hotel con las llaves del coche en mano, una sonrisa ladina y unas gafas de sol, saludó y antes de que sus hermanas pudieran haberle agradecido les guió hacia su carro, diciendo que lo había dejado mal estacionado y que una multa no sería buena forma de comenzar el día.

El museo era justo como Isaza lo había imaginado, sobrecargado, pero bonito. Se dedicó a recorrerlo con lentitud y solo, le hubiera gustado que estuviera allí Silvana, que le hubiera contado la historia de los cuadros, del yacimiento arqueológico, del manuscrito o que le hubiera hablado de lo abstracto de aquellas esculturas, le hubiera encantado haber besado a Silvana bajo el cuadro de aquel bodegón, aunque hubiera sido por mero capricho.

Sin embargo, salió de su mundo etéreo cuando vio a sus hermanas comentando una de las esculturas.

—¿Dónde está Martín?— Preguntó a sus hermanas cuando se acercó.

—En la habitación de al lado, mirando las pinturas —Señaló su Ángela la otra habitación.

Se dirigió ahí a paso rápido, sin pretender parecer desesperado por encontrar un momento en el que ambos pudieran hablar, tranquilamente, como dos adultos, por mostrarle a Martín su falsa madurez. Él estaba frente a uno de las pinturas, agachado mirando con absoluta curiosidad y adoración la pieza, como si no hubiera estado ahí antes. Se situó a su lado, con las manos juntas en la espalda, abrió la boca, intentando buscar las palabras adecuadas para disculparse, sin embargo, por primera vez se quedó mudo ante Martín.

— ¿Qué necesitas Isa? —Contestó sin apartar la vista de aquella pintura. 

— ¿Podemos hablar en un lugar más privado?— Preguntó, aclarándose la garganta para que no se notara el leve temblor en su voz.

"Martín, lo siento, perdóname, siento haber actuado así. Martín, Martín... Mi niño... por favor..."

Martín se encaminó hacia la salida, mientras Isaza por detrás repetía las palabras de disculpa sin cesar, con el fin de ignorar su voz, sus manos, sus sentimientos.

Acabaron en un pequeño patio privado perteneciente al museo cerca de la entrada, el menor se sentó y él hizo lo mismo. Su vista fija en sus manos y la mirada de Martín, expectante.

— Perdóname, me he comportado como un inmaduro.— levantó la mirada para fijarla en sus ojos.

— Lo has hecho...— Dijo Martín, con gesto inexpresivo, torturando a Isaza aún con aquella voz.— No estaría bien, lo sabes, ¿Verdad?

Tragó en seco, sonrojándose sin poder evitarlo y se limitó a asentir.

Sintió una mano girarle la cara y se topó nuevamente con las facciones de Martín, con sus labios. Este hizo un gesto, indicando silencio y le hizo caso, dándose cuenta de que haría lo que él le pidiera.

— Me conozco, se que no podré controlarme.— Murmuró, pasándose la mano por el pelo.

— ¿Me quieres? 

Las palabras quedaron suspendidas en el aire. Apartó la mirada, acababa de enseñarle a Martín como se sentía, su vulnerabilidad a través de aquellas palabras, eran simples, pero en esos momentos significaban tanto para el mayor, le mostró sus inseguridades reflejo de las noches que había pasado despierto durante todo el año pasado, le mostró una de las más profundas partes de sí mismo y eso, Martín lo sabía. Por ello en vez de responder, decidió enseñárselo.

El pulgar del menor fue a su labio inferior y lo acarició con suavidad, Isaza cerró los ojos, entregándose a ese simple tacto, Martín se acercó a él y rozó sus labios lentamente, intentando no hacerle más daño del que le había causado, y entonces le besó.

Isaza no supo reaccionar, se dejó llevar por sus ansias, por la lengua del menor acariciando su labio, por lo bien que se sentía el besar a Martín, de nuevo, en donde le explicó lo mucho que le había extrañado ese año. Aunque aquel beso distaba de ser salvaje, había sido un beso cariñoso y dulce, que había dejado a Isaza con las mejillas más coloradas y los labios rojos.

En un movimiento reflejo, Marín se relamió los labios tras el beso y al mayor le pareció la imagen más preciosa que había visto en mucho tiempo, pero no dijo nada, solo miró al menor, curioso, feliz, expectante, esperando que fuera él quien diera el próximo paso.

—¿Responde eso tu pregunta? — Contestó con simpleza, pero con una sonrisa que Isaza no había visto antes.

El menor asintió con lentitud, sin moverse de encima de él, apoyó su frente en su cuello y respiró el aroma que este emanaba. 

Isaza quiso que se quedara allí, pero pronto se dio cuenta de que sus hermanas estaban cerca y no podían —Tenemos que irnos, estarán buscándonos. —movió al menor de encima suya con delicadeza, para después mirar su reloj.

Caminaron en busca de sus hermanas al parecer, no habían estado tanto desaparecidos, aunque para Isaza se ralentizó el tiempo cuando entró en aquel jardín con él, donde Martín le había besado, de nuevo, dando a entender que le quería, dejándole una sensación dulce en los labios y una expresión de felicidad en la cara, haciéndole olvidar cualquier cosa más.

Se montaron en el coche de nuevo, les dejó en el hotel. Se despidieron y fueron a comer a un restaurante cercano, mientras Isaza solo pensaba en el menor, sin poder evitarlo

𝐔𝐍 𝐁𝐄𝐒𝐎 𝐄𝐍 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐈𝐃:  ─── 𝙞𝙨𝙖𝙧𝙜𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora