𝐔𝐍 𝐁𝐄𝐒𝐎 𝐄𝐍 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐈𝐃: ─── 𝙞𝙨𝙖𝙧𝙜𝙖𝙨

O9.

Tras un tiempo que para Isaza parecieron horas llegaron a la orilla de un río. El lugar era bonito, sin embargo no era ni la mitad de hermoso de Madrid en el verano, quizá por la belleza de España, por los recuerdos que atesoraba de allí, o por la sensación de los labios de Martín sobre los de él, no lo sabía en realidad.

Un mantel reposaba sobre la hierba que crecía junto al río, Silvana estaba apoyada en él, tomando el sol, mientras Laura se encontraba dentro del agua, Martín a su lado, mojándose los pies.

Isaza se sentó junto a Silvana luego de haber ayudado a sus hermanas a sacar las cosas del carro, el mayor jamás dejaría de repetirse que Silvana era preciosa y aunque sabía que lo que había entre ambos era mera atracción, empezaba a notar un brillo en los ojos de la chica algo peculiar, parecido al de Martín, mas no se sentía especialmente orgulloso de ello. Le hubiera gustado pensar en Silvana en cuando la besaba o justo antes de dormir, le hubiera encantado amarla, porque sabía que hubiera sido feliz, pero simplemente no podía, sabía que en algún momento, acabaría llamándola por el nombre de su niño y todo se iría a la mierda, sin embargo, no quería dañarla, por lo que se limitó a tratarla bien, por lo menos, el tiempo que estuvieran allí.

Ambos se separaron al notar como Martín se sentaba frente a ellos, cogía una manzana y, tras dedicarles una sonrisa comenzaba a morderla.

Tras esto llegaron sus hermanas y todos se fueron acomodando alrededor de aquel mantel, Martín se sentó al lado de Isaza y posó, suave y disimuladamente su mano sobre la mayor debajo de la mesa. Acarició suavemente esta mientras mantenía una conversación desinteresada con todos.

Tras la comida, Silvana e Isaza se alejaron un poco, queriendo explorar los alrededores del río y prometiendo no alejarse mucho. Llegaron a la orilla de una pequeña catarata, el final del río.

— mira... —Dijo él, agachándose y agarrando una pequeña flor, que Silvana miraba con curiosidad, se acercó a ella lentamente y con suavidad la puso detrás de su oreja, bajando su vista a sus labios.

Ella simplemente sonrió y posó la mano sobre aquella diminuta flor, Juan Pablo pudo jurar que notó sus mejillas levemente rojas, pero desconectó cuando unió sus labios con los de ella y cerró los ojos.

— Te quiero.— Murmuró Silvana separándose un poco, sus manos en los rizos del chico.

― Y yo a ti ― mintió.

Ella le miró con una sonrisa pequeña, mientras soltaba alguna risa y negaba.— No, no lo haces. Tú quieres a Martín.

Aquello le tomo desprevenido, ¿A caso era tan obvio? Se pasó la mano por la boca y agachó la mirada, maldiciéndose internamente por ser tan descuidado, por jugar así con Silvana, por dejar que Martín jugara con él. El chico levantó la mirada y se encontró con la expresión compasiva de Silvana.— ¿Cómo lo sabes?

— Le miras de la misma manera que Laura.

Laura... por unos momentos se olvidó de ella y se sintió como un adolescente común de nuevo, confesándole a su amiga que era gay. Sin embargo, una nueva idea se asentó en su mente y fue él quien le miró con compasión.— ¿Por qué dejaste que estuviéramos juntos?

Ella sonrió, una sonrisa triste que provocó cierta angustia en él.— Porque me gustas y quería aprovechar el máximo tiempo posible. —Confesó, jugando con una de sus pulseras, como una niña cuando esta nerviosa.— Y porque cuando te vi, creí que necesitabas distraerte de él.

Esa fue la primera y la última vez que vio llorar a Silvana Jiménez, no mucho, pero sí unas cuantas lágrimas caer por sus mejillas, que ella se limpió rápidamente.— Tranquilo, estoy bien.

La abrazó, sin saber que más hacer o decir y acarició su espalda, intentando disculparse silenciosamente, sintiéndose estúpido y extrañamente aliviado en esos momentos.

— Solo te pediré algo. —Dijo la chica al separarse, tras respirar hondo.— Mi hermana puede tener sus defectos pero... Ama a Martín, no quiero que salga dañada.