11.

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( feliz navidad adelantada u.u )

El resto de la tarde pasó demasiado lenta, como si el tiempo se hubiera ralentizado a niveles exagerados, a las once, tras haber cenado en la terraza del hotel se excusó con sus hermanas diciendo que estaba cansado, lo cual aceptaron, dejando que se fuera a dormir.

Isaza se duchó, cambió, vistiéndose de la mejor forma posible y ordenó su habitación, no quería que al llegar, el menor lo tachara de desastroso, sin embargo, aún quedaba media hora para que se cumpliera la cita acordada con él.

Cita, ¿A caso aquello podía considerarse eso? No lo creía pues no estaba del todo seguro de las intenciones de Martín aquella noche, puede ser que fuera a decirle que debían dejarlo, que Laura ya lo sabía o podía ser una broma de mal gusto; el hacerle esperar con los nervios haciéndose paso por sus entrañas a que él llegara, cuando en verdad estaba durmiendo con su esposa, pero Martín no era así, ¿No?

Aunque cabía la posibilidad de que buscara otra cosa, de que al llegar le besase y le dijese que le amaba, solo la mitad de lo que él hacía, se conformaría. De que le abrazara, de que le dejara besarlo, que le alentara a besar cada centímetro de su piel durante toda la noche.

Se tiro de nuevo a la cama y se cubrió la cara con las manos, odiando los límites a los que Martín le provocaba llegar, odiando que la situación se hubiera vuelto tan similar a la del verano pasado y a la vez tan diferente.

Hubo unos toques en la puerta antes de que Isaza pudiera procesar con detenimiento lo que había pasado y el joven entró en pánico.

Fue a abrir y se encontró a Martín, sonriendo, sujetando las llaves de lo que parecía ser su carro en la mano.

Le dejó entrar y él se encargó de cerrar la puerta, el menor había aprovechado para sentarse en la cama.

— ¿No te echará de menos Laura? — Murmuró el mayor abriendo la ventana, más como un pensamiento, que un comentario.

— Cree que estoy en el trabajo...— Contestó él, mirando la espalda del chico en todo momento.

Isaza se giró, encontrándose con la mirada de Martín, sentándose lentamente a su lado.— ¿Para qué has venido?

— Para verte.

Se hizo el silencio, de nuevo, la mirada de Juan Pablo estaba baja, jugando con sus zapatos, sintiéndose absurdamente cohibido ante su presencia.

Martín entrelazó sus dedos y llevó la mano del mayor a sus labios dejando un beso en ella.

Se separó, mirando a Isaza fijamente, mientras él con la boca entreabierta, contenía la respiración, amaba, deseaba, necesitaba a Martín pero no quería admitirlo.

Martín puso su mano en la mejilla del más alto, quien se rindió ante su contacto y cerró los ojos.

— ¿Puedo... —Susurró, a lo que Isaza asintió, rompiendo la distancia entre ambos.

Besó al mayor con lentitud, disfrutando de la intimidad, hundiendo sus manos en su pelo. El contrario delineó su labio inferior abriendo su boca, él cerró los ojos y profundizó, subiéndose encima de Martín.

Bajó los besos por su cuello, marcando entre medias un camino de mordidas que con el tiempo serían violáceas, ignorando todo lo que ello pudiera significar, centrando toda su atención el Martín y sus labios...

( como me da vergüenza poner detalles pues... o tal vez si ponga detalles, depende, deben convencerme )

Sobra explicar lo que paso después... en ese momento ambos cuerpos se unieron, en una danza acompasada, entre gemidos y susurros por parte de ambos, Isaza mirando fijamente a Martín y Martín a Isaza, en un momento en el que, aunque sobraban las palabras, agradeció que el menor hablara.

―Te amo... ― dijo jadeante mientras lo miraba a los ojos. 

Se separaron, quedando tendidos en la cama, intentando calmar sus respiraciones, el mayor juraba que se podía oír el latido de su corazón desbocado en el pecho, como el tic tac de un reloj, esperando que Martín no lo oyera.

―...¿es cierto o es solo para poder estar conmigo hasta que me vaya?... ― dijo él, tumbándose en la cama de lado mientras lo miraba 

Martín se rió, pasando sus dedos por el cabello del contrario. — ¿No pueden ser ambas cosas?

Se hizo el silencio, no pretendía decir nada más, pero la mirada insegura de Isaza, de la que él era el causante, le obligó a reiterar algo que creía obvio.― Sí lo hago, te amo Isaza, más de lo que tú crees.

Eso sirvió para que el más alto soltara todo el aire que contenía en sus pulmones y lo besara suavemente, de la misma forma en al que las parejas lo hacían, no solo los amantes. Juan Pablo lamió su labio inferior, antes de hablar, susurrando contra su boca, con una pequeña sonrisa.

―Mi niño... mi marto precioso... 

Martín sonrió ahora el situándose sobre el mayor ―Isa...

𝐔𝐍 𝐁𝐄𝐒𝐎 𝐄𝐍 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐈𝐃:  ─── 𝙞𝙨𝙖𝙧𝙜𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora