12.

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A través de la ventana entreabierta de la habitación se podía oír el ruido de la ciudad noctámbula unos metros mas abajo, que en aquel cuarto era más un murmullo fusionado con la respiración de Isaza sobre la nuca de Martín.

Isaza besó su hombro, afianzando más su agarre sobre su cintura y él sonrió, dándole caricias y sus besos suaves, el menor no solía ser tan cariñoso, sin embargo amaba que lo fuera y se dejaba mimar, disfrutando de aquello.

― Tendrías que irte ― murmuro el mayor sobre la piel de su espalda, acariciando levemente la cadera del contrario. 

― ¿quieres que lo haga?... ― contesto, giró y le sonrió con un ligero gesto burlón. 

― Sabes que no 

― Entonces me quedaré un poco más.― Contestó, acomodándose entre las sabanas y cerrando los ojos.

Miró la camisa del más bajo al pie de la cama arrugada junto a su pantalón y luego a él, sonriendo bobamente, sin poder evitarlo, antes de acomodarse más cerca suyo y caer dormido.

Cuando se despertó notó como la ropa de Martín había desaparecido, aunque tenía la pequeña esperanza de verle en la cama cuando despertara no se sorprendió al ver que se había marchado, hundió su cabeza en la almohada, sintiendo el aroma de Martín impregnarse en él. Cuando hubo ordenado su ropa fue al baño y se dio una ducha, examinó su cuello, en busca de alguna marca que pudiera resultar sospechosa a ojos ajenos y se tranquilizo al no ver ninguna, Martín había sido cuidadoso, no se podía decir lo mismo de él que había dejado llena de marcas su clavícula y pecho.

Se cambió y miro la ventana, no pudo evitar sentirse feliz a pesar de que todo estuviera mal. 

Isaza miró en el calendario que colgaba sobre la silla de una esquina de la habitación, era jueves, se irían el domingo por la mañana, le quedaban tres días antes de volver a España.

Tres días. Le sentó como un jarro de agua fría, sabía que debía irse, pero no se había parado a pensar que fuera tan pronto, veía la fecha de aquel domingo tan lejana que no le había preocupado, hasta ese momento.

Las cosas con Martín por fin iban bien, quizás no era la mejor situación pero se esperaba que terminara peor, ni pensó en la posibilidad de que le siguiera queriendo cuando pisó esa Iglesia el lunes pasado. Habían pasado cuatro días desde su boda y sin embargo se le hacía tan distante, como si hubiera sucedido hace años.

Apoyó su cabeza en el cristal de la ventana, mirando pensativamente los edificios que la noche anterior parecían tan luminosos y ahora presentaban una paleta de colores ceniza. Siempre podía pedirle que se escapara junto a él de allí, a cualquier sitio, pero sería egoísta y poco consecuente.

Se paso la mano por el cabello pensando en que hacer, no quería irse, y si lo hacía quería que fuera con Martín. 

𝐔𝐍 𝐁𝐄𝐒𝐎 𝐄𝐍 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐈𝐃:  ─── 𝙞𝙨𝙖𝙧𝙜𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora