• IX. Buganvilias

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Buganvilias. Eres bienvenido a mi hogar.

Dedicado con todo mi amor y corazón a mi amiga Andy. Donde sea que estés, deseo que tu sonrisa siga resplandeciendo igual que el sol.

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Nunca me había detenido a observar el presente

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Nunca me había detenido a observar el presente. Todos los días me levanto preocupado por el mañana o recordando el ayer. Torturándome, apresurándome. Quiero creer que lo sucedido es una especie de lección cruel para valorar lo que me rodea; mis seres queridos y pequeños momentos de goce. Pero por ahora quiero llorar. Si ha pasado una hora, tres días o seis meses, quiero llorar hasta que mis ojos exploten en dolor. Mi pecho se estruja al escuchar tu nombre y pienso en todos los escenarios en donde estábamos juntos. No importa qué suceda, al final terminaré llorando porque ya no estás aquí y jamás volverás.

Escribo los sueños en donde estás tú y me dices que estás bien. Leo una y otra vez los viejos mensajes. He revelado fotos nuestras sin saber el porqué. Empiezo a creer que estoy perdiendo la cordura al buscar algo que me acerque a tu paradero. Pero mis amigos y familia tienen razón: debo soltarte. Ninguna lágrima ni petición harán que tu corazón vuelva a brincar emocionado como solía hacer. Nada en este universo volverá a apreciar el sol postrado en tu sonrisa. Ni siquiera las buganvilias que tanto amaste pueden representar la belleza que expresaste en todo tu ser.

¿En dónde estás? Quiero que vuelvas, aunque sea un deseo imposible. Necesito escuchar tu voz por última vez y darte el abrazo que quedó pendiente. Tengo que recuperar el tiempo perdido; haberte visto más veces y ser ese lugar seguro cuando tu luz se fracturaba. Por favor, déjame vivir en una mentira por el resto de la eternidad. Al menos eso se sentiría más real que la misma realidad.

REAL.

Abrir los ojos antes del accidente. Eso suena real. Despertar sabiendo que responderás todos mis mensajes y en mi cumpleaños te encontraré junto a mis amigos. Porque es febrero y hay clases que tomar. Me despierto cansado y reviso mi celular, sonriendo al ver el "buenos días" que acostumbras a mandar. Respondo, me visto, bajo a desayunar y hago mi rutina cotidiana. Esto es más real que la propia realidad.

No hay tiempo de pensar en el presente, pero si pudiese volver el tiempo atrás, nada me importaría más. Atento a la ropa que me pondré -aunque sea siempre similar-. Una chaqueta llena de parches que tú mismo confeccionaste, mi chullo azul que siempre terminas arrebatándome en el descanso, mis jeans rotos gracias al gato de mi hermana y mi mochila cubierta de pines que, nuevamente, tú me regalaste. Me gusta esta rutina. Mis únicas preocupaciones son esas tareas que a veces olvido y saber qué día saldremos a pasear. Quizá nos juntemos con Token, Clyde y Jimmy.

He soñado que mueres y mi corazón no puede lidiar con esa sensación. Te pregunto más de una vez si estás bien y respondes que sí y mandas cientos de preguntas acerca de si me he golpeado. Lo único que deseo es verte y asegurarme de que todo ha sido un mal sueño. Desayuno rápido ganando un regaño de mi madre, pero ella no es consciente de este torbellino en mi mente. Mi único propósito es llegar hasta ti y abrazarte, jamás soltarte y no dejarte ir. No quiero que te vayas nunca más. Necesito asegurarme de que todo ha sido una ilusión; tomo mi bicicleta y pedaleo hasta que mis piernas piden piedad. No importa. Mis latidos van al ritmo de mis pensamientos, huyendo lejos de la muerte que parece seguirme en los talones.

One Shot [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora