Light pasó el resto de la tarde demasiado ocupado como para buscar razones que explicaran la inusual actitud de L. Tanto él como los demás agentes invertían cada segundo de su tiempo en trazar un plan que les permitiese no solo determinar la verdadera identidad de Kira, sino también averiguar la manera a través de la cual se estaban perpetrando los asesinatos.
Indudablemente, atrapar a Kira también se había convertido en la principal obsesión de Ryuzaki, que parecía dispuesto a todo con tal de encerrar al asesino; incluso se había permitido contratar a peligrosos criminales para ayudar en la investigación. Una de las apuestas más fuertes del detective era Aiber, un estafador profesional que utilizaba sagazmente sus sobresalientes destrezas sociales para extraer información de sus víctimas.
Aquella tarde, Aiber también asistió a la reunión del equipo para ultimar los detalles de la estrategia que habían elaborado entre todos para desenmascarar a Kira. Apoyado en la pared y de brazos cruzados, el hombre escuchaba las precisas indicaciones de L con atención.
"Entonces, si he entendido bien, Ryuzaki... Tengo que infiltrarme en la Yotsuba bajo la identidad del famoso detective Eraldo Coil, ¿no es así?"
"Exacto."
Light se limitó a escuchar la conversación en silencio mientras examinaba por encima las fichas que contenían los datos de los actuales sospechosos. En el fondo, no podía evitar sentir cierta envidia de L y su brillante habilidad para escoger a sus aliados de forma tan acertada. Aiber no solo era inteligente y perspicaz; también poseía un atractivo físico innegable y difícil de ignorar. Sin duda, todo ello les sería de extrema utilidad a la hora de sonsacar información de gran valor para el caso.
"Bien, entendido. Puedo hacerlo fácilmente.", comentó el estafador, con actitud despreocupada.
"Gracias, Aiber. No esperaba menos de ti.", contestó el detective mientras se llevaba un gran trozo de tarta a la boca. "Más tarde podemos analizar detenidamente los detalles de la operación entre los dos, ¿te parece bien?"
"Claro.", contestó el hombre, dejando escapar un sonoro bostezo. "Estaré en mi cuarto. Necesito darme una ducha, el viaje me ha dejado agotado..."
"Bien. Nos veremos allí en cuanto acabe el turno."
Light trató de esconder su profunda sorpresa al escuchar aquello. ¿En su cuarto? ¿Analizar detalles entre los dos? ¿Desde cuándo Ryuzaki lo dejaba fuera a la hora de trazar un plan tan relevante para la investigación?
El castaño esperó pacientemente a que todos sus compañeros se retiraran a sus habitaciones antes de rebatir la absurda decisión de L. Una vez se quedaron a solas, sin apartar la vista de los documentos, carraspeó antes de dirigirse al detective con lo que creía un argumento más que convincente.
"Ryuzaki. ¿No crees que sería mejor hablar del plan aquí, entre todos?"
"Sí, lo he pensado... pero también es cierto que necesitamos optimizar el poco tiempo del que disponemos ahora mismo.", contestó el detective, mientras frotaba frenéticamente sus labios con el pulgar. "Además, Light-kun me ha pedido tiempo a solas, así que es una buena forma de acceder a su petición."
Esta vez, Light no fue capaz de ocultar su asombro. De manera un tanto brusca, apartó su mirada de los papeles para dirigirla a Ryuzaki, que ahora sostenía una fresa bañada en nata entre sus dedos como si fuera un preciado trofeo.
"Entonces... ¿Piensas ir solo a hablar del caso con Aiber?"
"Sí, pensaba hacer eso mismo."
Light tragó saliva. En un intento de recuperar la calma que estaba perdiendo tan precipitadamente, el joven respiró profundo y se acomodó en su silla.
"¿Se puede saber por qué?"
"Light-kun... De verdad, agradezco tu preocupación, pero creo que sé cuidar de mí mismo."
"No estoy preocupado por ti.", soltó el castaño, de manera un tanto arisca. "Solo pienso que es una falta de respeto ocultarnos información sobre un caso en el que estamos trabajando todos, por igual."
"Conque una falta de respeto...", repitió el detective, dejando asomar un atisbo de sonrisa. "Ya..."
"¿Qué demonios te hace tanta gracia, Ryuzaki?"
Una vez más, Light sintió cómo la rabia se apoderaba por completo de él. Tenía unas ganas irrefrenables de patear la mesa y lanzar las malditas fichas por el aire. No comprendía en absoluto por qué de repente había pasado a un segundo plano para L. ¿Acaso confiaba más en un recién llegado que en él, que estaba metido en el caso desde casi el principio?
"¿Me vas a golpear otra vez?", preguntó ávidamente Ryuzaki, leyendo sus pensamientos. "Me gustaría saber qué es lo que te molesta exactamente, Light-kun."
"No me hagas repetirlo, Ryuzaki.", contestó el joven, elevando notablemente la voz. "Creo que deberíamos analizar cada paso de nuestro plan de manera conjunta. Somos un equipo; acepta de una maldita vez que no eres el único que quiere atrapar a Kira."
En un impulso de ira que le brotó de dentro, como si fuera un volcán en erupción, el castaño perdió el control y propinó una enérgica patada a la mesa de trabajo. La taza de café de Ryuzaki se tambaleó y cayó al suelo estrepitosamente, manchando por el camino varios papeles que el detective había estado ojeando hacía tan solo unos minutos.
Light estaba alterado. Irritado.
Sentía demasiado calor y temblaba de rabia.
Sorprendentemente, a pesar de aquella violenta reacción, L no se inquietó; más bien todo lo contrario. Con una profunda calma, colocó la fresa de vuelta en su plato, que, afortunadamente, había sobrevivido al duro golpe. Luego, se tomó su tiempo para girar su silla y clavar sus negras pupilas en los ojos centelleantes de Light.
"Light-kun... ¿Estás celoso?"
"¿Qué...?"
"¿Estás celoso?", repitió el detective, escudriñando a Light con la mirada.
"¿Yo? Es... No seas ridículo. ¿Por qué iba a...?"
Sin dejar de mirar al castaño, Ryuzaki se incorporó de la silla con mucho cuidado, adoptando su habitual postura encorvada.
"No hay nadie que pueda sustituirte, Light-kun. Incluso creo que podrías llegar a ser el siguiente L, si muero próximamente."
Light se quedó paralizado por unos segundos que se le antojaron interminables. Por alguna extraña razón, las sinceras palabras de Ryuzaki habían tenido un efecto tranquilizador en él.
"No... No vas a morir, Ryuzaki. No digas tonterías."
"Oh, ojalá fueran tonterías.", dijo el detective, acortando el espacio que había entre ambos poco a poco. "Lo digo totalmente en serio, Light. Para mí no hay nadie que pueda sustituirte. Nadie se acerca a tu inteligencia, a tus habilidades, ni siquiera en lo más mínimo."
"Ryuzaki..."
"Realmente... te admiro."
Light sintió cómo sus mejillas ardían. Casi sin ser consciente de ello, el castaño dio un decidido paso hacia L para llevar la mano a su enmarañado pelo azabache.
"Déjame ir contigo..."
Sin esperar respuesta alguna, Light separó efusivamente los labios del detective con la lengua para así explorar el interior de su boca con avidez. No tardó en percibir cómo Ryuzaki hacía lo mismo, hasta que sus lenguas acabaron chocando de forma intensa, casi violenta.
Light sentía cómo el cuerpo de L reaccionaba y se estremecía con cada beso, cada caricia. Quería ser el primero y el último que conociese aquella parte tan íntima de él: sus movimientos, sus gemidos ahogados por el roce de sus labios, el calor que emanaba del contacto de sus cuerpos...
Tenía miedo de no ser el único, el mejor, para L.
¿Cómo había llegado a esa situación?
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Espiral
RomanceLight ha perdido todos los recuerdos relacionados con el cuaderno de muerte. Junto al célebre detective L, se esfuerza para conseguir resolver el caso Kira. Debido a las sospechas que recaen sobre Light, él y L pasan la mayor parte del tiempo juntos...