Espiral sin retorno

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Aquella noche, Light cerró la puerta de su cuarto con más fuerza de la habitual.

Después de la reunión con Aiber, a la que finalmente había asistido en calidad de acompañante de L, se sentía, cuanto menos, alterado. No solo se había topado con la evidente decepción del estafador cuando este comprobó que Ryuzaki no había ido solo, sino que también había tenido que soportar el constante y descarado flirteo del hombre hacia el detective.

A pesar de lo incómodo y molesto de la situación, Light había conseguido mantener la cabeza fría durante la mayor parte del encuentro. Al fin y al cabo, tenían entre manos una infiltración que, seguramente, acabaría siendo clave para la resolución del caso Kira.

"Payaso...", murmuró el joven castaño, recordando con asco los intentos desesperados de Aiber por seducir a L. "No puedo creer que hayas dejado en manos de alguien así una misión tan importante como esta, Ryuzaki."

Después de dejar las llaves del cuarto sobre la mesita de la entrada, L caminó lentamente hacia su portátil. El detective se sentó en su silla como ya era costumbre en él, abrazado a sus rodillas, y encendió el dispositivo antes de responder a Light de forma despreocupada.

"He trabajado con Aiber anteriormente, Light-kun. Te puedo asegurar que es una persona más que competente. Está capacitado de sobra para llevar a cabo una operación de este calibre."

"¿Eso crees?", preguntó Light, con cierta sorna. "Tengo la sensación de que Aiber no está tan concentrado en la infiltración como crees, Ryuzaki."

"¿Qué es lo que intentas decirme?"

Light tomó asiento en la cama. Sabía que, si seguía de pie, corría el riesgo de que su rabia lo llevara a perder el control y a golpear cosas como la última vez. Tomando una inhalación profunda y pausada, intentó dirigirse a Ryuzaki sin sonar demasiado brusco.

"Intento decirte que lo único en lo que piensa ese hombre es en acostarse contigo."

L se tomó unos segundos antes de responder con suma parsimonia. "Puede que lo piense, sí, pero no creo que eso le impida hacer bien su trabajo."

"¿Y qué piensas hacer al respecto?"

Aquella pregunta dio paso a un incómodo y prolongado silencio entre los dos, únicamente roto por el insistente tecleo de Ryuzaki y la respiración pesada de Light.

El castaño no podía evitar sentirse cada vez más ofuscado y molesto ante la posición defensora que L había adoptado al ser confrontado por la más que dudosa profesionalidad de Aiber. Por otra parte, no llegaba a comprender por qué el detective había decidido seguir el juego de su reciente aliado, que no había dejado escapar la más mínima oportunidad para tontear con él abiertamente en plena reunión.

"Ryuzaki..."

"Deberías saber la respuesta, Light-kun."

"Ah, ¿sí? ¿Qué debería saber?", preguntó el joven, con aparente curiosidad.

Lentamente, L giró su silla para dirigir su vista a Light, que le devolvía una mirada un tanto malhumorada desde la cama, de brazos cruzados. El detective se incorporó de un ágil brinco y se acercó al castaño con actitud cautelosa y expectante.

"Aiber solo me interesa en términos laborales, en lo que se refiere al caso Kira. No me importa nadie fuera de ese ámbito, Light... Nadie, excepto tú."

Light percibió cómo su cuerpo reaccionaba ante la inesperada afirmación de Ryuzaki. Sin duda, le agradaba el cambio de actitud del detective; ya no se escondía tras una máscara de frialdad y sarcasmo, sino que se mostraba tal y como era, sin miedo a decir lo que pensaba en cada momento.

"Entonces... demuéstramelo.", ordenó, mientras recorría ávidamente a L con su mirada.

Impaciente y deseoso de sentir a Ryuzaki, el castaño llevó sus temblorosas manos al botón de su propio pantalón para bajarlo ligeramente. Su miembro, completamente duro y erecto, quedó por fin al descubierto, provocándole una liberadora sensación de alivio al instante.

L se mordió el labio inferior con fuerza mientras observaba con profundo deseo la entrepierna de Light. Hipnotizado y visiblemente tentado, el detective se acercó lentamente para arrodillarse entre las piernas del joven.

Ambos sabían lo que estaba por pasar; lo habían deseado durante demasiado tiempo...

"Joder... Ryuzaki..."

De manera casi inconsciente, Light se apresuró a colocar su mano estratégicamente en el pelo azabache del detective para acercar su boca a la prominente erección. Estaba ansioso por ver a Ryuzaki disfrutando de su pene, tanto o más que si se tratase de uno de sus preciados dulces.

Para su fortuna, L no se hizo derogar; clavando la mirada en los ojos de Light, procedió a recorrer su miembro con la lengua de abajo a arriba, haciendo que el castaño dejase escapar un suave gemido mientras se agarraba a las mantas con fuerza.

"¿Esto te convence más, Light-kun...?"

"Ryuz...za...h..."

La lengua de L paseaba ahora por su glande en pequeños círculos que hacían que su erección palpitara de placer. Desesperado e impaciente por sentir más, Light tiró enérgicamente del pelo de Ryuzaki, que tomó el gesto como una señal clara para por fin aventurarse a coger la totalidad del miembro con su boca.

Light sentía que iba a explotar en cualquier momento. La sensación de tener a L arrodillado entre sus piernas, llevándolo al cielo con su boca y mirándolo de forma tan lasciva; todo aquello era adictivo a unos niveles casi enfermizos. Su cuerpo entero vibraba al ritmo de los imposibles movimientos de un incansable Ryuzaki, que parecía anhelar aquello tanto como él.

Ambos sentían que estaban atrapados en una espiral sin retorno; más bien, una espiral de la que no querían salir por nada del mundo.

"Ryuzaki... Voy a... ah..."

Aquel aviso no frenó a L, que siguió succionando el pene del joven mientras usaba su lengua de forma intensa y arremolinada para llevarlo al límite. Y lo consiguió.

Light ya no podía retenerlo más. Temblando y gruñendo de placer, se dejó ir completamente dentro de la boca de Ryuzaki, de la que pronto asomó su caliente líquido blanquecino. Aquella visión era realmente perfecta; difícil de describir con palabras.

"Ryuzaki... Eres..."

Sin dejar de mirar al castaño, L se apartó despacio, limpiando los restos de semen que impregnaban sus labios con los dedos. Light contemplaba la escena ensimismado, fascinado, con una amplia y dulce sonrisa.

"¿He convencido a Light-kun?", preguntó el detective, intentando apaciguar el ritmo de su respiración.

"Claro que me has convecido... Pero ahora quiero ser yo el que te convenza a ti, Ryuzaki. Déjame hacerlo..."

Por alguna razón, la sugerencia de Light no fue del todo bien recibida por el joven detective, que, con visible inquietud, se incorporó precipitadamente para dar un pequeño paso atrás. Era como si, de repente, tuviese miedo de seguir adelante; de ser él mismo.

Extrañado, Light se incorporó para acercarse rápidamente a Ryuzaki y acariciarle la mejilla.

"¿Qué te pasa?"

"Me alegro de haberte convencido, Light.", contestó, incapaz de sostenerle la mirada. "Ya sabes que no tengo mucho tiempo. Debería continuar con la investigación."

"Pero... Ryuzaki..."

"Lo siento, Light."

Sin ofrecer más explicaciones, L se alejó de él para volver a centrar toda su atención en su portátil, como si lo que acabara de pasar fuese algo banal, insignificante. Al menos, eso fue lo que creyó Light que, dolido y buscando la soledad, se levantó de la cama para dirigirse al cuarto de baño.

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