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El sonido de la regadera llegaba tenue a sus oídos, mientras se preocupaba por terminar de trocear un poco de fruta fresca, que repartió posteriormente en dos bowls blancos.

Puso cada bowl al lado del otro, dedicándose a observar el mesón en búsqueda de algún detalle.

Dos platos reposaban en el mesón, sobre su respectivo mantel individual, con una pequeña torre de tres panqueques de avena en su interior. Junto a cada plato había colocado un bowl con fruta, mientras que una jarra mediana con jugo de naranja coronaba el centro del mesón, junto a un frasco de sirope de maple. Todo perfecto. Lo esponjoso de los panqueques seguro le encantaría a Nayeon.

Al menos eso quería. Era como una especie de prueba de fuego para ella como cocinera.

No tenía que darle muchas vueltas al asunto, pero aun así lo hacía. Sabía que a Nayeon le había encantado el CupCake porque su madre se dedicó a llamarla emocionada una vez la castaña se había retirado de la cafetería. Por supuesto, ya Mina sabía que Nayeon en algún momento iría a la cafetería porque ella misma se lo había pedido, sin embargo, nunca estuvo segura de que la doctora iría tan rápido.

Apenas le había dado chance de comentarle a su madre que Nayeon, la compañera de trabajo de la que tanto le había hablado, posiblemente fuese a la cafetería un día de esos a pedir la receta secreta de Mina.

Y Nayeon había ido. La voz emocionada de su madre solo fue portadora de buenas noticias, aparte de comentarios acerca de lo buena chica que se veía y el notable sonrojo que adornó su rostro al probar el cupcake.

Quizás incluso en ese momento su madre estaba más consciente de los sentimientos que crecían dentro de Mina que ella misma.

Pero ahora sabía completamente que nombre ponerle a ese súbito palpitar rápido de su pecho cada vez que la portadora de los ojos chocolate aparecía en su línea visual. Y eso solo la desesperaba más.

Sentía que ella misma se estaba poniendo entre la espada y la pared.

Por un lado estaba Jackson. El chico que había sido su mejor amigo y que era su pareja sentimental desde hace tanto tiempo. Sin duda lo quería, al menos más que al resto. Le tenía un cariño muy especial, pero, con toda esta nueva experiencia empezaba a creer más que su cariño era producto más bien de una sólida amistad que de algo cercano a una atracción romántica.

Nunca había sentido algo como lo que sentía en ese momento, por eso no había tenido chances de dudar. Sin embargo, el que se mantuvieran juntos era lo que todo el mundo esperaba de ellos. Casarse en un futuro, tener hijos, envejecer juntos. Con el tiempo que llevaban como pareja eso era lo que parecía más correcto.

Pero por el otro lado estaba Nayeon, y su corazón ardía cada vez que sus ojos chocaban con aquellos hermosos chocolates. Se había empezado a preguntar incluso que tan suaves podrían ser esos carnosos labios que siempre esbozaban una sonrisa, y el solo hecho de tenerla cerca la hacía sentir tranquila. Apenas se habían abrazado un par de veces en todo el tiempo que llevaban conociéndose y sentía que no había lugar más seguro que entre los brazos de Nayeon como si, en todo el mundo, ese fuera el lugar al que pertenecía.

No sabía siquiera si Nayeon sentía lo mismo que ella. Por una parte quería creer que sí lo hacía, que al menos despertaba alguna chispa de interés en la castaña, pero ella todavía tenía a una pareja a quién respetar. Todo se estaba complicando.

Y aunque tratara de ignorar los espasmos que cruzaban su espalda cada vez que se encontraba con Nayeon la tarea era simplemente imposible. Con su mirar cálido, su hablar calmado y su amabilidad la estaban enamorando cada día más y más. Si entraba a la cafetería, Nayeon era lo primero que buscaban sus ojos. Si iba camino a su consultorio sus ojos se detenían frente al pasillo del consultorio de Nayeon buscando alguna visión de la doctora.

Dra. Im Nayeon ‣ minayeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora