CAPITULO 2

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Los días pasaron por ellos como un carnaval de alegrías, Cecilia estaba vuelta loca y pasaban tardes enteras discutiéndolo todo. Tendría una gran cena de compromiso con los abuelos de Jerónimo, Cecilia iría como su única familia, porque en realidad así era como estaban las cosas y no le importaba, era feliz con ella, se sentía segura y apoyada.

-Debemos buscar un vestido grandioso- dijo Cecilia animada- pero aquí no existen nada bonito, bueno, la fiesta será en casa de los abuelos de Jerónimo en Sevilla así que todo estará bien-

-Siempre me han dado mala espina sus abuelos- dijo mirando un punto fijo recordando las veces que termino acompañando a Jerónimo a su casa- tienen una casa muy grande para ser simplemente dueños de bares-

-Deja de hacerte ideas, no todos tienen un pasado oculto- le regaño- Jerónimo es un buen hombre, y su abuelo es un viejo sevillano sobreviviente de un pasado horrible, que hizo dinero limpio, así como nosotras-

-Lo siento no puedo evitarlo, son mis traumas de guerra- suspiro siendo sorprendida por un par de brazos conocidos

-¿Hablando de mí?-

-¿De quién más?- respondió Cecilia- es como si no hubieses propuesto matrimonio a las dos- y Raúl, el jefe de meseros del lugar la miro molesto- Cariño, estoy jugando, que mi corazón es tuyo- y diciendo cosas sin sentido se fue tras el molestándole por todo el camino

-Quisiera la mitad de la energía que siempre ha tenido esa mujer- se burlaba Jerónimo

-Cuando la conocí tenía 18 años, y era una fiera, debiste conocerla- soltó riendo- si alguien me señalaba o me decía algo, parecía que se le iría a las mordidas-

Jerónimo siempre escuchaba atentamente esas historias, y las recolectaba con los años. Sabía que a Cecilia la conoció como empleada de su antiguo marido, lo que no sabía era que la salvaron de las deudas de sus padres y Dante vio en ella a un perrito de compañía para su esposa, mientras ella vio a una amiga, y ahora una hermana. Cecilia no tenía familia, sus hermanos y sus padres se los llevaron las rencillas de los barrios bajos, así que su mundo ahora era maravilloso, jamás pensó tener ni la mitad de lo que tenía, por eso idolatraba a Freya, porque de no ser porque accedió a llevársela con ella, seguramente hubiese terminado en algún prostíbulo.

Definitivamente esos pasados dejarían fríos a cualquiera, por eso la historia era que había escapado de unos malos padres (algo que no era del todo mentira) y su mejor amiga le termino ayudando.

El camino a Sevilla fue ruidoso y divertido, hacia muchísimos años que no se sentía así. Raúl y Cecilia hablaban de su tema favorito, las historias de fantasmas de Jaen, Jerónimo y Freya estaban seguros que Raúl investigaba todas esas historias solo para hacer feliz a su novia.

La casona de los abuelos de Jerónimo estaba a las afueras de Sevilla, era un lugar enorme, antiguo y que llenaba de orgullo a toda su familia. El señor Covarrubias, abuelo de Jerónimo salió corriendo a su encuentro "Dios te bendiga cada día hija" le decía mientras la apretaba contra su pecho, la señora Verónica besaba su frente y apretaba sus mejillas, él era hijo único del hijo único así que no paraban de rogarle una amplia descendencia, haciendo que su nieto no parara de callarles.

-Tú te enojas Jero, porque queremos ver esta casa llena de pequeños niños, pero no recuerdas como de solo te sentías recorriendo estos pasillos- le recordó su abuela- quizá podrían venir a vivir acá, los cuatro si así lo quieres, tu abuelo cada día es más viejo y los locales de Sevilla son mucho mejores que los de ese viejo pueblo fantasma-

-Siempre será una posibilidad- dijo Jerónimo besando la frente de su abuela llevando la plática más lejos de ese tema.

Freya siempre se sintió querida en esa familia, que aunque pequeña era ruidosa y amable. Le trataron como hija desde el primer día hacia años que la llevo en plan de amigos, y más aun cuando comenzaron a dormir en la misma habitación cuando hacían sus visitas.

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