CAPITULO 22

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Dante

Mirar a Leonardo llegar con Milán en brazos fue devastador, la nona corrió a él tomándolo en brazos mientras el joven lloraba desesperado, quería matarlo, golpearlo por ser tan inútil, pero eso no la traería de vuelta. Fueron apenas un par de minutos cuando todos se reunieron, cada cabeza que tenía detectado rodo, y todos pasaron por mis manos, en fila, sin piedad, porque sabía que donde quiera que tuvieran a mi amada no la tendrían.

La mente se me hacía un lio, nunca pensé que lograrían llevársela, no lo creí tan cojonudo y mi maldita manía de creerme más listo que los demás, me odiaba, pero también odiaba a la vida, odiaba su crueldad a mi persona, siempre me mostraba la felicidad, me la daba de manera efímera para después arrebatármela de las manos como una muestra de que alguien como yo no podría tener nada más que miseria...

Mientras todos creaban el plan mi cabeza vagaba años atrás, recordaba a Freya rogándome para que dejáramos todo atrás, en ese entonces no lo entendía, pero quizá no se refería a mi mundo, si no a mi propia persona, quizá yo debí salir de su mundo después de aquel encuentro, quedarme solamente con su voz en mi memoria, porque ahora apenas podía escucharla cantar junto a la cuna de Milán en voz tan baja, como si tuviera miedo de atraer la mala suerte con su voz.

El consejo de la familia se reunió en Paris una semana después de que se la llevaran, tenía años que no nos reuníamos, Milán se quedó con la nona resguardado por Fiorella, bese su frente dejando una carta en sus diminutas manos, hubiera deseado de todas las maneras no tener que separarme de su persona, hubiera querido tener el valor para dejar ir Freya y quedarme con esos ojitos que me miraban sin entender el mundo. Pero la amaba... y nadie más que ella merecía vivir esa vida.

Horas y horas pasaron mientras se discutía el tema, maldijeron en voz alta, y señalaron a tantos con el dedo, estaban molestos y se sentían traicionados, pero al igual que yo podian entender que este Giordano estaba menguando.

Mi madre lloro mi decisión, pero la abrazo amable, existían muchas cosas que no podian cambiar y el hacer que el poder de la Fagmilia Italiana atacara a ese maldito bastardo no era opción.

Las noches se hicieron pesadas para mí, cada día que paso era un día más de sufrimiento para mi amada, era una basura de persona. Tome la vida de una hermosa joven, llena de sueños y le vendí un amor que no pude lograr, la lleve al lodo y luego el mundo entero bailo sobre ella. Jamás sería capaz de tenerla a salvo, no debía mentirme, no debía mentirle.

-Estas seguro de esto- mi hermano menor revisaba esa nota mirándome nervioso

-No tengo ninguna duda, es tu momento hermano-

-El mundo como lo conocemos comenzara a caerse a pedazos con esto-

-Lo sé-

-Freya...-

-La traeré de vuelta-

-Promételo, hermano, promete que regresaran, yo te prometo que nunca en nuestra vida nadie mirara si quiera hacia donde la existencia de Milán se desenvuelva, pero júrame que regresaras-

-Lo juro hermano- la mentira se sintió como tierra en mi boca, pero eso no dependía de mí, y era tonto imaginar que esta vez podríamos salir librados.

Siete semanas después mi hermano tuvo razón, apenas se supo que el nuevo capo era Berto Giordano todos se pusieron en guardia, Dante Giordano desapareció de la familia, y ahora debían rendir a la nueva guardia.

Y ese no era el problema, el problema era que si alguien como yo estaba libre, entonces todos temían por sus vidas.

Los primeros en rendirse fueron todos los ojos internos, se entregaron uno a uno a cambio de seguir respirando, pero eran tan poco para satisfacer mi coraje, mientras buscaba el paradero de Freya, ese hombre elegante llegaba a mi mesa en aquel restaurante de España.

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