CAPITULO 15

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En un rincón de Toscana entre casonas abandonadas y calles sin gente vivía Alessandra Giordano, ese era ahora su nombre. Freya le gustaba, pero esa chica pelirroja y valiente se terminó rompiendo, y no podía más, no era tan fácil revivir una segunda vez, no quería seguir siendo ella.

Por eso cuando Nerea le sugirió cambiar un poco para poder pasar desapercibida ante ojos curiosos decidió hacerlo completamente.

-¿Alessandra?- pregunto Dante mientras acariciaba sus nuevos rayos de sol que le caían hasta los hombros

-¿No te gusta?- se sentó en sus piernas con un puchero divertido

-Podrías llamarte Petra, mientras huelas a ti...- clavo su nariz en su clavícula- mientras te sientas como tú- introdujo su mano entre su vestido- y mientras seas tú, será perfecto- sonrió a unos centímetros de su boca

La gran familia de Nápoles se cerró como jamás, Dante pago cada favor que recibió con poder y sangre, alejando a Alessandra lo suficiente para no hacerla sufrir de nuevo. La miro florecer cada día, poco a poco desde el fondo de esas semillas que recogió aquel día en la playa.

Algunas noches mientras dormían miraba las marcas en su piel y no podía evitar odiarse. Deseaba dar la espalda a todo y solo quedarse con ella en esa vieja casa, vivir con ella cada día sin problemas. Pero ambos ahora aceptaban la realidad.

Ella sabía que el no saber de sus negocios no querría decir que no existieran, y él estaba de acuerdo en responder sinceramente cada pregunta que ella le hiciera. La sinceridad no era su fuerte, pero era parte de estar bien.

Y con todo eso, poco a poco, cada día, en lo cotidiano todo se volvió pasado, tan pasado que ninguno de los dos se dio cuenta de su presencia.

Jerónimo regreso a esa tienda donde encontró a la joven durante un mes cada día, y así fue como pudo mirar a la rubia tres veces más. Entre más la veía, más convencido estaba que no era Freya, pero se parecían tanto, tanto que no podía dejar de verla. Era algo agobiante y enfermo, aferrarse tanto a un recuerdo a tal nivel de verla en todos lados.

Ahora que le había puesto tanta atención, sabía casi de memoria todos los tatuajes visibles que tenía, se dio cuenta que solo hablaba italiano, y jamás se separaba de su abuela o el chofer que le seguía de cerca desde hacía unos días, sus pasos eran lentos, como si le costara darlos. Definitivamente la había mirado demasiado.

Quien también le miro demasiado fue Leonardo, el chofer que cuidaba de Freya, después de toparlo por tercera vez ese mes, llamo a Dante quien estaba en Rusia por negocios.

-Alessandra, amore- la voz de Dante del otro lado del auricular le hizo sonreír

-Dante, ¿Cómo va todo?- se sentó en la terraza mirando el atardecer de Nápoles

-Bien cariño, de maravilla, Damiano te envía sus cariños, al parecer regresara pronto a Italia-

-¡Que emoción!- sonrió- Hace mucho que no veo a Nerea, la echo de menos-

-Lo se querida, llegare en unos días, así que deberían regresar a la Cortona, con la abuela, mamá esta maravillada con tu presencia, y por lo que me dijo la terapia ha ido bien-

Alessandra sonreía feliz, los meses que solía pasar en Nápoles con la madre de Dante eran como si todo fuera normal, así lo era, hasta que miraba sus pies en terapia y veía todas las cicatrices y las marcas de eso huesos lastimados de aquel día.

El día siguiente mientras Alessandra hacia las maletas Leonardo decidió investigar un poco, fue a las tiendas donde solían ir durante el día buscando encontrarse con el castaño que los miraba de días atrás, y al final lo vio en el café cercano al negocio donde compraban los víveres.

Jerónimo reconoció enseguida al joven, y pensó que sería buena idea sacar conversación, aunque fuera un poco, le gustaría saber más que su nombre, lo vio de pie en el café pero la chica que le acompañaba no estaba en ningún lado.

-Señor- se acercó hablando en español esperando hacerse pasar por turista- Disculpe-

-¿Diga?- respondió con un asentó perfecto que le sorprendió

-¡Genial! Sabe español- intento hacerse pasar por un turista cualquiera.

Mientras preguntaba direcciones sin sentido Leonardo lo analizaba a conciencia, no podía ser él, no podía tener tan mala suerte para que los hubiera encontrado, y aunque parecía lo contrario, después de prolongar las indicaciones hacia una plática se dio cuenta que no la reconocía.

-Muchas gracias, llevo unas semanas aquí y había tenido esas dudas durante algunos días-

-Le entiendo, cuando fui joven trabaje en roma, así que puedo, ocupar los idiomas. Sonrió amable, me despido, mi esposa me espera-

-Que fortuna tienen los casados- menciono intentando saber de quien hablaba

-Y de todos la mayor fortuna es la mía- se acomodó la boina alejándose- mucho gusto- le sonrió y con todos sus sentidos alertas pudo verlo siguiendo sus pasos.

Alessandra y la abuela esperaban afuera, la abuela se acomodó con cuidado y cuando lo vio asomado por la esquina, sujeto a la rubia de la cintura ayudándola a sentarse "¿Todo bien?" le susurro sintiendo ese movimiento de más y el asintió besando su frente como si fuera de lo más normal.

Jerónimo no podía entender como podían ser pareja, los vio por días y jamás vio una interacción profunda, aunque claro, ya se sentía como un loco, no podía pensar que lo que sus ojos le mostraron fue real.

Leonardo le dijo que estaba de vacaciones con su suegra y su esposa, Freya no tenía familia, y mucho menos se hubiese casado de nuevo. Definitivamente estaba loco, al fin ese desgraciado de Dante podría regocijarse, se había vuelto loco.

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