CAPITULO 17

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Montemerano apenas si tenía gente, era el lugar perfecto para quienes desean vivir en calma, entre sus callejones de piedra y sus escasos habitantes la familia Giordano vivía feliz.

Fue un poco más difícil de lo que pensó Jerónimo, buscar a esa chica entre la gran Italia, por un momento su mente le volvió a traicionar y se vio viajando a Nápoles para asegurarse de que detrás de las puertas de la gran mafia de Nápoles no tenían a ninguna rubia entre sus filas.

Claro que no, lo que si se encontró fue a un Dante completamente diferente al de hace dos años, su mirada aún seguía furiosa, pero su ceño no se encontraba fruncido, lo vio entrar al lugar con ese aire de superioridad que siempre tuvo y sintió coraje al poder notar lo incipiente de su propia persona.

El apenas si era una sombra del gran hijo de la Garduña, apenas si era nada. Y aunque sus más fieles seguían buscando la manera de volver sobre su gloria, la verdad era que eso se encontraba cada vez más lejos de la realidad.

Claramente ese fue uno de los principales motivos que lo llevaron a caminar tras de la rubia de tatuajes brillantes que conoció días atrás; y así fue como anuncio su llegada a Montemerano. La casa que lo acogió era una pensión común, un hotel de paso para los curiosos y enamorados de las viejas construcciones italianas, y el único lugar en todo el pueblo que vendía algunos víveres lo suficientemente decentes.

-El bazar se pone una vez al mes, llegaste cerca de esos días, es cuando tenemos más movimiento, fuera de los turistas que gozan del rio, y de salir a montar-

-Deseaba un lugar donde poder estar con mis pensamientos-

-Al igual que todos- le sonrió el joven castaño que le indicaba su habitación- las villas algunas veces abren sus puertas para los visitantes, solo algunas que son privadas prefieren mantenerse así, la pasara bien- le volvió a sonreír mirándolo perderse en la vista de los callejones

La tarde llegaba y con ella el fresco del día, Italia siempre era así de calurosa o tan extrema que ahogaba, definitivamente no estaba hecho para ella, pero España era un lugar que no deseaba volver a pisar.

Nadie a su alrededor lo sabía, pero desde que perdió a Freya las noches venían furiosas por él, lo tomaban de manos y pies arrastrándolo a su infierno personal. En este miraba ese cabello rojo regado por el suelo, y escuchaba ese eterno sollozo lamentable, se ahogaba, temblaba y mientras más se acercaba las plantas de sus pies se cubrían de sangre.

"Freya..." susurraba intentando escapar, no quería verla, no así, no muriendo en vida, pero la imagen nunca lo abandonaba, lo perseguía cual pesadilla eterna que mostraba sus peores pecados, le seguía una y otra y otra vez, jamás podía tocarla, el perdón tampoco era una opción, solo podía ver su propia maldad bajo sus pies, su propia maldad dibujada en la piel de esa mujer.

En esos momentos volvía a la tierra, desesperado y aterrado de sí mismo. ¿En realidad fue ese monstruo? Se cuestionaba una y otra vez hasta que llegaba el amanecer.

Alessandra por otro lado adoraba Montemerano, era como tener su propio refugio, siempre un lugar donde ocultarse, un lugar donde los rostros eran amables y pacientes, le gustaba caminar hasta el pueblo, tomar una cerveza con Nerea, quien trabajaba el único restaurante del lugar, una manera de poder vigilar, eso era seguro, pero no le importaba, no le importaba si el mismo Dante había construido todo ese lugar como un engaño solo para ella, era feliz.

Pasaron solo tres días y ese pequeño pueblo hizo su magia, Jerónimo se liberó un poco de su carga, el silencio al principio fue a aterrador, no tenía el placer de poder convivir de manera amable con sus propios pensamientos, pero la reconciliación con su mente debía empezar por algún lugar.

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