Capítulo 7

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Mantuve el teléfono pegado a mi oreja evitando que el temblor de mi mano no se notase demasiado. Mi mente quedó en blanco por unos segundos, su voz sonaba tan oscura como siempre y su actitud seguía siendo la misma, aunque ahora era mucho más siniestra. O así la veía yo.

—No has cambiado mucho luego de un año. Tu pelo sigue estando desastroso, tus ojeras están intactas y aún te paseas por el mundo desaliñada y sin una gota de maquillaje. Aunque tu peso disminuyó y te has estado preocupando de rasurar tu bigote.

—Harry no...— intenté hablar, pero me vi interrumpida por sus palabras.

—Después de haber probado tantas merluzas en mi vida puedo decir que tenías razón, el salmón siempre fue mi favorito.— dijo de repente. Ladeó una sonrisa en sus labios, mirándome divertido.

Había entendido su referencia a la perfección, recordé aquellas palabras que le dije cuando nos estábamos conociendo, el día en que nos comparé a Gina y a mí torpemente con peces.

¿El imbécil había tenido tiempo de sobra y tenía libreteado hasta qué decirme para cuando me volviera a ver, acaso? Me parecía insólito y temí el hecho de que quizás le estaba dando en el gusto, quizás él siempre quiso que yo viniera para así poder burlarse libremente y recordarme lo estúpida que soy.

Mis mejillas se calentaron de la repulsión que sentí al escucharlo. Sin embargo, no entendía su actitud, parecía que le iba mejor tras las rejas, no tenía indicios de cansancio ni cicatrices como ellos suelen llevar siempre debido a las rencillas violentas que están acostumbrados a tener. Estaba como nuevo y mostrando su verdadera personalidad.

—Tu vendrías siendo un pez payaso, hijo de puta.— escupí con odio antes de que prosiguiera con su discurso de presentación que, realmente, me importaba una mierda.

Él soltó una carcajada y se inclinó por encima del mesón sin apartar el teléfono de su oído.

—Por eso no te puedo sacar de mi cabeza, porque siempre tienes algo para decir y nunca puedes cerrar la puta boca.— relamió su labio inferior, no eliminaba su mirada desafiante de la mía, no me iba a quedar atrás, no iba a parecer sumisa frente a él.— Me sigues encantando de la misma manera, Faith.

Sentí mi estómago revolverse, no quería escucharlo más, no vine a esto. Sus palabras me producían asco pero a la vez, me llevaban hacia unos meses atrás cuando todo era una maravillosa mentira, sintiendo las polillas quemarse dentro de mi.

—Lástima.— le respondí seca y duramente, imitando su término favorito.— Porque a mi me encantaría ver cómo te pudres en este lugar.— tan venenosa como nunca, aquella frase era la única que me podría representar en este momento —Y mi nombre es Rebecca, imbécil.

Harry arrugó su nariz y negó con la cabeza divertido.

—Supongo que me extrañaste.— volvió a hablar con mucho más burla en su voz.— ¿Cómo has estado?

—No vine a hacer vida social contigo.— traté de parecer firme.

—¿A qué has venido entonces?— replicó alzando las cejas y eliminando rastros de su sonrisa.

Tragué duramente.

—Quiero... quiero preguntarte algo.— titubeé. Harry pasó la lengua por sobre su labio inferior y soltó una silenciosa carcajada.

—Si piensas que responderé a tus estúpidas preguntas de policía mediocre, olvídalo. Ya me tienes dónde querías ¿Qué más necesitas de mi?— apoyó sus codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante.

—Créeme que si fuese por mi no te volvería a ver la cara nunca más.— escupí, sintiendo mi rostro calentarse.

Harry calló por unos segundos, mirándome fija e intensamente.

Rebecca |2 libro|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora