—Hola Becca, hay comida en...— la voz de mi padre desvaneció cuando vio que no le presté atención. Eran las ocho de la noche y estaba llegando del trabajo; no me sentía bien.
Cerré la puerta tras mis espaldas y corrí hacia las escaleras sin ni siquiera saludar, quería ir hacia mi laptop para ver si habían actualizado algo de la noticia de esta mañana, estaba con los nervios de punta y más aún con aquel mensaje.
Tan... bizarro.
Querían que volviera.
¿Quién quería que volviera?
Quería meterme en la cabeza que mis temas en los Estados Unidos estaban completamente zanjados.
Pero no lo estaban, claramente hay una persona esperando por mí. La persona que casi logró asesinarme arriba de una avión.
Sin embargo, no iba a volver. Nada me hará regresar aunque mis ganas de hacerlo estén latentes.
—¡Rebecca Lorca!— vociferó cuando estaba a punto de pisar el sexto escalón. Me paré en seco, girando sobre mis talones. Lo vi aparecer por el marco de las escaleras con una expresión de molestia— ¿Acaso nos vimos todo el día? ¿Por qué no saludas?— reprendió.
—Tienes razón, lo siento.— murmuré arrepentida.— Hola.— le di una pequeña sonrisa fingida.
—Ven acá.— mandó con severidad y apuntó hacia el suelo haciendo referencia a que debía ponerme frente a él.
—Papá...— chasqueé la lengua fastidiada, respirando pesadamente.— ¿Necesitas algo? Tengo algunas cosas que hacer ahora.
—Baja.— Volvió a mandar.
Por un momento recordé cuando teníamos los típicos problemas de niña adolescente soberbia y padre estricto sobreprotector, eran algo común entre nosotros en esas épocas. Ahora, esa misma voz rígida que estaba utilizando me alarmaba que esto no iba a terminar bien, no conmigo estando extremadamente angustiada.
No pude evitar voltear los ojos y suspirar. Bajé las escaleras dando pisadas fuertes y resonantes, casi sintiendo que la madera podría romperse bajo mis zapatillas.
Cuando toqué el suelo y me puse frente a él, comenzó a mirarme todo el rostro con detención, concentrado. Alcé las cejas y me crucé de brazos esperando que hablara pronto. Mi pie empezó a dar pequeños toquecitos en el suelo denotando impaciencia, papá bajó la mirada hacia esa acción.
—¿Qué es lo que te preocupa?— preguntó, también cruzándose de brazos y dando un fuerte exhalo.
Apreté mi labio inferior, raspándolo con mis dientes. Olvidaba lo bueno que era para leer expresiones, el don que él me enseñó. Obvio que se iba a dar cuenta que algo me pasaba, aún si llegaba sin siquiera saludar.
—Nada.— me encogí de hombros desviándole la mirada que cada vez se intensificaba más.
—Puedo estar enfermo y se me pueden olvidar muchas cosas, Rebecca, pero te conozco muy bien y cuando dices que no pasa nada es porque pasa de todo ¿Qué es lo que te pasa?— insistió.
—Si, la verdad es que me pasa algo.— confesé sintiendo mi garganta cerrarse.— Pero no te lo voy a decir.— él alzó las cejas y asintió, bajando las comisuras de sus labios.
—¿Ocurrió algo en el trabajo? ¿Alguien te faltó el respeto? ¿Viste alguna cosa que no te gustó?— me invadió de preguntas.
—No.— mentí— ¿Puedo irme ahora? Si necesitas algo puedes pedírselo a Soraya, estaré algo ocupada allá arriba.— avisé. Soraya, la nana, se iba en dos horas más, solía permitir que se fuera cuando yo llegaba de la cafetería pero esta vez era necesaria su presencia.

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Rebecca |2 libro|
FanfictionEl perro es fiel a su dueño hasta que le dan una buena comida y un techo para cubrirse del mal clima. Ya no tienes que fingir ser su perro, pero tienes que vivir con el recuerdo de que algún día quisiste serlo. SECUELA DE HARRY. Te recomiendo pasa...