Epilogo

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El final esta escrito desde antes de empezar la historia.

Sin embargo, el final de cada persona aunque parezca el mismo, aunque esas personas merezcan la misma desgracia, nunca pero en serio nunca, termina de la misma manera.

Me entregué a las autoridades como cómplice de una red de narcotrafico y trata de personas que Simón controlaba a nivel nacional. No me extraditaron, de hecho, muchos de los cargos me fueron quitados por las pruebas que de alguna manera salieron a la luz en cuanto al abuso mental y sexual que Simón tenia contra mi. 

Estoy segura de que esas pruebas fueron obra y gracia de Diego y por alguna razón sospecho también de Julian, quien antes de morir de alguna manera tuvo contacto con él. 

Se dijeron muchas mentiras y también muchas verdades que la gente pensó que eran mentira.

Diego mató a Simón y muchos de sus hombres constataron el asesinato. por lo que ahora Diego pasó de ser un líder a un prófugo de la ley con gran movilización en cuanto a mando, o diciéndolo de una manera más fácil, si quiere venir a la cárcel, con unos cuantos miles lo dejan entrar como si fuese Dios. 

Julián murió hace un mes en una operación a corazón abierto, luego del disparo su recuperación estuvo muy forzada y no aguantó una de sus ultimas operaciones antes de la recuperación completa. 

Y respecto a mi, tardé meses en escribir el final de esta historia por el luto que decidí guardarle a Sofia y esta bien, la veracidad de esta historia será conocida algún día no importa donde estemos todos los involucrados,y siendo sincera, tampoco es como que pueda hacer algo mas que eso aquí.

Llegar a esta parte de la historia ha sido muy fuerte, no he sabido superarlo siendo sincera, y no sé porque me siento tan vulnerable al respecto. En parte he llegado a creer que es por la culpa, hasta hace un año quería ser yo quien le disparara en la cabeza. 

Idiota.

—Esperan por ti. —Dice un hombre uniformado delante de mi.

Extrañada bajo de la incomoda cama de concreto colocando mis pies descalzos en el suelo, me miro en el espejo roto en frente de mi y el uniforme naranja en definitiva no me sienta, el cabello sucio de días y las ojeras mucho menos.

Abren la reja de mi celda dándome paso y siendo escoltada hacia la sala de visitas.

Llego al cubículo marcado por el número siete y sonrío al encontrar a quien menos espero detrás del cristal con el teléfono pegado a la oreja. Vestía una franela blanca y una gorra negra que muy poco dejaba ver su rostro, pero a kilómetros yo podía reconocer esos hoyuelos y ese cabello oscuro.

Desgraciado arrogante.

—Te ves mal. —Dice al momento en que tomo el teléfono de mi lado del cristal pegándolo a mi oreja.

Se que se refiere a mi rostro, lo único que pude hacer desde la ultima vez que lo vi fue escribir nuestra historia. Él no estuvo del todo conforme con la idea, pero finalmente cedió a que esto era algo que las personas debían saber, incluso sin saber si la historia fuese o no cierta.

—Estoy mejor que tú. —Digo sonriendo sin esfuerzo.

Me intrigaba saber de su vida, de sus caminos, sus travesías, sus amores, pero no era el momento para hablar de eso. Me reconfortaba que hubiese venido a verme a este lugar tan tétrico, no sé, hasta ahora siento más empatia y cariño por el que por cualquier otro ser humano en la vida.

—Quiero verlo. —Pide refiriéndose a la historia.

Dejo caer dos libretas de apuntes sobre la mesa que nos divide y el oficial las revisa verificando que no tengan notas o alguna cosa rara. Al verificarla la pasa al buzón y el hombre frente a mi las toma.

Dos historias tan diferentes y tan iguales a la vez reposan sobre la mesa de metal. Los títulos sin duda son algo confusos, pero sé que la gente sabrá entender. Lo más tétrico del amor y cisne negro, las historias de dos mujeres con un destino incierto y a la vez aterrador.

Si, son buenos títulos, ojalá sean bien recibidos. 

—Quien diría que pasaste de ser ... —Se detiene y me mira.

—Zorra, lo sé. —Río como estúpida. —Dilo, fui una zorra.

—Ahora eres escritora. —Comenta pasando algunas paginas de una de las libretas.

—Solo escribí lo que sucedió sin saltar detalles. —Admito. —Aunque te opusiste varias veces, y ahora mírate.

—A Sofia le habría gustado. —Sonríe a medias.

—Diego.—Le llamo haciéndole levantar la mirada hacia mi. —¿Llevas telas cenizas donde te dije?

Él asintió.

Le pedí a Diego llevar las cenizas de Sofia al acantilado donde esparcirlas de mi madre, después de todo, es el lugar de los inocentes, ellas merecen pasar a la otra vida siendo recordadas de la mejor manera por quienes las quisieron.

—¿El niño? —Pregunto al ver que no lo trajo consigo.

—Lo inscribí en una clase de Fútbol. —Ríe. —Es malisimo, casi siempre juega con la cara en el suelo.

—Aún esta muy pequeño, me preocupaba que desarrollara algún trauma luego de lo que sucedió.

—Esta muy bien, tranquila. —Me calma.—Espera al día en que su tía por fin salga de este horrible lugar.

—No es tan malo.

—Te dije muchas veces que puedo sacarte de aquí sin problema. —Me regaña con evidente enojo. —Pero sigues empeñada.

—Quiero cumplir mi tiempo ¿Si? Lo necesito. —Pido para que entienda por milésima vez.

Asiente y toma las libretas mirándolas con emoción. Sé que quizás la historia no haya terminado, que la mayoría no logre entenderla con exactitud, que no sientan el mismo lugar que nosotros pero es lo que queremos hacer y eso está bien.

A la mala aprendí que no siempre hay un final feliz, que las cosas no siempre terminan como deseamos, que hay personas que el destino nos arrebata y hay que lidiarlo, al igual que nuestras emociones.

—¿Pensaste un seudónimo para poder entregar esto a alguna editorial? —Pregunta  Diego sacándome de mis pensamientos. —Ni pienses que puedo usar tu nombre real.

Solo lo miro fijamente, mentiría si dijera que Diego no ha tenido un impacto enrome en mi vida luego de lo sucedido y quizás algún día,si logro salir de aquí y no es demasiado tarde, haya una oportunidad para nosotros... me gustaría eso.

Sonrío.

—Sofía.—Digo sin titubear.



... 

Fin.

Cisne Negro ✔ Asher #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora