6. Lujuria.

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La música

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La música.

Siento que vibro con ella, es imposible tratar de escuchar otra cosa. Me tomo mi tiempo para mirar los alrededores, veo muchas chicas lindas y muy bien vestidas caminar de un lado a otro con copas de champagne en la mano.

Vaya que el lugar era exclusivo, era tanto que por un momento volví a pensar que era mala idea.

Pienso un par de segundos y me decido por dar una vuelta por todo el antro. Me aproximo al bar y me doy cuenta de que hay un balcón sin techo extensamente grande detrás de él con vista a la ciudad.

La curiosidad no es un impulso al que uno simplemente puede ignorar, y por eso mismo, me veo obligada a caminar entre las personas hasta el final del balcón.

Hay unas zonas VIP ¿Por qué no me sorprende? Muebles de madera negra y cojines aterciopelados rojos. Hay pequeñas luces decorando los centros de mesa y hombres uniformados custodiando cada uno de los cubículos detrás.

Uno de ellos me escanea de arriba abajo, como si fuese una sangre sucia. Sin intenciones de seguir soportando esa mirada me alejo, pero sin poder quitar la vista de ese lugar.

Es el punto.

Siento un fuerte golpe en la espalda y escucho un vidrio rompiéndose. Me giro, pidiendo todas las disculpas que puedo en esa fracción de segundo y encontrándome con Julián.

Su mirada ahora oscura, su cabello húmedo, sus labios rojos en forma de corazón y mierda, ese traje de verdad que le otorgaba toda la justicia del mundo.

Como todos los hombres con los que me había topado esa noche, me escaneó como un cínico y sonrió. No quería darle el gusto de conocer mis intenciones en este lugar, pero para este entonces, Julián era el único que se acercaba a una idea, aparte de mí.

Rompí el contacto visual y seguí caminando por el lugar, como si su presencia no me hubiera importado, como si el fuese para mí, lo mismo que yo para él: nadie.

En los pocos días que habían trascurrido Julian se había empeñado en hacer de mi existencia algo nulo, y lo repito, no es que me importara es solo qué es extraño. Una por lo general no se desprende de la primera persona que conoce al llegar a un nuevo colegio, pero él en especifico era alguien peligroso para mí.

Porque nadie en su sano juicio que supiera mi posición ni de donde provengo, intentaría retarme tan descaradamente como ese chico lo hizo.

Era fuerte el mal nacido, seguramente uno de esos catalogados fuckboy asi mismos. Lo extraño en Julian era qué siempre estaba solo, y bueno, tampoco es que yo tuviera a quien preguntarle al respecto de él.

¿Por qué se me había acercado si prefería la soledad? ¿Quiere jugar con la chica nueva? ¿Es eso? No me sorprendería.

Me recosté de una pared cerca de los baños, de verdad que no sabía cómo demonios las prostitutas profesionales lograban hacer esto. Yo podía robar, podía estafar, podía mentir, pero jamás en mi puta vida, había intentado esto y los nervios me domaban.

—Estoy harta de las mismas zorras. —Exclamaron detrás de la barra. Un hombre de unos veintitantos iba de traje gris con dos guardaespaldas siguiéndole.

Mi madre, si tenía más de treinta era imposible.

Una chica con un minúsculo vestido de cuero de serpiente se acercaba a él con demasiado interés, puesto que mientras el hombre más la rechazaba, ella más se acercaba.

El hombre entró a la zona VIP y los guardaespaldas se esfumaron.

¿Qué pasaría si...?

Me mordí el labio de solo pensarlo. Esta noche había dejado mi papel de chica mala en la residencia estudiantil, pero vaya que lo necesitaba, me urgía, de otra forma no era capaz de conseguirlo.

Caminé a la barra y llamé al bartender.

—¿Me preparas algo fuerte y lo sumas a la cuenta de Diego Olsen? —Pregunté. —Soy su invitada, me he dejado el monedero en el coche y me da pereza salir. —Expliqué.

El chico —muy guapo, por cierto— asintió y lo miré lanzar vasos y botellas de un lado a otro mientras preparaba algún tipo de pócima maligna. Un par de minutos más tarde me entregó un pequeño shot de color rosa y azúcar en los bordes del cristal.

—Se llama Lujuria. —Dijo por sobre la música.

Excelente, incluso el trago me ve la cara de estúpida.

Me tomé el shot de un solo tirón y lamí el azúcar en mis labios. —Deséame suerte ¿Quieres? Estoy a punto de cometer una gran estupidez.

—Suerte.

El trago hizo su efecto en menos de lo que esperaba, puesto que sin siquiera terminar de quitarme aquel sabor de la garganta mis pies ya estaban frente a aquel hombre de traje gris y el hombre de seguridad custodiando el paso hacia la zona VIP.

Hay un montón de chicas bailando cerca de mí, el hombre de traje no despega su mirada. Era una especie de prueba que había captado, los hombres siempre quieren ver lo que tienes para ofrecer.

Te daré algo para mirar. —Le digo con el movimiento de mis labios.

No lo pienso y comienzo a bailar lentamente, moviendo mis caderas al ritmo de la música. Deslizo las manos por mi pelo, mi cuello y voy bajando por mis pechos hasta agarrarme los muslos y jugar con el borde del corto vestido.

Las chicas se apegan a mí en el baile, y la verdad me hace sentir un poco más segura cuando entre todas las caricias toman lugar, sobre todo porque la mirada de mi prospecto, seguía aún conectada a mí.

Sus ojos se oscurecieron, llevaba un pequeño vaso de Whiskey a sus labios y se los mojó para lamerlos seductoramente. Con todas las ganas le iba a demostrar a aquel hombre que cuando quiero algo, lo obtengo.

La música se intensificó y me lamí los labios mientras me agarré de los pequeños tubos que sostenían otra culebrilla de goma espuma en la entrada de la zona VIP.

El gorila junto a mí gruñó y yo le sonreí sin gracia alguna. —Ábrela ¿Quieres? —Encajé mi dedo índice en la cremallera de su pantalón. —O te despedirán por negligencia.

Muy inteligente él, miró a su jefe y este le hizo una señal clara de que me dejara pasar.

Oh, Baby ¡Yes!

Mis nervios estaban a flor de piel, pero no podía retractarme, lo estaba haciendo muy bien como para echar todo a perder a esas alturas.

Caminé contoneándome hasta él, sin quitar mi vista de sus detalles ni un segundo. Era alto, de contextura fuerte, cabello claro y ojos verdes. El traje se le ajustaba mucho al cuerpo, y ya que sus brazos estaban recostados del gran sofá su fuerte pecho resaltaba para mi vista.

Me acerqué lo más que pude y me incliné. —A sus órdenes. —Le susurré cerca del cuello.

Este sonrió, se lamió los labios y levantó una ceja de forma retadora mientras que me incitaba a sentarme a horcajadas en sus piernas y quitándole el vaso de Whiskey de las manos.

Su agarre rápidamente se forjó en mis muslos y eso para mí no fue más que luz verde para empezar a jugar con mi víctima. 

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Nota de la autora: Perra no, perrísima. ¿Que piensan ustedes de la facha de Odette de chica mala? ¿Se identifican o prefieren a la chica inocente? 

No olvides votar, es cariño y comprensión. 

¡Muack!

Cisne Negro ✔ Asher #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora