13. Dudas del pasado

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SOFÍA.

—¡Esa fue, literalmente la defensa más ridícula que alguna vez presencie! —Dice el abogado detrás de nosotros. Mi mirada seguía fija en la chica delante de nosotros, porque algo me decía que esa cara no debía sacarla jamás de mi mente.

Aquella chica era bonita, preciosa de hecho, pero su mirada la delataba por completo. En todo este tiempo adquirí la habilidad de saber identificar las mentiras por el físico, identificar la forma y manera en que alguien podía decir una mentira sin siquiera abrir la boca era mi nuevo juego personal.

Y esta chica, pobrecita, ella misma era una mentira.

—¡Está despedido! —Escuché la ronca voz de Hakim, mi guardaespaldas.

Diego y yo seguíamos concentrados en esa chica, el arma en mi mano seguía caliente por la rapidez y la fuerza con la que ejecuté ese disparo. Fue una suerte, una total y rotunda suerte que la cabeza de esa loca no estuviera en medio porque cualquier sabe que cuando pierdo el juicio, también la puntería.

—Mañana mismo estarás en la cárcel y todo, absolutamente todo se irá a la mierda, mi trabajo, mi firma, mi... —El abogado siguió, incluso cuando nosotros no estábamos haciendo caso de su quejumbrosa escena.

—Usted se irá a la mierda. —Murmuró Hakim con esa rabia tan familiar que ya le sabia identificar.

Finalmente actué, di un paso hacia atrás y fije mi mirada en Diego. —Ya que ella no se presentará ¿Lo harás tú?

—Odette, viene referida de la agencia nacional. Experimentada según su curriculum, manejo de tiro, defensa personal y...

—Y también impulsiva. —La miré nuevamente. —Nena, es muy ingenuo que creas que a mi marido lo vas a impresionar con un arma, créeme.

Diego puso los ojos en blanco y caminó fuera del lugar de tiro para dirigirse y ocuparse al escándalo que mi abogado y Hakim tenían al fondo. Los hombres que sujetaban a aquel rostro bonito que llevaba por nombre Odette, me miraron con confusión, no tenían ni la menor idea de qué hacer con ella.

Y si, lo más prudente era echarla, darle las gracias por su tiempo y hacer que me odiara por el resto de su vida, pero eso no pasó.

—Que espere a Diego en recepción, y por nada del mundo le devuelvan el arma. —Ordené. Los francotiradores la soltaron y le indicaron el camino de salida hacia el ascensor del edificio.

—¡Tú no tienes ninguna autoridad para despedirme, imbécil! —Un grito aún más fuerte atrapó mi atención. Hakim su arma en la mano y el hombre —El muy estúpido hombre— actuaba como si Hakim no fuese capaz de hacerle daño.

—Él tiene toda la autoridad de hacer lo que crea mejor para mi esposa, incluso dispararle. —La voz de Diego invocó el silencio inmediatamente, tan gruesa e imponente que hizo eco en el lugar donde nos encontrábamos.

Lo siguiente que presencie fueron dos pasos en defensa propia del abogado y una sonrisa de Hakim tan cínica como encantadora al ver a aquel hombre temblar ante las palabras de Diego.

—¿Alguien aquí me va a decir que cojones sucedió en mi juicio? —Gritó mi marido con fuerza, pero no con enojo. Y como lo acababa de decir, su juicio, el cual yo había tenido que defender como su persona ante el tribunal para reclamar la parte de la herencia de Diego que aún estaba siendo usada para cuestiones ilícitas internacionalmente.

El abogado carraspeó y acomodó su corbata azul marino y las solapas de su traje

—El fiscal apeló sobre la falta de pruebas del robo de la herencia de su familia, en este caso, no hubieron rastros de movimiento de dinero de unas personas a otras como sucedió con su esposa y como cerramos su caso con los Asher.

Cisne Negro ✔ Asher #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora