Mientras me encontraba sentado en mi escritorio escribiendo su nombre una y otra vez, la clase de matemáticas transcurría, faltaba poco para salir a receso, que más me daba, total no jugaba con nadie. Nos enseñaban las tablas del siete, aun escribiendo podía entender las clases, no necesitaba poner atención, era una de mis habilidades que siempre he tenido. A mí par estaba Liam, que por más que tratara de poner atención a las clases no daba una, las matemáticas nunca han sido su fuerte.
Ella se encontraba en la parte delantera del salón, lucia radiante, que digo radiante, ella lucia hermosa, bella... cualquier palabra para definirla se quedaba corta. Allí estaba con su cabello recogido con una cola de caballo y una diadema azul, la observaba mientras ella escribía en su cuaderno lo que el maestro escribía en la pizarra, a la par de Jenny estaba Liza, su mejor amiga, inseparables desde que ambas se conocieron un año antes.
Ya había transcurrido un año desde que yo había conocido a Jenny, ya un año desde que no he podido dirigirle la palabra, no es que no quisiera hablarle, no podía hablarle. Siempre que me saludaba por las mañanas me quedaba en silencio y bajaba la mirada hacia el suelo y me dirigía hacia mi escritorio sin poder responderle el saludo.
Me sentía incómodo siendo yo mismo, odiaba no poder hablarle, veía como los otros chicos podían simplemente dirigirle la palabra, mientras yo, enamorado de ella y en silencio, sin explicarle lo que me quemaba ese amor por dentro. Así transcurrían mis días.
La clase había terminado, todos salieron al sonido del timbre, quedándome solo en el aula, ese era yo en el recreo. Salí despacio del salón, veía de reojo a todos jugando en el sube y baja, en el resbaladero o en los columpios. Yo era quien me quedaba afuera del salón escribiendo en mi cuaderno mientras los demás actuaban como niños normales. Así fue como el año transcurrió, no era que me gustara sentarme cerca del aula, pero era el mejor lugar para poder observar a Jenny.
Todos los días se acompañaba de Lisa, juntas platicaban en una banca cerca de los resbaladeros, verla ahí sonriendo, mentira su cabello rubio ondeaba con el suave viento. Ese era el mejor momento de mi día, durante horas la veía de espaldas en su escritorio, en momentos giraba hacia atrás y tenía la sospecha que me observaba, pero solo era eso, una imaginación mía, pero esa media hora tenía la dicha de verla de frente, verla como ella era feliz, como era ella misma. Ver los hoyuelos que se le formaban cuando Liza le contaba algo gracioso, ver como se acomodaba el mechón rebelde de su cabellera, ese era yo viendo a la niña más hermosa del mundo.
Todo estaba perfectamente hasta que sucedió lo inesperado, nada podía opacar mi día, solamente se necesitaba de cinco niños rodeándome y tapándome la vista, cinco niños que no me caían nada bien, niños que me molestaban por ser yo mismo, molestándome porque ellos eran más fuertes y grandes que yo.
De la impresión que me causo eso cerré rápidamente mi cuaderno para que ninguno de ellos viera lo que escribía. Los observe y ellos a mí, era un duelo de miradas viendo quien derrocaba a quien. Las miradas de esos niños me hicieron saber que estaba en problemas. Cinco chicos rodeándome, no podría decir "buenas noticias", entre los cinco niños se encontraba Ryan —mi compañero de clases— que nunca tuve la menor duda no le caía "muy bien" que digamos y él tampoco me caía nada bien a mí, acompañándolo otro chico de mi salón... era Jasón.
—¿Qué haces Jonathan? —Me preguntó Ryan observándome con una mirada malévola. Él era un niño flacucho, pálido y con pecas en sus mejillas.
—Mi tarea —le contesté entre dientes, tenía miedo al verlo parado enfrente de mí.
De repente otro niño de los que estaba con Ryan rodeándome tomo mi cuaderno. Ese niño era el más grande de todos nosotros recuerdo. Él era gordo con un cabello tosco color negro, sus ojos cafés me decían en silencio: "dámelo o te golpeare", su nombre no me recuerdo bien si era ¿Josh o Joshua? Total, no me importaba saberlo.
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Nuestro Pequeño... Para Siempre.
RomanceEl creyó que esperarla era lo mejor. Aunque el destino los hubiera a reunir de nuevo, ya nada seria igual, cuando menos el lo espero, todo cambio. Todo empezó cuando tenia nueve años, se enamoro de una chica de su mismo salón, desde ese día ya lo ú...