ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔔𝔲𝔦𝔫𝔠𝔢

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Cuando llegamos a mi casa nuevamente, Chris ya se había marchado y había una gran mancha de café sobre la mesa. Rei entre dientes mientras tomaba un paño y lo arrojaba sobre la mesa. Yo no pensaba limpiar nada, Chris lo había ensuciado y era justo que el limpiara sus desastres.

—¿No piensas limpiar eso? —Erick observo la mancha como si esta fuera a transformarse en un monstruo gigante y comérselo.

—Yo no ensucie. —me encogí de hombros, volteándome para buscar el jugo dentro del refrigerador—. Chris lo hará cuando regrese.

—¿Cuándo regrese? —sus ojos se abrieron de par en par—. Para cuando eso suceda el café ya habrá sido absorbido por la madera, quedará una mancha.

Me voltee sobre mis talones, elevando una ceja hacia el pequeño moreno que me miraba con el ceño fruncido. Por un momento había olvidado de donde saque al niño. Erick podía parecer un chico común y corriente pero a fin de cuentas era un niño rico. Y parecía bastante indignado con mis hábitos de limpieza en ese mismo momento.

Reí entre dientes.

—¿Que?

—Eres un niño rico. —reí—. Uno muy bonito.

—¿De que hablas?

Negué con la cabeza llevándome la botella de jugo a los labios. El liquido explotó en mi rostro cuando Erick apretó el fondo de la misma. Sentí el zumo deslizándose por mi nariz mientras apartaba la botella y comencé a toser.

—¿Qué rayos haces?

—No tomes directamente de la botella. —reto con las manos en las caderas, mirándome con una mirada desaprobadora—. Dejarás gérmenes por todos lados.

—Yo no tengo gérmenes, Erick.

—Los tienes, todos los tenemos. —aseguró.

Rodee los ojos, alcanzando un paño de cocina para quitar el jugo que goteaba por mi barbilla. Quien diría que el niño de los tatuajes tendria modales. ¡Se supone que los chicos malos no tienen de eso! ¿Qué estaba sucediendo? Mirando hacia Erick, me di cuenta de que no era un chico malo, solo una persona asustada intentando alejar al mundo.

—Sabes que te haré pagar por eso, ¿verdad? —pregunte.

Erick inclino la cabeza, mirándome con el ceño fruncido por unos segundos hasta que la comprensión ilumino sus ojos. Volteándose, intento huir de la cocina pero fui más rápido atrapándolo de la cintura y atrayéndolo hacia mi cuerpo hasta que su espalda golpeo mi pecho antes de vaciar lo que quedaba de jugo sobre su cabeza.

—¡No, Joel! ¿Qué haces? ¡Espera, no! —chillo revolviéndose cuando el jugo toco su rostro.

Reí entre dientes cuando la mirada bañada en jugo de fresa me miró enojada. Oh dios, el niño se veía caliente enojado. Podía ver la ira flameando en sus grandes ojos verdes, preparada para golpearme con toda su fuerza. La boca del moreno se abrió para decir algo pero lo interrumpí, levantándolo de sus pies para atrapar sus labios. Erick gimió empujándose hacia arriba en un intento de profundizar el beso.

Sonriendo, empuje mi lengua dentro de su boca buscando el sabor del jugo que se había colado entre sus labios. El ojiverde parecía un cachorro inquieto en mis brazos, intentando llegar más arriba mientras sus brazos se enredaban en mi cuello tarándome hacia abajo. Sentí como todo mi cuerpo se ponía en marcha al sentir al pequeño contra mi, su calor, los pequeños sonidos y la tierna desesperación con la que intentaba tomar más.

Separándome para tomar aire, sonreí con suficiencia cuando el pequeño intento seguir mi boca.

Picoteando besos suaves en los hinchados labios, observé sus grandes ojos verdes llenos de lujuria.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora