ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔘𝔫𝔬

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—Necesito dinero. —afirmé mientras entraba a la pequeña cocina del departamento.

Christopher estaba de pie a un lado de la isla sirviendo café en su adorada taza de Pikachu. Aun no entendía como un hombre de veintiséis años podía tener tal fascinación por una tonta caricatura pero allá él, luego de conocerlo por cinco años deje intentar encontrarle respuesta a ese tipo de cosas.

Mirandome sobre el borde de su taza, el rubio elevo una ceja con diversión —. Trabaja.

—Si pudiera conseguir un maldito trabajo lo haría —me queje mientras tomaba una taza y me servia mi dosis de cafeina diaria—. ¿Como es posible que no haya un estupido puesto de trabajo en todo Miami?

—¿Ya te paseaste por todo Miami?

—No —rodeé los ojos—. Es una expresión.

Volteandome, me dirigí a la mesa y jale una de las sillas para dejarme caer sobre ella. Chris me miró con su tipica sonrisa de come mierda pegada en su rostro pero por suerte se abstuvo de soltar uno de sus comentarios. Iba vestido con un traje azul oscuro, el cual identifique como su uniforme de trabajo. Personalmente agradecia no haber decidido ser chofer, la vestimenta era un asco.

—Deja de mirarme de esa forma —se quejo mientras dejaba su taza en el fregadero—. Espero que consigas trabajo, tus padres no van a mantenerte de por vida.

—Ni que lo digas —hice una mueca bebiendo un trago de mi café—. Me llamaron ayer en la noche, dijeron que si no consigo un trabajo será mejor que mueva mi trasero a Orlando para comenzar a trabajar en el negocio familiar.

—¿La tienda de muebles de tus padres? —podía escuchar la burla en su voz aun cuando no podía ver su rostro ya que estaba de espaldas—. ¿Vas a trabajar allí?

—Espero no tener que hacerlo. —exagere un temblor.

—Pues no lo hagas —se volteo, apuntandome con su dedo—. Sería un dolor en el culo tener que buscar a otro compañero de apartamento que soporte mis manías.

—Oh gracias, pensé que me querías no solo por soportar tus gritos de ballena herida cuando te bañas.

—Te he dicho mil veces que no me espíes, De León —bromeo—. Sé que te sientes atraido por mi pero eso es acoso.

—¿Porque no te vas a trabajar, imbéciles? Estoy seguro de que tu señorito esta esperando por ti.

—Intenta encontrar un trabajo, Joel —volvió a pedir—. Voy a extrañarte si debes irte.

—No me iré —afirme, dandole un guiño—, aunque tenga que trabajar de niñera conseguiré algo.

Él asintió lentamente mientras pasaba a mi lado.— Nos vemos en la tarde.

—¡Adiós!

Escuché la puerta principal cerrarse cuando Chris salió de la casa.
Estaría solo allí todo el día y no tenía una maldita idea de que podía hacer. Claro, podía salir a buscar trabajo pero no se me ocurrian muchos lugares a donde ir. Habia recorrido todos los malditos clubes de Miami en busca de algo, no me importaba si tenía que hacer de mesero, solo quería un trabajo pero al parecer todos se habian puesto de acuerdo para rechazarme.

Mi celular comenzo a sonar y lo tomé del bolsillo de mi pantalon pijama. La foto de mi mejor amigo parpadeaba en la pantalla. Era algo sorprendente que Richard estuviera despierto tan temprano por lo que decidí atender su llamada.

—Joel, tengo un problema muy jodido. —soltó. Suspiré, estaba aburrido de recordarle al chico la
existencia del saludo por lo que ignoré la falta de este.

—¿Que sucede, Rich?

—El tejado de mi vecina se rompio y me ofrecí a arreglarlo, me pagará. —dijo todo tan rapido que me sorprendió que no se desmayara.

—¿Y eso es malo, porque...?

—¡Porque no sé como arreglar un puto tejado!

Reí entre dientes.— ¿Porque te ofreciste entonces?

—No lo sé —suspiró—. Es que es un ancianita tan simpatica y el nieta es muy guapa, se me escapó. ¿Puedes venir?

—A ver si entiendo. ¿Quieres que vaya allí y repare el tejado mientras tu coqueteas con la nieta de la pobre señora?

—Exacto —río—. ¿En cuanto puedes llegar?

—Quiero la mitad de la paga y estaré allí en veinte minutos.

—Te doy todo el dinero si puedes estar aquí en diez —soltó—. Doug esta en el jardín y no sé cuanto tiempo estará allí

—Controla tus malditas hormonas, Camacho. —reí.

Richard hizo un sonido extraño desde el otro lado antes de cortar la llamada. Tomando los últimos tragos del oscuro liquido, dejé la taza en el fregadero y me dirigí a mi habitación para cambiarme. No me daría tiempo para una ducha pero tampoco olía mal. Enganchando un par de jean oscuros y una camiseta gris, me cambie rapidamente y corrí escaleras abajo. El sol estaba brillando fuertemente cuando subi a mi auto y lo puse en marcha. La casa de Rich no quedaba muy lejos por lo que no demoré mucho en llegar allí.

El daño era grande.

Un puto crater en el techo.

Cayéndose a pedazos.

Por suerte pude terminarlo rápidamente a pesar de tener a un Richard hormonal a mi lado que no despego sus ojos del patio trasero de la casa, donde se encontraba la mesa de jardin, en todo el tiempo que estuvimos allí y no, no ayudo en nada tampoco. La señora Devine, una mujer regordeta y de mejillas sonrojadas, nos pago una buena cantidad por el trabajo pero no era suficiente para pagar mi parte de la renta y eso me tenía preocupado. Podía pedirle dinero a mis padres pero para mi eso era caer demasiado bajo. No quería verme obligado a volver a casa y mucho menos trabajar en la tiende de muebles. Eso no era para mi.

—Encontrarás algo —aseguró Richard mientras caminábamos hacia mi auto—. tu siempre te las arreglas.

—Espero que tengas razón, no quiero tener que irme a vivir con mis padres —hice una mueca de asco—. Sería vergonzoso volver allí ahora que tengo veinticuatro años.

—Vivirás en el sótano. —se burlo.

Rodeé los ojos, enseñandole el dedo medio mientras caminaba sólo lo pocos metros que me quedaban hasta donde estaba estacionado mi auto. Mi telefono comenzo a sonar en mi bolsillo cuando metí la llave en el encendido, sin mirar el identificador me lo lleve a la oreja y atendí.

—¿Has conseguido algo ya? —preguntó Chris desde el otro lado.

—No —negué—, acabo de arreglar el tejado de la vecina de Richard y me pagaron pero nada duradero.

—¿Hablabas en serio esta mañana?

—¿Con que? —fruncí el ceño, observando la calle a través del parabrisas.

—Sobre lo de ser niñero, ¿estabas hablando en serio?— Chasqueé la lengua—. En este momento me sirve lo que sea.

—Entonces tengo el trabajo perfecto para ti —aseguro.

—¿Que?

—Mi jefé esta buscando un guardaespaldas para su sobrino —soltó—. Sería un trabajo de veinticuatro horas, ya que deberas estar a la orden a todo momento, pero ofrece un buena paga.

—¿En serio crees que soy capaz de cuidar a otro ser humano?

Hubo un silencio bastante largo desde el otro lado antes de que Chris. suspirara y con voz segura, dijera:— Eres perfecto para el trabajo.

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𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora