ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔙𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔰𝔢́𝔦𝔰

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—Estuve pensando. —comentó Erick mientras empujaba su columpio, dándole más impulso.

Habíamos salido a dar una última vuelta al barrio donde había crecido ya que debíamos volver a Miami esa misma noche. El parque publico a pocas cuadras de mi casa había sido mi lugar favorito cuando era pequeño y no pude resistirme de convencer a Erick para que se subiera a uno de los columpios y me dejara empujarlo. La verdad, el pequeño era fácil de persuadir cuando tenia mis labios en contacto con él.

Un dato interesante que usaría bastante en el futuro.

—Eso es algo nuevo. —bromeé—. ¿En que pensaste?

Una brisa suave revolvió mi cabello y unos niños pequeños corrieron frente a nosotros. Erick colocó los pies en el suelo, frenando su hamaca. Dando un pequeño impulso con su pie, enredo la cadena de la que se sostenía la tabla y quedo frente a mi.

Miré hacia abajo, directamente a sus ojos.

—En mi adicción. —susurró finalmente—. Hable con Rich antes sobre las adicciones, me explico muchas cosas que no sabia. ¿Sabias que jamás dejaré de ser un adicto? —pude escuchar el dolor en su voz—. Siempre tendré la necesidad de consumir, me atormentara siempre. Algunas veces más que otras, tendré crisis y recaídas.

—Puedes aprender a controlarlos, golosina, a luchar contra ello. —arrastre mis dedos por su mandíbula, incitándolo a mirarme—. Hablaste de eso con él, ¿verdad?

Asintió.

—¿Qué te dijo?

—Quiere que asista a las reuniones de autoayuda en el centro de recreación donde es voluntario. — me sonrió suavemente—. Dijo que no podías entrar conmigo pero que podía asistir a sus reuniones, para no sentirme solo.

—Richard puede comportarse un tanto coqueto a veces pero es un gran amigo, no te dejará solo. — aseguré, acunando su rostro me incliné para darle un rápido beso—. ¿Qué harás?

—Me gustaría intentarlo pero tengo miedo.

—Deberías intentarlo. —alenté—. Tal vez hasta te guste.

—No lo sé, yo...

—Hagamos un trato. —lo interrumpí. Me miró esperando—. Si tu vas a una reunión, una sola aunque después no quieras ir más, prometo hacer lo que tu quieras por todo un día, sin discutir ni quejarme, ¿Qué te parece?

—¿Serás mi esclavo? —asentí—. ¿Podre decirte "esclavo"?

—¿Por qué querrías...? —rodee los ojos cuando una sonrisita de comemierda aprecio en su rostro—. Puedes decirme como quieras, ¿aceptas?

—Esta bien, es un trato.

Estrechó mi mano con una gran sonrisa y supe que me iba a salir caro pero me preocuparía luego, lo importante era que el chico al menos lo intentara.

Erick miró más allá de mi e hizo una mueca.

—Zorra a las doce. —susurró.

Mirando sobre mi hombro, solté un gemido de dolor al ver a Dafne dirigirse directamente hacia nosotros. Ya se me hacia extraño que no hubiese aparecido antes, la chica nunca se había rendido antes y parecía que no iba a cambiar pronto.

—¡Joey! —sacudió su mano hacia mi de manera efusiva, hice un gesto sobre mi hombro antes de volver a Erick.

—¿Quieres más amor, cariño mío? —se burlo el ojiverde, la sonrisita volviendo a su lugar.

—Oh ámame, tesoro. —extendí mis brazos, aceptando al moreno cuando salto del columpio directo a mis brazos.

—Démosle un show, amor.

—Recuerda que estamos en publico. —susurré—. Me gustaría poder volver a esta plaza en el futuro.

—Uhh, lastima. —rio—. Mis pensamientos pornográficos tendrán que esperar, entonces.

Antes de que pudiera contestar algo, sus labios se pegaron a los míos. Explorando sus labios por unos segundos, empuje mi lengua más allá intentando colarme dentro de su dulce boca. Si esta era la única forma en que podíamos espantar a Dafne la chica tenia mi permiso de aparecer todas las veces que quisiera. Apretando al pequeño más cerca, lo alenté a trepar por mi hasta que sus piernas estuvieron envueltas en mi cintura.

Un toquecito en mi hombro logró que soltara un gruñido sobre los labios de Erick. El ojiverde se alejo riendo, mirando a mi espalda antes de volver a mi. Ni siquiera tenia que decirlo, sabia que Dafne no se había espantado esta vez. Lastima.

—Joel, me dijo tu mamá que has estado ocupado por lo que es una suerte que te encuentre aquí. —me giré con Erick aun en brazos y miré ceñudo a la sonriente joven—. He querido hablar contigo desde que llegaste.

—¿Y de que querías hablar con él? —preguntó el menor mientras me hacia un gesto para que lo dejará sobre sus pies nuevamente.

Dafne miró a Erick con una expresión de fastidio antes de que volviera a mirarme, una sonrisa tirando de sus labios embarrados en labial rosa.

—Harán una fiesta de despedida para mi hermanito, por su ingreso a la universidad y me encantaría que estuvieras allí. —se acerco un paso, moviendo sus pestañas de forma extraña—. Como mi acompañante, por supuesto.

—Dafne, yo no...

—¿Podrías ir a comprarme un helado, amor? —Erick pregunto, remarcando la ultima palabra.

—Yo... —lo miré con extrañeza pero él solo sonrió—. Esta bien, vuelvo en un momento.

Dejando un rápido beso en sus labios, pase a su lado para llegar al carrito de helados. No estaba seguro de dejarlos solos, mi niño aun estaba demasiado débil por la crisis y no quería separarme de él. Pero sabia que si intentaba protegerlo demasiado terminaría siendo pateado en el trasero. Mirando sobre mi hombro, vi que Erick estaba platicando animadamente con Dafne. O mejor dicho, Erick sonreía mientras Dafne fingía ignorarlo.

Llegando al carrito, esperé en la fila unos minutos hasta que me atendieron. Comprando rápidamente el helado de Erick, me voltee para volver con ellos en el momento justo para ver a Dafne saliendo del parque con fuertes pasos. Su rostro estaba rojo y parecía lanzar dagas con la mirada hacia todos lo que se cruzaban en su camino.

Miré a Erick con curiosidad mientras se acercaba a mi.

—¿Qué le dijiste?

Tomando el helado, el moreno se lo llevo a la boca antes de encogerse de hombros.

—¿Erick?

El chico rio entre dientes, volteándose y caminando hacia la salida del parque.

—Oh, vamos, bebé, tienes que decírmelo. —pedí—. He estado intentando librarme de ella por años, ¿Cómo hiciste que se fuera tan rápido?

Erick me miró sobre su hombro y sonrió—. Puede ser que le haya dicho que estamos... casados.

—¿Que?

—Tal vez, fue eso lo que dije. —se encogió de hombros antes de seguir caminando.

Corrí tras él, tomándolo en brazos y arrancando una risita de él. Besé brevemente sus labios, sintiendo el sabor del chocolate adherido a su boca.

—¿Le dijiste que estamos casados?

Erick rio antes de asentir.

—Mi niño inteligente. —lo felicite riendo—. ¿O sea que ahora eres el Señor de León?

—Y tu el Señor de Colon —me guiño un ojo antes de sonreír malvadamente—. Si la zorra esa se te acerca de nuevo, le arrancaré los ojos con el palito de mi helado.

Reí entre dientes—. ¿Celoso, corazón?

—Nadie toca a mi marido, amor mío. —se jactó.

Al parecer estaba casado. ¡Felicítenme! Me lleve el primer premio con mi niño.

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𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora