ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔗𝔯𝔢𝔦𝔫𝔱𝔞 𝔶 𝔘𝔫𝔬

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ZABDIEL

—¡Nani, no sabes lo que acabo de ver en...! —la voz agitada de Christopher se cortó de golpe cuando nuestros ojos se encontraron. Eleve una ceja, esperando que siguiera pero solo se limito a sonreir—. ¡Jefe!

Deslizándose en la silla frente a mi, el rubio me dio su mejor sonrisa, remarcando el pequeño hoyuelo
que se marcaba en su mejilla derecha. Lo miré con curiosidad, notando -porque habia escuchado sus pasos
acelerados- que habia corrido todo el camino hasta la cocina desde dios sabe donde.

—¿Que fue eso tan interesante que viste? —pregunté luego de unos minutos, dandole un sorbo a mi café.

—Ehm... —apretó sus labios juntos antes de fruncirlos creando una extraña mueca—. ¿Ver? ¿Yo? Yo no
vi nada, ¿de que habla? Deberia ir a dormir, se ve cansado ¿porque no va a su habitación y me deja arroparlo? ¿Arroparlo? Quise decir, arrojarlo. ¿Eh? Eso no tuvo sentido pero usted entiende, ¿quiere?

—Chris —dije suavemente, dejando la taza sobre la mesa frente a mi y cruzandome de brazos—. ¿Que fue lo que viste?

—¿Me esta interrogando? Me esta interrogando —afirmó, poniendo cara de sufrimiento—. Usted no me paga lo suficiente como para soportar este tipo de tratos, estoy totalmente indignado.

—Ahí va. —susurró Nani mientras tomaba un canasto de ropa y se dirigia a la lavandería—. Avisenme cuando termine el show de dramatismo.

—¡No te vayas, Nanita mía, no me dejes solo con el insensible que tenemos por jefe! —Nani ni siquiera miro sobre su hombro mientras salia de la cocina. Todos estabamos acostumbrados a los despliegues de dramatismo de Christopher por lo que solo esperabamos hasta que terminaban—. ¡Oh dios! ¡Traicionera! ¡Creo que me da, creo que me da!

Agarrándose el pecho, el castaño se dejo caer en la silla, en lo que supuse, su mejor imitación de un infarto. Hasta agrego el detalle de dejar caer la lengua fuera de su boca, algo realmente innecesario pero vamos, era Christopher de quien hablábamos. Los nervios llevaban al chico a hacer cosas realmente tontas, algo que me parecia adorable en su propio estilo.

Tomando mi taza nuevamente, giré el oscuro liquido creando un pequeño remolino mientras esperaba por el rubio frente a mi. No pasó mucho tiempo antes de que uno de los oscuros ojos de Chris se abriera. Habia descubierto hacia algun tiempo que sus ojos no eran negros en su totalidad, nunca habia visto unos ojos como los de Chris. Habia brillos dorados y cafes dentro de sus orbes cuando el sol los golpeaba, la forma en que habia descubierto esto no era algo que quisiera discutir, simplemente lo sabia y ya.

—¿Terminaste? —intenté detener el filo de diversión que enredo mis palabras pero me fue imposible. Era demasiado gracioso ver como sus pestañas oscuras revoloteaban, abriendose unos milimetros antes de cerrarse.

—Ya que estamos manteniendo esta simpatica conversación —el castaño se irguió sobre la silla como si tuviese un resorte en el trasero. Volvió a sonreirme y no pude evitar devolver el gesto—, queria tratar un tema muy delicado con usted.

—Habla. —pedí, rezando interiormente para que Chris no tocara el tema del beso. Habia sido un error besarlo, aunque habia sido uno de los mejores besos de mi vida, seguia siendo un error. No deberia haber sucedido, yo era el jefe y él mi empleado, el chico hasta podia denunciarme por acoso pero es que cuando suelta su maldita lengua temo que se muera asfixiado por hablar tanto sin respirar, besarlo fue lo unico que se me ocurrio para callarlo. Además de que lo deseaba, un poquito.

—...¿que dice?

—¿Eh? —sacudí la cabeza intentando alejar mis pensamientos para poder escuchar lo que Christopher parloteaba.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora