ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔙𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔰𝔦𝔢𝔱𝔢

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El viaje de regreso a Miami fue casi igual al de ida, la única diferencia es que tuve a Richard masticando las famosas galletas de chocolate de mi madre, en mi oreja, las tres horas completas que tardamos en llegar. En serio, ¿la mujer acaso disfrutaba de torturarme? Todos sabíamos que Richard nunca se resistía a nada que mi madre cocinara, el porque la mujer le dio tantas malditas galletas para que se entretuviera en el camino era un misterio para mi.

—Bájate antes de que te baje. —gruñí cuando estacione frente a la casa del moreno.

—¿Sabes? —se tambaleo fuera, aferrándose con una mano a su abdomen—. Creo que no fue buena idea comer tantas galletas, no me siento bien.

—Maldición, Rich. —susurré, abriendo mi puerta y atrapándolo antes de que cayera de boca sobre la vereda—. Debes ser el primer hombre de veintidós años que se intoxica comiendo galletas de chocolate, ¿acaso no sabes cuando detenerte?

—Creo que esta un poco verde. —comentó Erick mientras corría alrededor del capó y miraba a Richard a la cara—. En serio, Joel, no se ve muy bien.

Atrapando a Richard nuevamente, deje que se inclinara sobre los arbustos mientras devolvía la mayor parte de las galletas sobre el follaje verde. Dios, le hubiese perdonado una resaca pero, ¿galletas? ¿en serio? ¿En que mundo vivíamos donde los jóvenes terminaban soltando sus galletas en las veredas? Las cosas estaban realmente mal si a eso nos dirigíamos.

—Creo que seria una buena idea llevarte al hospital.

—No. —negó, sacudiendo la cabeza—. Estoy bien, solo necesito...

Ni siquiera logró terminar la frase antes de una nueva ronda de nauseas lo atacara. Esto es lo que sucede cuando colocas más comida de la que tu estomago puede contener, el pobre se desborda y terminas desechando tu cena en un maldito arbusto.

—¿Qué rayos sucede? —un chico castaño salió corriendo de la casa vecina, mirando hacia nosotros con los ojos llenos de alarma—. ¿Rich? ¿Qué te paso?

—Hey, Doug, ¿como...? —si, el coqueteo de Rich se estaba yendo junto a las galletas.

Miré a al chica que se había acercado hasta nosotros y extendía una mano sobre la cabeza del moreno, como si no se decidiera a tocarlo o no. Parecía joven, calcule que debía tener más o menos la edad de Rich, siempre lo había imaginado como una chica adolescente pero al parecer me había equivocado. Las pocas luces de la calle no me dejaban ver mucho pero sus rasgos parecían ser bastante suaves, todo lo contrario a lo que Richard buscaba normalmente.

Concentrándome nuevamente en mi amigo, sostuve su peso hasta que su estomago se vació totalmente. Rich tenia las piernas algo débiles por lo que supuse que no podría caminar hasta su casa, por lo general se te borronea la visión por lo que de todas maneras no llegaría.

—¿Terminaste? —pregunté en un susurro, quitando el cabello del rostro del moreno. Rich asintió y lo tomé en brazos, pasándoselo lentamente a Doung—. Debo ir por sus maletas. —contesté cuando la chica me miró sorprendido—. ¿Podrías llevarlo dentro?

Rebuscando las llaves en el bolsillo de mi amigo, se las pase a Erick quien tenia una pequeña sonrisita tirando de sus labios.

—Ábrele la puerta, amor, y luego vuelve para ayudarme con las maletas. —pedí.

—Esta bien.

Erick corrió hacia la puerta y rápidamente la abrió, cuando volvió a mi lado Josh aun me estaba mirando confundido. Con un gesto de mano, le hice una seña para que fuera hacia la casa y la chica pareció reaccionar, haciendo lo que le pedí. Una vez que su silueta desapareció por el umbral, me giré hacia mi moreno que me miraba con una sonrisa conocedora en el rostro.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora