Oh dios, mataría a Chris, seguro que algún día sucedería. El chico estaba sumando puntos de maneras increíblemente rápidas para que acortara su vida. ¿Cambiar el sonido de mi alarma por la canción del Rey León? ¿En serio? Había estado viviendo con un niño desde hacia cinco años y no me había dado cuenta. Además, ¿de donde rayos sacaba esas malditas canciones?
—Apágalo, apágalo... —murmuró Erick, revolviéndose sobre mi pecho y quitándome el poco oxigeno que tenia en mis pulmones. El niño parecía bastante cómodo dormido sobre mi cuerpo y ni siquiera abrió los ojos cuando comenzó a pedir que apagar al alarma.
—¿Sabes? Sería mucho más fácil si tu... —los dedos de Erick encontraron mi boca, logrando que me callara.
Rodando los ojos, rodee su cintura para mantenerlo firme sobre mi regazo cuando me incorporé para alcanzar mi celular y apagar la alarma. Erick soltó un suspiro complacido cuando la música infernal cesó y volvió a acomodarse sobre mi, apoyando su cabeza en mi hombro con toda la intención de seguir durmiendo. Estaba bastante seguro de que el niño podía dormir en centro de una guerra sin alterarse ni una pizca.
Observando el reloj de mi celular, noté que eran poco después de las cinco y veinte de la mañana. Así que el rubio maldito también había cambiado los horarios de mis alarmas. Bien, ya me las cobraría. Mirando el rostro sereno de Erick, recordé la idea de introducirlo en mi rutina de ejercicio. Teníamos tiempo de sobra así que no vi el problema en comenzar en ese instante.
—Erick. —susurré, acariciando su cabello suavemente y quedándome sorprendido cuando el chico ronroneo. Ni siquiera sabia que un ser humano pudiera hacer un sonido así—. Vamos, despierta, Erick.
—Ugh... —se quejo, palmeando suavemente mi boca—. Calla.
—Mañoso. —murmuré contra su mano.
Después no digan que no se lo busco. Tomando su peso en mis brazos, me arrodille sobre la cama y lo deje caer de forma brusca sobre las sabanas. Erick dio un salto sorprendido antes de mirarme con mala cara. Oh-oh el niño era de mal despertar. Lastima que sus miraditas asesinas ya no hacían mella en mi.
—Arriba. —palmee su pierna mientras salía de la cama—. Iremos a correr, levántate.
—Púdrete. —musito, hundiendo la cabeza entre las sabanas.
Hice una mueca, dándome cuenta de que las palabras no funcionarían con el chico. Acercándome nuevamente a la cama, lo tome de las piernas y comencé a jalarlo. Para mi sorpresa total, Erick se aferro a las sabanas mientras comenzaba a retorcerse.
—No seas fastidioso —gruñó—. Vete tu a correr y yo me quedo durmiendo.
—No seas perezoso, Erick. —lo jale con más fuerza, logrando que soltara las sabanas y levantándolo en brazos—. Iremos a correr lo quieras o no.
—¿Y con que se supone que me vestiré, gran genio? —apunto a mis pantalones de chándal que caían por sus piernas.
—Esos están bien. —aseguré antes de colocarlo sobre sus pies y apretar el cordón de los mismos para que no resbalaran por su cadera—. ¿Ves? Perfecto.
—Parezco un palo vestido. —jalo la larga camiseta que le llegaba a medio muslo.
—Te falta carne en esos huesos. —bromee, pellizcando su abdomen suavemente—. Pero no te preocupes que yo me encargare de ponerte en forma.
Erick me miró de arriba abajo, como evaluándome—. Nah, gracias. No quiero parecer un oso. — aseguro antes de volver a caminar hacia la cama, en el momento en que se fue a tirar sobre la misma lo tome de la parte trasera de la camiseta y lo equilibre sobre sus pies.
—Ni siquiera lo pienses, ojos bonitos, no vas a volver a dormir.
Cambiando rápidamente los jeans con los que había dormido con unos pantalones de deportes cómodos y una camiseta, arroje a Erick sobre mi hombro y salí por el pasillo. Estaba a punto de salir por la puerta principal cuando recordé mi venganza. Volteándome dirigí mis pasos a la cocina y deje a Erick sentado sobre la mesada.
—¿Qué haces? —preguntó cuando me estiré sobre la misma y saque el azucarero y la sal del pequeño armario.
—A esto se le llama venganza. —dije mientras le quitaba la tapa al tarro del azúcar—. Mira y aprende, cariño.
Dejando caer el azúcar dentro de una taza, rellene el azucarero con sal y devolví todo a su lugar, escondiendo la taza en un mueble distinto. Chris tendría un café muy salado. Limpiando mis manos en mis pantalones, tome a Erick en brazos y me dirigí a la puerta.
—Puedo caminar, ¿sabes?
—¿En serio? —bromee mientras corría escaleras abajo, dejando a Erick en el suelo una vez que llegamos a la vereda frente al edificio. Por suerte los zapatos del moreno eran bastante buenos como para hacer ejercicio, si no hubiésemos tenido un problema—. Empezaremos con algo liviano, ¿si?
Erick gruño en respuesta. Sonreí ante su rostro de mal humor mientras lo obligaba a estirar sus músculos antes de comenzar a correr. El vecindario en el que vivíamos no era el mejor de Londres pero era lindo.
Había tiendas con escaparates, personas paseando perros y niños jugando en los parques cercanos. Un lugar muy hogareño si me lo preguntaban y por ello me encantaba. Como en todos lados había crímenes pero hacia ya un buen tiempo que nada sucedía allí.
—Habrá mucho café con sal en tu futuro. —gruño Erick luego de cuatro cuadras. Reí entre dientes alentando sus pasos mientras atravesabamos un parque.
Erick tenía menos estado físico que Richard pero lo estaba llevando bastante bien. Bueno, mas o menos.
—Creo que voy a morir. —se quejó mientras se detenía a tomar aire, apoyando sus manos en sus rodillas.
Me quede trotando en el lugar a su lado en espera de que se recuperara—. ¿Te puedes dejar de mover? Me mareas.
Arrogándose sobre el césped, comenzó a respirar tan agitadamente que logró asustarme. Dejándome caer de rodillas a su lado, acaricie suavemente su mejilla mientras esperaba que se recuperara.
—¿Estas bien? —musite observándolo hiperventilar. Si seguía así iba a tener que llamar a un ambulancia y seguramente perdería mi trabajo. Genial.
Erick sacudió la cabeza.— Creo que... —tocio un poco—. Creo que necesito respiración de boca a boca.
Fruncí el ceño ante aquella declaración pero antes de que pudiera decir nada, el moreno me tomo del frente de la camiseta y me jalo hacia él, logrando que nuestros labios chocaran al encontrarse. Me quede en shock, sintiendo como Erick me besaba soltando gemidos frustrados al no tener un reacción de mi. Su lengua caliente y húmeda forzó mis labios intentando tomar el control y el lado dominante de mi mente tomo el control.
Jalando al moreno contra mi cuerpo, lo tome de su cabello para poder mirar sus ojos un momento antes de atacar su boca con hambre. Erick sabia como esos caramelos ácidos por fuera pero dulces por dentro y me encanto. Su pequeño cuerpo se amoldaba perfectamente en mi regazo, sus curvas encajando perfectamente contra las mías.
Lo quería tanto, lo había querido desde que lo había visto entrar a la oficina golpeando puertas. El niño tenia un fuego interno que me atraía como una mosca a la luz y aunque sabia que iba a quemarme, lo quería. Un pequeño gemido escapo de sus labios cuando mi lengua toco la parte superior de su boca, logrando que su cuerpo se revolviera contra el mío.
—Me podrían despedir por esto. —apunté cuando nos separamos para tomar aire.
Erick sonrió brillantemente.— No tengo idea de lo que hablas. —aseguró antes de dejar un rápido beso en mis labios y ponerse de pie para comenzar a correr.
Lo vi alejarse por unos segundos y sacudí la cabeza, ese niño iba a volverme loco. Pero si podía tenerlo aunque sea por unos minutos del mismo modo, la locura era más que bienvenida.
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𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊
Romance𝖤𝗋𝗂𝖼𝗄 𝖾𝗌 𝗎𝗇 𝖼𝗁𝗂𝖼𝗈 𝖽𝖾 𝖽𝗂𝖾𝖼𝗂𝗈𝖼𝗁𝗈 𝖺𝗇̃𝗈𝗌 𝖾𝗅 𝖼𝗎𝖺𝗅 𝗍𝗂𝖾𝗇𝖾 𝗉𝗋𝗈𝖻𝗅𝖾𝗆𝖺𝗌 𝖽𝖾 𝖽𝗋𝗈𝗀𝖺𝖽𝗂𝖼𝖼𝗂𝗈́𝗇 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝗈𝗅𝗏𝗂𝖽𝖺𝗋 𝗎𝗇 𝗆𝖺𝗅 𝗆𝗈𝗆𝖾𝗇𝗍𝗈 𝗊𝗎𝖾 𝗉𝖺𝗌𝗈́ 𝖼𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗋𝖺 𝗆𝖺́𝗌 𝗃𝗈𝗏𝖾𝗇 �...