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Daphne Quinn
Sin saber cómo, había acabado un sábado a las nueve de la noche justo al frente de mi espejo acomodándome uno de mis vestidos de fiesta, casi lista para que Eiden viniera a recogerme e irnos a la fiesta.

Él no había parado de insistirme en que teníamos que salir de fiesta, fue muy pesado sí, pero sinceramente en el fondo me apetecía salir de fiesta y olvidarme un poco de todo.

Opté por ponerme un vestido negro de manga larga, cuya cremallera de cierre se encuentra a la espalda.
Me coloco la manga de mi brazo izquierdo y luego la de mi brazo derecho, y ahí es cuando la veo...

La cicatriz.

La cicatriz que me hizo la madre de... Dante. Dolía más el recuerdo de aquella noche que el dolor físico de la herida.

Me miré frente al espejo y reparé en ella. Pasé las yemas de mis dedos por la notoria cicatriz en forma de cruz, que aún seguía ensangrentada. Me estremecí ante mi propio contacto.

Por supuesto que había elegido un vestido de manga larga solo para cubrirla, yo era perfectamente consciente de que esa marca estaba ahí; iba a una fiesta y tampoco me apetecía que nadie me preguntara sobre ella -porque claramente, se ve desde muy lejos-.

Y ¿qué iba a decirles?: "Oh ¿esto? Nada chicos, me lo hizo la madre psicópata de mi ex novio porque mi padre es un mafioso que intentó asesinarla, nada del otro mundo".

Aún así, las lágrimas amenazaban con salir cuando evocaba ese recuerdo. Mi vida antes, mis amigos, mis padres... él.
Todo era perfecto, vivía en una vida perfecta y ni siquiera era consciente. Pasé de tenerlo todo a no tener nada, a tener a una persona que no es de mi familia a mi cargo y encima sin saber nada de mi padre, el único familiar que me quedaba vivo.

Sentí un leve golpe en la puerta y enseguida sequé mis lágrimas. Sabía quien se encontraba tras ella, así que le insté a pasar.

—¿Ya te has terminado?— Ryder cruzó su mirada con la mía en el espejo.

—Casi, solo tengo que terminar de abrocharme el vestido.

Giré como pude mis brazos hacia atrás e intenté subir la cremallera, pero se encontraba muy por debajo y no podía.

—Ya lo hago yo.— Ryder se me acercó por la espalda y eché mi pelo a un lado, para darle acceso.

Miré disimuladamente la escena a través del espejo: Ryder totalmente concentrado, con gesto serio, subiendo la cremallera de mi vestido.
Me centré en el tacto cálido de sus dedos que rozaban mi espalda. Movía muy despacio la cremallera del vestido y el ambiente comenzaba a tensarse.

Cuando la cremallera llegó casi a mi nuca, levanté la mirada y volví a encontrar la suya mirándome fijamente por el vidrio. La tensión entre nosotros podía cortarse con un cuchillo, hemos estado unos días algo raros por la discusión que tuvimos en su coche, pero cuando se me acerca más de lo normal, los dos sentimos algo difícil de explicar.

De repente comencé a tener calor.

—Listo.— susurró en mi oído.

Me di la vuelta y lo miré a los ojos, ojos que cada vez se tornaban más oscuros.

—»Estás hermosa, Daphne.

—Gracias.— le sonreí y noté mis mejillas arder.

—¿Volverás muy tarde?

—No lo sé.— me senté en la cama a atarme los zapatos y Ryder se sentó a mi lado.

—¿Viene ese chico a por ti?

(D)estrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora