17

74 6 36
                                    

Daphne Quinn
Entreabro los ojos poco a poco. El rugido de mi estómago resuena por toda la habitación y maldigo que el hambre sea el motivo por el cual me haya despertado.

Giro la cabeza y observo el cuerpo semidesnudo de Eiden a mi lado. El cuarto está a oscuras y apenas hay un poco de claridad por la luz de las farolas, luz que hace una perfecta combinación sobre su piel tatuada.
Eiden se encuentra de espaldas a mí, creo recordar que fui yo la que durmió dándole la espalda, pero debimos movernos en algún momento de la noche.

Mi estómago vuelve a rugir y me siento en la cama. Hago una mueca de dolor al mover mis piernas, levanto un poco la tela de la camiseta y observo marcas moradas alrededor de mis muslos.

Genial Eiden.

Eso me hace pensar en las distintas formas en las que Eiden me agarraba anoche. Fue... alucinante.

Me pongo en pie, echo una leve mirada al pelinegro y me aseguro de que está profundamente dormido, así que salgo por la puerta, cerrándola suavemente.

No sé qué hora será, pero aún ni siquiera ha salido el sol y yo me muero de hambre, necesito algo que llevarme a la boca -y que no sea a Eiden, gracias-.

Está todo a oscuras, contengo la respiración para que nadie me oiga y hago memoria para recorrer la sala y llegar hasta el frigorífico.
Me apoyo en la encimera una vez que llego y masajeo mis ojos, tengo mala visión en la oscuridad.

Estiro mi mano para abrir el frigorífico pero...

—Hola.

Retiro la mano suavemente y la luz se prende, mi corazón late acelerado por el susto.

—Mara.— me tranquilizo al ver a la morena sentada en una silla tan tranquila.— Joder, vaya susto me has dado.

—¿Tan fea soy?

—¡No! Perdón si te he despertado, tenía mucha hambre y decidí venir a ver qué encontraba.

Mara soltó una risa y comenzó a mover suavemente la taza que sostenía en la mano.

—No te preocupes, llevo aquí un buen rato, pero sírvete lo que quieras.— me señala el frigorífico.— Aunque yo te recomiendo beberte uno de estos.

—¿Leche con cacao?

—Touché.— ella chasqueó los dedos y yo tomé su consejo.

Saqué la leche de la nevera, la eché en el vaso y enseguida esparcí los polvos de cacao, que se encontraban allí encima. Luego metí el vaso en el microondas y me apoyé en la encimera, esperando que se calentase.

—»¿Desde cuando no comes?

—Puf, ni me acuerdo.— sinceramente, hacía horas y horas que no comía nada y estaba muerta de hambre, pero tampoco quería pegarme el atracón porque pronto amanecería y conociéndome, estaría con dolor de barriga hasta mañana.— ¿No puedes dormir?

Pregunté a Mara y en ese momento, el microondas hizo "click" en señal de que mi leche se había calentado. Tomé la taza y me senté frente a Mara.

—En realidad yo también tenía algo de hambre, pero no, no podía dormir.— su voz sonó apenada y su mirada era fugar.

—¿Te pasa algo?— me sentí en la necesidad de preguntarle aquello, aunque nos hayamos conocido hoy, pero Mara es una de esas personas que te da buenas vibras apenas la conoces.

—En realidad es una tontería.

—Puedes contarme lo que quieras, no saldrá de aquí.—pegué un sorbo a mi leche, que estaba bastante buena.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 25, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

(D)estrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora