16. PRIMERA PARTE

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Daphne Quinn
Vale a ver si lo llevaba todo: las llaves de casa sí, el monedero también, tiritas por si me dolían los pies, unas gafas de sol por si acaso; ya que había que aprovechar el buen día de hoy... sí, lo llevo todo.

Me siento en el sofá de mi piso a esperar que Eiden venga a por mí, acordamos que vendría a buscarme para ir a comprarnos unos disfraces para la fiesta de Halloween que se celebraría mañana en su piso y realmente yo no podía estar más expectante.

A ver, tengo dieciocho años y me apetece salir de fiesta aunque sea un poco. Pero no se por qué, tengo la mala suerte de que cada vez que voy a una fiesta me pasa algo malo.
No sé si es muy realista por mi parte decir esto, pero mi intuición me dice que todo va a ir bien y no me va a pasar nada malo.
Es en casa de Eiden, se que va a estar pendiente de mí toda la noche.

Ay Eiden... ¿es normal que no pare de pensar en lo que pasó el otro día en mi habitación?

Tengo todo muy confuso, intenté distraerme con Ryder, ya que también era algo que siempre me había dado curiosidad por probar, pero Ryder y Eiden son dos personas completamente distintas y cada uno me aporta algo diferente.

Con Ryder me sentía sobre protegida, a veces demasiado, y era justo eso lo que me había llevado a distanciarme con él estos últimos días.
Con Eiden sin embargo siempre me sentía en paz. Podría divertirme con él, podía echar unas risas y también quedarme en silencio, porque nuestros silencios no eran incómodos, sino que los dos sabíamos que estábamos agusto el uno con el otro.

Llevo mis manos a la cabeza.

¿Acaso me sentía así con Eiden porque me hacía recordar a lo que vivía con Dante? En parte, sí.

Eiden y Dante tampoco es que tengan mucho en común, pero cuando estoy con Eiden me invade esa sensación de armonía que también sentía con Dante en su momento.

A veces las voces de mi cabeza me llevaban a la conclusión de que paso el rato con Eiden porque me recuerda a Dante. Los dos tan pasotas y rebeldes con el mundo, pero tan atentos conmigo.

En estos días atrás también había aprendido a que Dante ya no doliese tanto. Si que es cierto que soy humana, y que por ello a veces mi mente pensaba de más y lo echaba de menos.

Y lloraba, lloraba hasta quedarme dormida.

Y escuchaba nuestras canciones recordando los buenos momentos.

Y sonreía al tocar la pertenencias que aún conservaba y que ahora me pertenecían.

Porque si una cosa tengo clara, es que Dante ha sido, es y será el amor de mi vida.

El más grande pero también el más difícil, el imposible.

Viví lo nuestro tan intenso que nunca me di cuenta de que tendría que enfrentarme a los problemas que vendrían luego.
Esos mismos problemas que tenia que aprender a que vivirían para siempre conmigo, de que ya eran parte de mí y que ya no podría cambiar.

Vi aparecer la figura de Ryder salir por el pasillo y sentarse a mi lado. Paseé la mirada lentamente hacia él hasta que se sentó a mi lado, él me miró de reojo y encendió la tele.

—¿A qué hora te vas?— preguntó sin ningún atisbo de interés, mientras hacía zapping.

Yo crucé las piernas, a modo de: "Soy una diosa, chaval, y me iré cuando yo quiera".

—Cuando Eiden me avise.— miré la pantalla del móvil pero no tenía ningún mensaje suyo, aún quedaban cinco minutos para la hora a la que acordamos que vendría.

(D)estrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora