»—Dime qué ves.
—A una ridícula quitándose la ropa.
—Pero si todavía no te la estás quitando.
—Justamente por eso.
—Va, ahora en serio.
—Dame esa cosa.
—Ten.
—Bien, mientras haces tus boberías, le diré a Lucifer que vinimos a la laguna más rara y perturbadora del pueblo. Nadie viene nunca por estos lugares, más que nada porque está entre las montañas y suelen haber bichos raros y esas cosas. Pero a nosotras nos pareció buena idea darle una visita. Somos amigas de la Madre Naturaleza, ¿no es así, Frey?
—No tanto. Vimos una serpiente venenosa hace un par de minutos, y casi te hiciste pis.
—¿Yo?
—Tú.
—Pero si la que casi se muere fuiste tú, boba.
—¿Escuchas eso, Luci? Mentiras. Siempre mentiras. Esta chica no sabe decir otra cosa.
—¿Quieres escucharme decir una verdad?
—No podrías hacerlo sin morir, reina. Mejor ni lo intentes.
—¿Apostamos?
—Por supuesto, me encanta ganar. ¿Qué quieres perder, Neith?
—Un favor.
—¿Eh?
—Eso. Apostemos un favor. Si gano, podré pedirte lo que sea. Sino...
—Acepto. Ahora dime una verdad. Y que sea interesante, porque si voy a deberte algo, al menos debe valer la pena.
—Dejame pensar...
—Te espero, Neith.
—Me gusta alguien.
—No.
—Sí.
—¿Quién?
—No puedo decírtelo. Pero es importante.
—¿Por qué no puedes decírmelo?
—Porque tengo una regla con respecto a eso.
—¿Cuál?
—Siempre que empiezo a sentir cosas por alguien, sea quien sea, no lo digo hasta que pasen al menos cuatro meses. Si después de ese tiempo sigue gustándome, entonces lo admito.
—¿Cuántos chicos pasaron ese filtro, Neith?
—Ninguno, de hecho.
—Vaya, este debe ser afortunado.
—Lo sabremos en mayo.
—Pero si dijiste cuatro meses...
—Es que le conocí en febrero.
—Esto ni siquiera cuenta como verdad. Es mitad y mitad. No tienes ni idea de si ese chico te gusta o no, así que es injusto que yo pierda por esta mierda.
—Está bien, las dos nos debemos un favor.
—No creo que la cosa funcione así...
—Eso o ninguna le debe nada a nadie. Lo dejo a tu elección.
—Está bien. Mitad y mitad.
»—¿Alguna vez te enamoraste, Neith?
—Claro que sí, Frey, ¿tú no?
—No. Todos los chicos con los que estuve resultaron ser unos imbéciles. No creo haberme enamorado de verdad de ninguno de ellos, creo que solo estaba... encaprichada.
—Yo igual. Siempre estuve con personas con las que, por alguna razón, todo era tan rápido e intenso hasta que de repente... no sé. Se aburrían de mí. O algo. Y me dejaban.
—Imposible.
—¿Eh?
—Aburrirse de ti. ¿Cómo pudieron?
—¡Lo sé! Me pregunto lo mismo.
—En serio, Neith. Eres increíble. Siento que es imposible cansarse de ti.
—No me hagas esto, Frey.
—¿Qué?
—Decirme cosas lindas, después me acostumbro.
—Dijimos que diríamos la verdad.
—Ya, ya sé. Solo que... no sé. No quiero confundir las cosas contigo. Ni que tú las confundas.
—¿Qué vamos a confundir?
—¿De verdad vas a hacerme decirlo?
—No sé de qué me estás hablando.
—Nada, no es nada. Creo que... estoy cansada, debe ser eso. Llevamos todo el día dando vueltas por aquí.
—Lo sé, pero es un lugar bonito. Papá y mamá solían traerme cuando todavía estaban juntos. A ellos les encantaba meterse al agua y pasar el día entero ahí, solos, hablando entre ellos. Me contaron que fue ahí, en esa roca, donde ella le pidió que empiecen a salir.
—¿Tu mamá dio el primer paso?
—Obvio. Así fue siempre ella. Dio el primer paso... y también el último.
—A mí me cuesta mucho encarar así a la gente. Creo que nunca podría hacerlo.
—¿De verdad? Pensé que eras todo lo opuesto, como siempre te ves tan segura y confiada...
—Sí, suelen decírmelo. En realidad soy bastante introvertida. Me cuesta animarme a hacer las cosas más simples del mundo, como llamar y pedir una pizza yo sola.
—A todos nos costó alguna vez.
—Pero para mí es literalmente el fin del mundo. No sé por qué lo hago tan difícil.
—Yo intento no pensar en nada cuando hablo con alguien más, solo me dejo llevar y las cosas terminan fluyendo tarde o temprano.
—Conmigo funcionó.
—Por suerte sí, ¿eh?
—Tengo suerte de que estés aquí para hacer lo que a mí me cuesta.
—Pero si fuiste tú la que me habló por primera vez, boba. No te das cuenta, pero sí que eres de hacerte cargo.
—Si estás borracha todo es más fácil, créeme.
—Yo nunca me puse borracha.
—De ninguna manera. No te creo.
—¡Es en serio! Lo intenté una vez, pero odié tanto la sensación de mareo que terminé vomitando. No es lo mío.
—Dios santo, me junté con una floja.
—Lo dice la persona que necesita estar alcoholizada para poder hablarle a alguien más.
—Eres extrovertida, no lo entenderías jamás.
—¿Entender qué?
—Lo nerviosa que me pone hablarte.
—Tú también me pones nerviosa a mí.
—Tú.
—Tú más.
—No, tú más.
—¡Mierda!
—¿Qué? ¿La serpiente está de vuelta?
—No, Lucifer se está quedando sin bater...
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Calma para el caos
Storie breviTodo el mundo adora a Freyre Haddish, ¿cómo no hacerlo? Si no solo es atractiva, inteligente y carismática; también es divertida, interesante, empática y sabe cómo hacerte sentir que eres única en el universo. Nada en ella es falso, nada en ella est...