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RYDDLE DIRIGIÓ UNA MIRADA socarrona a Fawkes y al Sombrero Seleccionador, y luego anduvo unos pasos en dirección opuesta. Se detuvo entre las altas columnas y dirigió la mirada al rostro de Slytherin, que se elevaba sobre él en la oscuridad. Ryddle abrió la boca y silbó, haciendo que Dianne frunciera el ceño, pero estaba claro que Harry entendió lo que decía.
El gigantesco rostro de piedra de la estatua de Slytherin se movió y abrió la boca, más y más, hasta que quedó convertida en un gran agujero. Algo se movía dentro de la boca. Algo que salía de su interior.
Dianne jadeó levemente, desviando los ojos hacia Harry. Lo vio retroceder hasta dar de espaldas contra la pared de la cámara y cerrar fuertemente los ojos. El suelo tembló como si una gran mole hubiera caído de golpe, pero no lo era.
El basilisco se movía hacia Harry, deslizándose lentamente por el polvoriento suelo, pasando al lado de Dianne como si ella no existiese. Harry comenzó a moverse con los ojos cerrados, a ciegas hacia un lado, palpando con las manos el camino. Ryddle reía, como si estuviera viendo un programa de comedia.
Harry tropezó y cayó contra la piedra, haciendo que Dianne abriera los ojos más de la cuenta. La enorme serpiente estaba a un metro escaso de él, y ella se sentía impotente al no poder hacer nada más que mirar. Pero entonces, Fawkes volvió, y se lanzó sobre el basilisco como si no fuera más que una diminuta serpiente. Este enloqueció, lanzando furiosos mordiscos con sus colmillos largos y afilados como sables.
Entonces, Fawkes descendió de golpe. Su largo pico de color oro se hundió con violencia en la carne del monstruo y un chorro de sangre negra salpicó el suelo. La cola de la serpiente golpeaba muy cerca de donde estaba Harry, y Dianne apretó los labios cuando el basilisco giró la cabeza. El fénix lo había picado en los ojos, en aquellos grandes y prominentes ojos amarillos, que ahora ya no le servían de nada. La sangre resbalaba hasta el suelo y la serpiente escupía continuamente, agonizando; mientras, Ryddle no dejaba de lanzar silbidos furiosos.
La serpiente ciega se balanceaba desorientada, herida de muerte. Fawkes describía círculos alrededor de su cabeza, silbando su inquietante canción, picando allí y allá en el morro lleno de escamas del basilisco, mientras sangre seguía brotando de los ojos heridos.
La cola de la serpiente volvió a golpear contra el suelo y Dianne observó con confusión como Fawkes lanzaba con furia el Sombrero Seleccionador sobre Harry. Este se lo caló en la cabeza y se echó al suelo antes de que la serpiente sacudiera la cola de nuevo. Luego, vio como sacaba de encima de su cabeza una espada plateada y brillante, con la empuñadura llena de rubíes.