ix. Locura de Quidditch

213 27 68
                                    


———————————

CAPÍTULO NUEVE
Locura de Quidditch

——————————

EL MES DE OCTUBRE LLEGÓ Y EL frío húmedo se extendió a lo largo de los campos, logrando penetrar las paredes de piedra del castillo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

EL MES DE OCTUBRE LLEGÓ Y EL frío húmedo se extendió a lo largo de los campos, logrando penetrar las paredes de piedra del castillo. La señora Pomfrey, la enfermera del colegio, estaba en pleno apogeo de trabajo debido a la repentina epidemia de catarros que azotaba tanto a profesores como a alumnos. Su poción Pepperup era realmente útil, pues tenía efetos instantáneos, aunque dejaba a aquel que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas.

Las gotas de lluvia, del tamaño de balas, repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días, sin descanso. Era como si las nubes se hubieran estado preparando con provisiones para resistir semanas y semanas. El nivel de las aguas del lago subió considerablemente, los cuencos de las flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos. Sin duda, el otoño había entrado con fuerza y parecía total y completamente decidido a recordarles a todos en cuál estación estaban.

Pese al pésimo tiempo, el equipo de Quidditch de Slytherin no había cesado sus entrenamientos; es más, los había intensificado. Marcus Flint había dejado de interesarse por ser el capitán, y había dejado que Adrian Pucey tomara el relevo (aunque solo fuera en los entrenamientos). Al principio, todo el mundo tomó aquello como una buena noticia. Al menos, hasta que el chico de apellido Pucey se puso manos a la obra, y entonces, casi todos los miembros del equipo desearon no haberlo propuesto para el puesto de capitán.

Pucey era un verdadero obsesionado del Quidditch, por mucho que lo disimulara lo mejor que podía. Parecía vivir por y para el deporte, puesto que no dejaba de matar a sus compañeros de equipo con ejercicios de entrenamiento y sesiones que se alargaban durante horas y horas.

Draco, Dianne y Theo realmente adoraban el deporte mágico de la escuela, pero estaban considerando el llamar a especialistas de San Mugo para que revisaran la cabeza de Adrian. Los tres estaban seguros de que el chico había perdido la cabeza de todo, y que la principal razón era Oliver Wood. Sí, capitán de los leones y la eterna rivalidad que había entre ambas casas. Debía de ser esa la razón de su hiperactividad en los entrenamientos.

Para ser honestos, Dianne estaba considerando el hechizarlo con alguna clase de petrificación, como el Petrificus Totalus, solo para que dejara de torturarlos. Pero en cuanto lo pensó, Daphne y Hermione la regañaron en todos los idiomas que se sabían, la nacida de muggles la más indignada de las dos (a pesar de que ella misma había petrificado a uno de sus compañeros el curso anterior), por lo que acabó por descartar su idea.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora