xxii. Aragog y familia

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CAPÍTULO VEINTIDÓS
Conociendo a Aragog y su familia

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EL VERANO ESTABA A PUNTO DE llegar a los campos que rodeaban el castillo

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EL VERANO ESTABA A PUNTO DE llegar a los campos que rodeaban el castillo. El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores del tamaño de repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás, aquel paisaje no gustaba; y lo mismo podía decirse del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Habían intentado visitar a Hermione, pero incluso las visitas a la enfermería estaba prohibidas.

—No podemos correr más riesgos—les dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta—. No, lo siento, hay demasiado peligro de que vuelva el agresor para acabar con esta gente.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido todavía más, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación, y si sonaba alguna risa en los pasillos, parecía estridente y antinatural, y enseguida era reprimida.

La indicación de Hagrid sobre las arañas era bastante fácil de comprender. El problema era que no parecía haber quedado en el castillo ni una sola araña a la que seguir. Las buscaban adondequiera que iban. Además, se añadía la dificultad de que no les dejaban ir solos a ningún lado, sino que tenían que desplazarse siempre en grupos grande. La mayoría de los estudiantes parecían agradecer que los profesores los acompañaran siempre de clase en clase, pero a ellos les resultaba muy fastidioso.

Sin embargo, había una persona que parecía disfrutar plenamente de aquella atmósfera de terror y recelo. Draco Malfoy se pavoneaba pro el colegio como si acabaran de darle el Premio Anual. Había gente que no llegaba a comprender por qué el platinado se sentía tan a gusto hasta que, unos quince días después de que se hubieran ido Dumbledore y Hagrid, estando en clase de Pociones se le escuchó regodearse de la situación ante Crabbe y Goyle.

—Siempre pensé que mi padre sería el que echara a Dumbledore—dijo, sin preocuparse de hablar en voz baja, a pesar de que su hermana le mandaba miradas de advertencia—. Ya os dije que él opina que Dumbledore ha sido el peor director que ha tenido nunca el colegio. Quizá ahora tengamos un director decente, alguien que no quiera que se cierre la Cámara Secreta. McGonagall no durará mucho, solo está de forma provisional...

—Cállate —gruñeron a la vez Dianne y Theo.

Snape pasó al lado de Harry sin hacer ningún comentario sobre el asiento y el caldero solitarios de Hermione.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora