xi. La Señora Norris

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CAPÍTULO ONCE
La Señora Norris

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NADIE HABÍA MOVIDO UN MÚSCULO en lo que había parecido un año entero, aunque apenas habían pasado unos minutos desde que se había acabado la fiesta y los estudiantes había comenzado a inundar los pasillos

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NADIE HABÍA MOVIDO UN MÚSCULO en lo que había parecido un año entero, aunque apenas habían pasado unos minutos desde que se había acabado la fiesta y los estudiantes había comenzado a inundar los pasillos.

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?

Argus Filch se abría paso a empujones entre el mar de curiosos estudiantes. Su feo rostro se contrajo en una mueca horrorizada en cuanto vio a la Señora Norris, mientras se llevaba las manos a la cara.

—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en una cara conocida, en Harry, quién dio un paso hacia atrás por puro instinto—. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te...!

—¡Argus!

Había llegado Dumbledore, quien era seguido por otros profesores. Con su usual tranquilidad, pasó por delante de los estudiantes y sacó a la Señora Norris de la argolla.

—Ven conmigo, Argus—dijo a Filch —. Vosotros también Potter, Malfoy, Nott, Greengrass, Weasley y Granger.

Lockhart se adelantó, algo asustado.

—Mi despacho es el más próximo, señor director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.

—Gracias, Gilderoy —respondió Dumbledore.

La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso.

Lockhart caminó, nervioso y haciéndose el importante, guiando a Dumbledore y a los alumnos, con McGonagall y Snape cerrando la marcha —este último mirando intensamente a los Slytherin para que comenzaran a cantar como ruiseñores sobre lo que había pasado realmente—.

Una vez dentro del oscuro despacho, hubo un gran revuelo en las paredes. Algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos en sus cabellos rubios. El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie del escritorio y se puso a examinarla.

Los Gryffindor se dieron una mirada tensa, pero los Slytherin tenían la mirada fija en la rígida gata gris que descansaba encima de la mesa, casi muerta. A ninguno de los tres les hacía demasiada gracia la presencia del animal, puesto que era una verdadera bocina cuando los veía, pero de ahí a desear que estuviera muerta era un gran paso. Y Dianne podía llegar a imaginarse como se debía sentir Filch demasiado bien.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora