Eres rara

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-¿Por qué estaba mi nombre en la lista de invitados?

-Por si venías -respondió Crystal como si fuese lo más obvio.

-¿Cómo sabías que vendría? 

-Porque ese es el tamaño de mi ego, muñeca -le sonrió la cantante.

Marla puso los ojos en blanco. Crystal seguía sentada en su regazo, mirándola divertida con un vaso de vodka en la mano. Ella sí llevaba horas bebiendo.

-¿A cuántas amantes tienes en la lista de invitados?

-A ninguna tan rara como tú.

-He venido hasta aquí para verte -le espetó Marla-, no te pido que me hagas un cumplido, pero por lo menos...

-¡Era un cumplido! -exclamó Crystal casi sintiéndose ofendida- Odio las cosas normales. La gente normal, llevar una vida normal... Es tan complicado encontrar a alguien que se salga de lo común... Alguien especial, extraordinario, único en su especie. Esa gente que incluso te hace plantearte que merezca la pena vivir... ¿sabes lo que te digo? -preguntó con voz algo ida por el alcohol.

Marla la besó en lugar de responder. Solo pararon cuando Jerry Bradson, el manager del grupo entró para pedirle a la cantante que saliera un momento.

-¿Qué pasa? -preguntó Crystal sin moverse.

-Ha venido un caballero de Sony y...

-Dile que se puede meter sus contratos por...

Si terminar de escucharla, Bradson suspiró y cerró la puerta. Siempre se repetía la misma conversación. Marla se dio cuenta de que los cuatro músicos miraban a su líder agradecidos, seguramente porque en los contratos a ellos no los querían. Cambiaron de tema y comentaron el concierto de esa noche y después pasaron a hablar de música en general. Marla no sabía mucho, pero trataban de incluirla y además disfrutaba de la pasión con la que hablaban. Jane (la novia del bajista) estaba incluso menos integrada que ella. No parecía escuchar, solo asentía de vez en cuando y a Marla no se le escapaba que no dejaba de observarlas de reojo. Tenía claro cuál era el motivo.

Eran los 90 en Los Ángeles y la libertad de la que los políticos hablaban no era en absoluto real. La homosexualidad era un pecado, un vicio que debía permanecer oculto. Muy poca gente lo reconocía abiertamente y, por desgracia, había muchos crímenes de odio. La naturalidad con la que la besaba Crystal era algo que no había visto en nadie más... ni siquiera en los tíos con los que había estado, que trataban de ocultarla. Los cuatro músicos debían estar acostumbrados a ver a Crystal con otras chicas, pero la novia del bajista era otra historia.

-Nos contó Paul que has conseguido plaza, ¿verdad, Jane? -preguntó Jack.

-Sí, en pediatría, ¡la especialidad que yo quería, estoy muy contenta! -exclamó la chica.

-Tan joven y ya con la carrera de médico y la plaza... Enhorabuena -la felicitó Rick.

Marla observó que a Crystal aquel logro no le parecía nada destacable. Rellenó su vaso de vodka e ignoró la ronda de felicitaciones. "Qué asco trabajar con críos" fue lo único que murmuró, haciendo que a Marla le entraran muchas más ganas de besarla.

-¿Y tú, Marla? ¿A qué te dedicas? -le preguntó Jane.

Marla apartó la vista. No era una pregunta con mala intención, pero la respuesta sí lo sería. Esa realidad no vio cómo adornarla. Hacía tantos años que nadie la contrataba que dejó de molestarse en buscar entrevistas. Sobrevivía a base de pequeños hurtos. Su favorito era sustraer ropa en lavanderías y venderla en tiendas de segunda mano; para conseguir comida también tenía un amplio abanico. No era algo de lo que se enorgulleciera, pero delante de la joven pediatra aún se sentía más pequeña.

Mil noches con MarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora