Después del show

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Marla disfrutó mucho de aquel concierto. Fue un cúmulo de cosas maravillosas: el anochecer en la azotea de un hotel de Los Ángeles era un lugar de ensueño, pudo retomar su hobby de hacer fotos y además la estrella era su novia que era la chica más alucinante que había conocido. Era el tercer concierto que veía suyo (desde que la conoció iba a uno por semana) y la fascinación no hacía más que crecer. Su parte favorita era el placer que mostraba Crystal en su rostro cuando estaba sobre el escenario, era como si no existiera nada más que su música, se la veía plenamente feliz. Marla intentó hacer alguna foto en la que saliese el resto de la banda, pero le costó muchísimo enfocar algo que no fuese su novia.

-Y esta canción la escribí para Marly, esa chica tan sexy de ahí -comentó la cantante a mitad del concierto-. Fue en un viaje que hicimos a Tailandia para probar los sapos psicodélicos y ahí conocimos a un chamán que...

Crystal se inventó la historia más rara que Marla había oído para dedicarle la canción de Heroína; su favorita, la que Crystal compuso viendo los Simpson. De nuevo Marla consideró ese otro de los momentos más románticos de su vida. 

Cuando el concierto terminó, la banda empezó a recoger sus instrumentos. Marla se acercó a felicitarlos y a preguntar si necesitaban ayuda. 

-Nah, tranquila, tenemos costumbre -respondió Crystal enrollando varios cables-. El gerente del hotel y la organizadora nos han invitado a cenar con ellos, pero antes tenemos que guardar todo esto.

-Ah... -murmuró Marla sintiendo que ella sobraba- Entonces ¿me marcho?

-No, qué dices, quédate, ¡cena gratis!

-Pero os invitarán a vosotros, no a mí.

-Le he preguntado al gerente si se podía quedar nuestra fotógrafa y ha dicho que por supuesto estás invitada también -respondió Crystal.

Marla sonrió agradecida y emocionada con el plan.

-¡Crys! -la llamó Jack- ¿Ayudo yo a Rick a desmontar la batería y bajas tú las dos eléctricas?

La cantante asintió y su amigo le arrojó las llaves de su coche. Ella se colgó una funda de guitarra y le dio la otra a Marla. 

-Ven, así me ayudas, muñeca.

Marla se colgó también la guitarra a la espalda y salieron de la azotea camino al ascensor. Por el camino Crystal le preguntó qué tal habían salido las fotos. Marla respondió que no lo sabría hasta revelarlas, pero ella creía que bien y lo había pasado muy bien. 

-Me da envidia, sabes -murmuró-. La forma en que disfrutas con la música... Me encanta verte tocando.

-Disfruto más si sé que tú estás ahí -aseguró Crystal dándole un beso.

Como era de esperar, se enrollaron en el ascensor hasta que llegaron al sótano donde estaba el garaje. Se dirigieron al coche de Jack, un elegante BMW. Había que colocar las guitarras en vertical en el asiento de detrás donde disponían de una sujeción especial. Crystal se metió al asiento trasero y Marla se las pasó para que las organizara. La cantante estaba asegurándose de que estuviera todo bien sujeto cuando Marla entró al coche y cerró la puerta tras ella. Por suerte, al ser un coche caro, había espacio.

-Marly, ¿qué...?

-Chss –le mandó callar su novia.

Marla se arrodilló en el asiento trasero, acomodándose entre las piernas de su novia y le costó poco librarse de la ropa interior.

-Sabes que me encanta tenerte entre mis piernas, muñeca, pero van a venir los demás y...

-No puedo esperar más –la interrumpió Marla sumergiéndose bajo la falda de su vestido.

Mil noches con MarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora