Farsante

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Recorrieron la ciudad en silencio, sin apenas conversar. Hasta que Marla preguntó con curiosidad:

-¿Qué hacíais cuando os he llamado?

-Postproducción -murmuró Crystal-. La semana pasada grabamos las canciones que irán en el disco y ahora tenemos que ver los arreglos de cada una, que mezcla nos gusta más y todo eso. 

-Ah... ¿Fue bien? -preguntó Marla lamentando haberse perdido la grabación.

-Sí, estuvo bien -respondió Jack-. Mucho trabajo con muchas prisas para ahorrar dinero... pero salió bien.

-Estamos contentos -murmuró Crystal-, aunque hay que tomar muchas decisiones.

-Siento haberos interrumpido...

-No te preocupes, tenemos tiempo de sobra -aseguraron ambos.

Marla asintió y no conversaron más. Llegaron a uno de los barrios antiguos de la ciudad, a una calle con pequeños comercios y edificios de ladrillo. Bonito, bien cuidado, pero nada llamativo. Jack detuvo el coche ante un portal y Crystal murmuró que era su casa. Marla se bajó y mientras sacaba su bolsa del maletero, escuchó como Jack le indicaba a Crystal que le llamase si sucedía algo. Ella asintió, le dio las gracias y un beso en la mejilla. Marla sintió envidia e incluso celos, pero sabía que eran amigos desde hacía muchos años. Si Crystal hubiese querido algo más con él, ya lo habría tenido. 

-Cuídate, Marla -se despidió Jack.

-Lo mismo y gracias por venir -sonrió la chica.

-Vamos -murmuró Crystal haciéndola entrar en el portal.

-Esperaba otra cosa -murmuró Marla.

-¿El qué?

-No sé. Había tanto secretismo con tu casa que creía que serías millonaria y vivirías en una mansión... o en una chabola con treinta gatos.

-Lamento la decepción. Tengo una casa normal y una hipoteca a treinta años. Como te conté, paso poco tiempo en casa. Los gatos me gustan, pero no tengo tiempo para cuidarlos. Mis padres sí tienen dinero, son cirujanos... pero no tengo mucho contacto con ellos. Ya te he dicho que si querías una mansión, debías ir con Jack.

-Nah, prefiero contigo -resolvió Marla.

Subieron al ascensor y Crystal pulsó el botón del séptimo. Flotaba en el ambiente una especie de tensión e incomodidad por la situación. Ahora que estaban solas, ambas recordaban la discusión de la vez anterior y a eso se le sumaba que Marla nunca había estado en casa de Crystal. Si la invitaba ahora era porque no le quedaba otra y sentía que estaba invadiendo su intimidad contra su voluntad. 

-Vale, esto es la entrada -murmuró Crystal cuando llegaron-. Eso de ahí el salón, no tengo tele, lo siento. 

Siguieron por el pasillo y Crystal le enseñó el dormitorio principal que contaba con un pequeño baño en suite, la cocina, otro cuarto de baño y la habitación de trabajo. En esta última tenía sus guitarras, un teclado y todo lo relativo a su música. Todo el piso estaba meticulosamente ordenado, con muebles bonitos y sin adornos: nada de cuadros, fotografías ni similar. Los tonos eran blancos y maderas, nada estridente. 

-Mmm... -murmuró Marla- No me esperaba algo así en una estrella del rock...

-¿Qué esperabas?

-Desorden, objetos estrambóticos y muy caros, paredes pintadas con sangre... Esas cosas.

-Lo siento, soy una farsante -sonrió Crystal-; una decepción tras otra...

Marla se acercó y la besó, la había echado muchísimo de menos. Crystal respondió al gesto mientras le acariciaba el rostro, pero pronto se separó.

Mil noches con MarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora