Explicaciones

222 31 40
                                    

Marla estaba de pie, en la cocina, completamente paralizada y sin estar segura de si respiraba. La puerta del dormitorio se cerró, pero su cerebro apenas registró ese sonido. Igual no había oído bien... ¿Crystal lo había dicho en serio? ¿Tenía esquizofrenia? No, era imposible. Como su novia era tan reservada con su vida privada, había imaginado muchas historias diferentes. Unas buenas, otras malas; unas realistas, algunas absurdas... pero en ningún momento se había planteado que tuviese una enfermedad. Y menos una enfermedad mental. Su prototipo para ese diagnóstico era Tyler: desquiciado, violento, egoísta, absurdo... y sobre todo la trataba muy mal. Crystal era todo lo contrario, jamás había mostrado ninguno de esos rasgos.

-No, no está enferma -se aseguró a sí misma-, ella siempre me cuida.

Se lo repitió mentalmente, intentando convencerse sin dejar de sentir escalofríos. Sin lograrlo, se acercó al dormitorio y llamó a la puerta. "¿Crys?" preguntó. No obtuvo respuesta, aunque dentro se oían ruidos. 

-Solo quiero hablar -pidió Marla temblorosa.

No obtuvo respuesta. Intentó abrir la puerta pero o tenía pestillo o había puesto algo para bloquearla. Así que se sentó en el pasillo (más bien se dejó caer al suelo) dispuesta a esperar a que saliera. Mientras pasaban los minutos, abrazándose las rodillas, Marla fue recordando cosas. 

Lo primero que acudió a su mente fue la discusión en el bar cuando la acusó de haberse drogado. Lo que Crystal reconoció no fue haber consumido cristal, sino... haber tenido alucinaciones. Por desgracia, eso tenía sentido y la llevó a hilarlo con las anteriores ocasiones en las que su novia se marchó repentinamente (de su casa, de la sala del cine, del bar...). Recordó después su propio intento de suicidio y a Crystal preguntándose a sí misma si aquello estaba sucediendo de verdad. Marla sintió un escalofrío al recordarlo. Esa misma noche, cuando se marcharon en coche, lo primero que Crystal le preguntó fue si ella conducía. Marla le dijo que no y Crystal condujo de forma errática y bastante peligrosa. No lo había comprobado, pero Marla estaba segura de que las personas con esquizofrenia no podían obtener el permiso para conducir.

Estaba en medio de aquel torbellino de recuerdos y emociones (culpabilidad y miedo, principalmente) cuando se abrió por fin la puerta del dormitorio. Marla se levantó al momento, pero antes de que pudiera hablar, Crystal  le dio unas llaves y le dijo con sequedad:

-Quédate hasta que encuentres algo, cuando te vayas, puedes dejar las llaves en el club. Adiós, espero que te vaya bien.

-¿Qué? -replicó Marla desconcertada. 

Observó que su novia llevaba una pequeña maleta y comprendió que le cedía su piso, lo que no entendió fue el motivo. Recorrió el pasillo con rapidez y la frenó a la altura del recibidor.

-¡Espera! ¡Qué haces! 

-Me marcho a casa de algún amigo. Tú puedes quedarte aquí.

-¡No quiero quedarme aquí sin ti! -protestó Marla- ¡Y no puedes irte! Vamos a hablar, ¡por favor, Crys! -suplicó mirándola con la tristeza patente en los ojos.

Crystal lo pensó incómoda, al final suspiró y pasaron al salón. Se sentaron y quedó claro que o Marla hablaba o su novia no pensaba decir una palabra, solo la miraba con expresión imperturbable.

-¿Es verdad lo que me has dicho? ¿Tienes... tienes...?

-Sí, tengo esquizofrenia -respondió Crystal.

-¿Desde cuándo? 

-Tuve el primer episodio a los quince años. Desde entonces me han ingresado en dos ocasiones más. 

-Pero es... ¿es grave? -pregunto Marla sintiendose muy estúpida- Lo siento, no sé nada de esa enfermedad. Sí que fui a algún grupo de ayuda pero...

Mil noches con MarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora