Mil noches con Marla

Prueba de sonido

-Joder... -murmuró Marla- Nunca en mi vida me habían follado así.

-Eso no tiene por qué ser bueno -murmuró Crystal.

Estaban tumbadas en la cama, Marla miraba al techo jadeando todavía, con la respiración pesada. Crystal estaba tumbada de costado contemplándola.

-Ya sabes que lo es, cabrona arrogante.

Su amante sonrió y la besó en la  mejilla.

-No puedo creer que algo así sea gratis...

-Ya encontrarán la forma de cobrarnos -masculló Crystal.

Marla asintió, compartía su odio y su desconfianza hacia el mundo.

-Ok, ahora lo intento yo -murmuró poco después acariciándole la cintura.

-No, espera -la frenó Crystal con suavidad.

-Tranquila, creo que sabré hacerlo.

-Yo también lo creo, pero espera que me recupere, me he corrido solo de verte.

-¿En serio?

La cantante asintió.

-Nunca me había pasado, pero estás tan sexy, caliente y preciosa retorciéndote y gimiendo debajo de mí...

-Sí, lo he hecho solo por eso, para ponerte cachonda. En realidad no ha sido para tanto. 

Se miraron y rieron las dos. Unos minutos después, Marla decidió que no podía esperar más, ansiaba hacerlo ya. Se sentó sobre la cintura de su compañera y la besó con pasión mientras acariciaba sus costillas subiendo a sus pechos. De nuevo, se sintió ligeramente nerviosa (cosa que rara vez le ocurría).

-No lo voy a poder hacer como tú -reconoció-, no sé si sabré...

-Hazlo como te resulte más cómodo y estará bien -aseguró Crystal.

-A mí me gusta hacerlo toooda la noche -respondió Marla con una sonrisa sucia.

-Tengo toda la noche libre. Y los días que vienen después.

Lo hicieron. Durante varios días. No salieron del apartamento de Marla. Crystal pagó la comida a domicilio y Marla le pagó a ella de la forma que mejor se le daba. Sentía una felicidad que no igualaría ni esnifando meta tras tres pastillas para la ansiedad y fumando una cajetilla de tabaco entera. Todos sus vicios juntos no eran igualables a aquello.

-No fumes, es malo -la regañó Crystal.

-¿Disculpe, doña drogacticta?

-No soy drogadicta, solo me meto de vez en cuando.

-Eso es peor para el organismo que el tabaco -aseguró Marla.

-Nuestros organismos están ya muertos, dan igual. Lo que no me gusta es que tu boca sepa a tabaco.

Tras unos segundos de silencio, Marla propuso:

-Yo intento reducir el número de cigarrillos si tú dejas de meterte cristal.

-Si estás ahí para follarte cuando me entre el mono... acepto -respondió Crystal ofreciéndole la mano para sellar el trato.

Marla rechazó su mano y exigió su boca. Sellaron el trato así. 

El jueves por la tarde, cuando Crystal ya se tenía que marchar, seguían tumbadas en la cama, desnudas. Ella tenía la cabeza apoyada en el pecho de Marla que le acariciaba el pelo.

-¿Vendrás el sábado? -le preguntó Crystal haciendo referencia a su concierto.

-¿Dónde es?