Capítulo 9

73.7K 7K 7.7K
                                    

Clandestino

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Clandestino

Molly

En cuanto la camioneta se detuvo dentro de la casa, un hombre abrió mi puerta y no pasó ni un minuto cuando papá se presentó. Al verme el alivio relució en sus orbes, corrí a sus brazos y me cogió en los suyos con firmeza, casi alzándome del suelo. Inhalé hondo su perfume y no necesité más para sentirme a salvo.

Mi refugio siempre se encontraría en sus brazos sin importar cuanto tiempo pasara.

—Papá —susurré.

MR —musitó angustiado—, ¿estás bien?

Me puso en el suelo, revisó de inmediato todo mi cuerpo y al agarrar mis manos notó la sangre en ellas, ambas estaban muy manchadas. Su cara se contrajo

—No es mi sangre —lo calmé—, es la de Silas. Él me salvó, papá.

—Para eso le pago —replicó.

—¿No podrías agradecer un poco lo que hizo? Se interpuso entre una bala y yo.

—Y le pago mucho dinero. No esperaba menos —espetó, su atención continuaba en mis manos y la sangre.

Suspiré resignada sin mencionar más el tema. De Silas no vi rastro, parecía que se escabulló deprisa, aún seguía preocupada por su herida.

Papá me tomó del rostro, la preocupación no abandonaba la claridad de sus orbes y la ira se palpaba con facilidad, siempre fue fácil saber cuándo se enojaba, papá era fácil de leer, no sabía disimular el enojo. Comprendía como se sentía. No había pasado mucho y de nuevo otro atentado. Ellos no nos estaban dando tregua y tenía miedo de lo que vendría. Esto iba a empeorar, podía jurarlo.

—No quiero que salgas de nuevo, no hasta que todo vuelva a la normalidad —dijo serio. Quise decirle que eso no sería posible, con nosotros nunca habría normalidad, pero entendí bien a lo que se refería y opté por callar.

—Sí, papá. ¿Y mamá? ¿Dónde está?

—En la editorial —se pasó la mano por el cabello—, no sabe nada. Y prefiero que siga así.

—Está bien —acepté en voz baja.

—Ve a lavarte, ¿necesitas algo? Debo irme —comentó ausente, estaba muy pensativo, ignoraba lo que tramaba, seguro nada bueno.

—No, aquí estoy a salvo, ¿cierto?

Descansó la mano en mi nuca y me atrajo a él, presionó nuestras frentes y me dolió verlo tan agobiado. Quien sea que estuviera haciéndonos esto, sabía que partes presionar para joder a mi padre.

—Sí, cariño —aceptó, pero tuve la impresión de que me mentía—. Quédate en tu habitación. Iré por tu madre.

Asentí. Me besó en la mejilla antes de subirse a un auto y salir de la casa a toda velocidad, sin una sola persona acompañándolo, y tuve miedo, miedo de que esta vez intentaran hacerle daño a él o a mamá. Mi mano se apretó contra mi pecho mientras desechaba ese pensamiento y controlaba la sensación de desasosiego que me estrujó el corazón.

Clandestino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora