En la vida hay amores que surgen ante el primer cruce de miradas y otros, que vienen con el tiempo, sin esperarse; son capaces de destruir cualquier plan escrito y desatar un caos violento que promete una recompensa exquisita: felicidad.
Molly vive...
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Solos tú y yo
Molly
Volver a la ciudad del Diablo se sintió bien.
Me dio la impresión de que transcurrieron meses desde que estuve en casa y solo al entrar a ella pude darme cuenta de lo mucho que echaba de menos estar aquí. El olor a chocolate y rosas de mamá, la loción de papá y el ligero aroma a cigarrillo que quedaba en su ropa. Los olores se mezclaban dejando uno solo que no podía explicar con nada a que olía, pero yo lo resumía a una sola palabra: hogar.
Descubrí que, aunque podía sentirme alucinada en otro lugar, jamás querría irme de aquí. Luego, encontrarme con mis padres fue una felicidad inmensa, ambos me esperaron en el aeropuerto, mamá lucía más feliz y radiante, nada que ver con la última vez que nos vimos, me abrazó por largos minutos en los que no quise soltarla nunca. Estar en sus brazos de nuevo alimentó mi felicidad, estar en los de papá me devolvió la seguridad que perdí desde que se fueron. Quizá sonaba ridículo, pasaron pocas semanas sin vernos, sin embargo, estuve acostumbrada a compartir con ellos por dieciocho años y nunca nos habíamos separado por más de un día.
Ahora, mamá preparaba la cena y papá le ayudaba, me gustaba mucho verlos compartir tiempo en la cocina, creo que eran mis momentos favoritos. Ninguno tocó el tema de Silas, tampoco de lo sucedido en Mardan, lo cual me sentó bien, de verdad prefería no saber nada de eso, al menos por hoy. Si pensaba mucho, querría volver y quedarme con Cassian y Reva, aun me pesaba haberme ido así.
—No me hace feliz que tu amiga la holgazana esté en mi casa —murmuró papá mientras cortaba las verduras.
Luz y Svet se encontraban aquí, se duchaban mientras esperaban para cenar. La interacción con papá fue tensa, al menos con Luz, Svet era tema aparte, se trataba de la hija de su amiga y con quien nunca tuve problemas.
—Me pidió disculpas, papá. —Chasqueó la lengua.
—¿Y con eso arregla lo mal que la pasaste?
—Dixon, todos nos equivocamos —mamá lo besó en la mejilla—, ella lo aceptó y se ha disculpado, además, no podemos culparla.
—Sí puedo y lo haré, no eran las formas —persistió.
—Papá, por favor, ¿puedes dejarlo estar? —Me miró determinado.
—No.
Mi madre me observó, pidiéndome calma. Papá era rencoroso y no se iba a quedar así, lo conocía para saber que le haría saber a Luz lo que pensaba al respecto. Al menos me quedaba la tranquilidad de que mamá estaría ahí para tranquilizarlo.
—En una semana y media entro a la universidad —murmuré, cambiando el tema—, ¿crees que podamos alternar, papá? Quiero seguir con los entrenamientos que Cassian me daba.
—Ninguno implicó meter su lengua en tu garganta, ¿no? —Inquirió como no queriendo. Me puse roja a más no poder y bajé la mirada deprisa.
—¡Dixon! —Riñó mamá, dándole un manotazo en el hombro que no fue con la intención de causarle daño.