Capítulo 50

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Lamento haber demorado tanto, pero aquí les traigo un pedacito de mis bebés. He tenido mucho trabajo y mi tiempo para escribir se redujo, espero sigan aquí🥹💜

 He tenido mucho trabajo y mi tiempo para escribir se redujo, espero sigan aquí🥹💜

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Dispuesto a morir

Cassian

Estábamos a unos minutos de aterrizar en Mardan.

Dixon iba sentado a mi lado, dispuesto a dejarme el menor tiempo posible a solas con su hija. Me causaba diversión; era igual de posesivo que Jafar.

Frente a nosotros viajaba Molly, dormía con una manta encima, su madre descansaba en la habitación con la que contaba el jet y el suegro de Dixon también venía con nosotros, insistió en no querer despegarse de su hija. Él ya se encontraba en mejores condiciones después de su accidente, aunque llevaba un bastón para apoyarse. Ya era un hombre de edad, pero bastante fuerte, como su hija.

Escuché una ligera risa salir de la boca de Dixon, me volví a verlo, masticaba despacio, comía una barra de chocolate mientras veía el video de la muerte de Luz como si se tratara de una comedia, .

Siendo franco, no podía juzgar la frialdad de su sangre y la cero empatía. Nada justificaba que arrebates la vida de otra persona y disfrutar de ello todavía lo volvía incluso peor, pero a estas alturas no estábamos para detenernos a pensar en lo que podrían creer de nosotros los demás.

Estábamos contaminados por la muerte, impulsados por la venganza y sedientos de sangre.

No pararíamos, no lo haríamos nunca, porque después de la primera víctima, las siguientes son más fáciles de eliminar, ese interruptor que conecta la consciencia con la moralidad, se extingue.

Volví la mirada a Molly, tenía el cabello sujeto en una trenza que colgaba sobre su hombro derecho, el sol le acariciaba el rostro con gentileza, puso destellos de oro en su cabello e iluminó sus pecas. Seguí el trayecto de cada una de ellas, enumerándolas y aprendiéndome de memoria el lugar que ocupaban en los espacios de su piel inmaculada; la curva de sus labios se hallaba relajada, al igual que el resto de su cara.

Dormía a salvo, tranquila, mía.

Mis ojos no se apartaban de su figura, la miraba como si su padre no estuviera a mi lado.

—Ten —Dixon me arrojó un pañuelo que alcancé con la mano, lo miré confundido—, límpiate —señaló mi boca. Sonreí y negué despacio.

—Lo siento.

—No te disculpes, después de todo no puedo culparte, mi hija te tiene de las bolas.

Reí y justo cuando el jet aterrizaba, el teléfono de Dixon timbró, despertando a Molly; él cogió la llamada, escuché que se trataba de su hermano. Enseguida sentí el cambio en la actitud de Dixon, su aura se volvió oscura y más fría. Fue inmediata la manera en la que su semblante se transformó, enmarcando sus facciones en odio puro.

Clandestino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora