Versace
Molly
Nos acercábamos al aeropuerto.
Mis padres venían conmigo, iba sentada en medio de ellos, ambos me tomaban de las manos, se aferraban con fuerza a mí, sin palabras me decían cuánto les costaba esto. Comprendía lo difícil que se les hacia dejarme ir sola. Nosotros nunca estuvimos separados, al menos no recordaba un día que haya pasado lejos de alguno de los dos, siempre estaban a mi lado y ahora me iría a otro país sin su compañía.
Papá era quien más reticente se encontraba, mamá irradiaba calma, pero no se hallaba del todo feliz y podía entenderla. Nos habíamos visto muy poco estas últimas semanas, el trabajo los consumía y aunque procuraron no descuidarme, su ausencia se sentía en casa.
Minutos después el auto se detuvo cerca de un jet, mis tíos ya nos esperaban. La puerta de la camioneta fue abierta, papá bajó y enseguida le abrió la puerta a mamá, descendí detrás de ella, estremeciéndome por la brizna helada. Mamá me abrazó un momento antes de ir a saludar a mis tíos. Papá por otro lado, apoyó las manos en mis hombros y me hizo mirarlo.
—Quiero que te cuides y obedezcas a tu tío —dijo con toda la seriedad del mundo—, quiero que te diviertas y que me extrañes.
Le sonreí con ternura.
—Claro que te voy a extrañar —susurré, agarrándolo de las mejillas. Sin contenerme lo llené de besos hasta que me dolieron las puntas de los pies. Papá rio.
—Y procura no escuchar a la descarriada de tu tía. —Miró a Alexa.
—¡Oye! Doy buenos consejos —se quejó.
—Además de descarriada, entrometida —volvió el rostro hacia mí—, te amo, MR, la casa no se sentirá igual sin ti.
—Solo serán unos días, papá —lo calmé—, te amo.
Posó los labios en mi frente, los mantuvo ahí por varios segundos, entretanto, mamá se acercó; la miré antes de abrazarla fuerte. Se había puesto el perfume que le regalé y una diadema que yo misma había hecho, se la di en su cumpleaños y se volvió su favorita.
—No dejes de llamar, Molly —pidió—, diviértete mucho.
—Lo haré, mamá. Por favor, cuídense —los observé alternadamente—, cuídense mucho.
Asintieron y me desprendí de su agarre, fui hacia mi tía, me sonrió alegre, transmitiéndome su felicidad, me besó en las mejillas y sin perder más tiempo abordamos el jet. Tío Dex se quedó hablando con papá, seguro le daba indicaciones. Jamás dejaría de preocuparse.
—¿Estás nerviosa? —Preguntó mi tía.
—Estoy emocionada —confesé contenta.
Tomé asiento del lado de la ventanilla, mis ojos no se apartaron de mis padres. Me llené de melancolía por dejarlos, de repente me entraron unas ganas inmensas de quedarme.
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Clandestino ©
RomansaEn la vida hay amores que surgen ante el primer cruce de miradas y otros, que vienen con el tiempo, sin esperarse; son capaces de destruir cualquier plan escrito y desatar un caos violento que promete una recompensa exquisita: felicidad. Molly vive...