La alarma suena de forma estridente haciendo así que Dona abra los ojos de golpe. Son las nueve y media de la mañana, hora de levantarse y cambiarse. Hoy Dona tiene cosas por hacer.
Sin embargo, la cama es demasiado cómoda, ella piensa con desconsuelo. El tener que abandonarla tan pronto parece un pecado. Dios bendito, que es un sábado. El día ideal para despertarse a la una de la tarde y no desenredarse de las sábanas hasta las tres como mínimo. Pero los pisos no se miran solos, y Dona realmente tiene ganas de ir a echar un vistazo por ella misma al inmueble. Ver lo que tiene que ofrecer el propietario del bloque de pisos al cual Dona entró en contacto vía correo electrónico, en los ratos libres que ella tuvo en el trabajo.
— ¿Pero dónde está la pasta de dientes? — Dona busca con desconcierto en el lavabo, dándose cuenta por desgracia que ya no queda ninguna. Ella tendrá que pasar por el Mercadona a comprarse una luego. — Mierda.— Sin embargo, dentro del armario del baño queda una botella por la mitad de enjuague bucal.— Me sirve.
Dona da de hombros, alcanzándolo con rapidez. Mal aliento es un no, no para ella.
Con un problema de menos, Dona se centra ahora en peinarse el pelo. Por desgracia, ella tarda un largo y tedioso rato, terminando por hacerse un moño alto en el pelo. Típico en ella.
De paso, Dona observa con detenimiento su reflejo en el espejo, con ella menos soñolienta ahora.
— Cielo santo. — Ella suspira al darse cuenta de la mala cara que lleva encima. Ojos hundidos, mejillas marcadas por la almohada y labios hinchados. No es que Dona haya dormido mucho que digamos. Debido a que ayer, en el instante en que llegó a casa, ella fue duramente interrogada por su madre. Hubo ratos en los que Dona deseó replicar, aunque al final optó por el silencio. Después de todo la señora Neves apenas estaba preocupada por su única hija. Dona lo entiende, de verdad que lo hace, pero ella ya no es una niña. Jolines, que Dona tiene veintisiete años y a punto está de cumplir los veintiocho.
Darse cuenta de ello la ha hecho levantarse hoy con más ahínco, con la resolución de encontrar un piso para ella misma, y que con suerte sea asequible para su bolsillo.
La última parada de Dona es la cocina, aunque por desgracia no hay café preparado. La madre de ella no se ha levantado aún, pero no importa. Dona se contenta con un vaso de jugo de naranja. Hay pan bimbo también, así que ella se prepara un rápido bocata antes de salir de casa.
Mientras mordisquea el bocata, ella se distrae con el móvil. Entre pitos y flautas, y de forma casi mecánica, Dona se mete en WhatsApp. Ni siquiera ella entiende por qué lo hace, pero busca el nombre de Albert entre la lista de contactos, que por lo general no es larga.
Él aparece sin gran dificultad, y con apenas ver la imagen que él lleva de perfil Dona cierra la aplicación de golpe. No es que Albert tenga una foto comprometedora ni mucho menos, pero, solo por el hecho de ella entrar en WhatsApp para verlo, la parece tan fuera de lugar que Dona no puede evitarlo. Es vergonzoso.
"Como si las cosas que le hice no son mucho más." Ella razona para sus adentros, tomando un sorbo del jugo para quitarse el amargor de la garganta.
Pero eso no la detiene de entrar en Instagram y buscarlo vía contactos que ella tiene en la agenda. Por suerte, el Instagram de Albert no tiene el candado puesto.
— ¿Por qué estoy haciendo esto? — Ella se autointerroga. Pero eso no la detiene de seguir hurgando en el perfil de Albert de todas formas. Él tiene bastantes seguidores, como también "me gustas" en las fotos. En una de ellas, Albert se ha hecho un selfi con una camiseta que dice:
"SOUNDS GAY, I'M IN" en letra mayúscula y el color de la bandera LGBT en la fuente. En la foto él lleva la barba grande y una sonrisa amplia llena de dientes. Él tiene además las gafas puestas, y Dona no puede evitar sonreír tras verlo.
"Vale, él es sexy." Ella casi da doble clic en la imagen sin querer. Por suerte, eso no ocurre.
Incluso, Dona hace un pantallazo de la foto sin poder evitarlo. Por mucho que eso la avergüence sobremanera.
"Solo será está." Ella promete intentando quitar peso sobre ello, pero es complicado. "Hermoso." Ella sigue curioseando las demás fotos. Muchas de ellas, Albert sale con las chicas de gimnasio que Dona recuerda de vista. En las etiquetas aparecen los nombres de ellas.
Marta e Isabel.
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Fetiche
RomanceAlbert Capdevila tiene todo: Belleza, carisma, el cuerpo ideal y un ingenio de muerte. Además, es abiertamente gay y no lo esconde de nadie. ¡Ni de su abuela! Sin embargo, el amor no parece querer tocar la puerta de este perfecto espécimen. Al menos...