-Capítulo 22-

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—¿Salimos hoy?— Isabel comenta mientras los tres salen por la puerta del Gym, pero las ojeras de Marta es prueba más que suficiente de lo cansada que está, y Albert apenas gesticula palabra.— Bueno, otro día supongo.

— Siiii, que estos días no puedo con mi alma.— Marta bosteza con evidente cansancio que no le es indiferente a nadie.

—Trabajas demasiado.— Albert la regaña como de costumbre, y de paso busca las llaves de su coche en el bolsillo trasero del pantalón.

—¿Y tú harás algo hoy Albert?— Isabel pregunta, también alcanzando las llaves de su coche en la mochila.

—Con suerte, haré algo con alguien.—Responde enseñando una coqueta sonrisa que no termina de llegarle a los ojos. El azul cuando no brilla se apaga y marchita. Porque ojos así no atraen, no con la misma facilidad. Aunque por desgracia, hace tiempo que Albert no encuentra a alguien que lo observe por suficiente rato como para notarlo.

—Tan previsible como siempre.— La morena suspira antes de despedirse y atravesar la calle para coger el coche.—Hasta mañana.

—¡Hasta mañana!— Marta se despide de igual forma y no mucho después encara a Albert de mala leche.

—¿QUÉ?— Él la observa sorprendido sin saber el motivo de tal reacción.

—Lee el ambiente Albert.— Le da un débil golpe en el hombro.— Isabel quiere hacer las paces contigo, y tu sigue comportándote como un borde.—Lo recrimina.—Deberías salir a comer con ella mañana y hablar ¿No crees?

—¿Y qué nos tiremos del pelo los dos? No, gracias cielo.— Cruza los brazos.— Y para que conste, no he sido borde.

— Puede que no antes, pero sí lo estás siendo ahora.— Puntúa con la voz más baja de lo habitual, señal de que él la está lastimando. Albert ya se sabe los síntomas de memoria.

—Mira, perdona.—Suspira.—Mañana la invito a un café y lo arreglamos. ¿Mejor así?— Albert se acerca y acaricia la mejilla izquierda de Marta en un intento por animarla, y a igual que las veces anteriores, funciona.— ¿Ves? Eres mucho más linda cuando sonríes.— Añade para sacar una floja risita a la rubia, y una vez conseguido le da dos besos, uno en la mejilla derecha y otro en la frente.

—¡Tonto! Que ya no soy una niña pequeña, ¿Lo sabes no?— Marta no puede evitar sonrojarse por todo aquello. Ella siempre actúa igual, por eso Albert nunca cambia el modus operandis.

—Dice la tipa que hace pucheros las veinte cuatro horas del día.—Replica imitándola a modo de ejemplo.

—¡Yo no hago eso!—Marta se defiende poniendo las manos en el pecho ofendida. Sin embargo no dura demasiado antes de ella volver a mirarlo con seriedad.— Y aunque intentes distraerme no harás que me olvide del tema —encoge de hombros.— Tienes que arreglar esto con ella, y anímate.—Lo observa fijamente por unos instantes, captando algo que no la llega a gustar del todo.— No me digas que... ¿Tienes algún problema con uno de tus ligues?— Lo interroga con genuina curiosidad.— La última vez que te vi tan distraído fue después de lo de...

—No quiero hablar del tema Marta.— Albert la interrumpe de golpe. No le apetece hablar sobre el elefante rosa que hay en la habitación, y Marta tampoco acrecienta nada más al respecto. Fue algo del pasado, un amor que no dio frutos y que se pudrió mucho antes de germinar. Albert lo sabe mejor que nadie, por eso no tiene la necesidad de llorar por la leche derramada una vez más.

—L-lo siento.—La sale del alma y Albert lo sabe. Marta siempre se siente culpable luego de sacar temas delicados para él.— Nos vemos mañana en el trabajo ¿Vale?— Revuelve el moño en el pelo con la yema de los dedos y vuelve a mirarlo por última vez.— Y no te pases con la bebida que si no tendrás resaca luego.

FeticheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora