-Capítulo 75-

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Albert quiere preguntarla otra vez si él puede levantarla la toalla. Ella parece adivinar sus pensamientos, porque la mano de Dona termina sosteniendo las de Albert. Y como respuesta, ella le guía hasta la pared. De esa vez, quien termina recostado sobre la rachola es él. Albert debería de sentirse raro de alguna forma, pero no. Es más bien curioso por la diferencia de altura.

El aliento de Dona le hace cosquillas en la clavícula, y Albert contiene un largo suspiro.

Las manos de ella que siguen sobre las de él, las alza antes de reposarlas sobre el trasero de ella. El acto es tan inesperado y obvio que Albert no sabe cómo actuar. Solo obedecer.

Todo es cálido y húmedo. Albert aparta la mirada, pero la mano derecha de Dona lo suelta para cogerle de la barbilla.

—No chico gay, —lo regaña —me mirarás a los ojos mientras me complaces. —Ya no le sonríe como hace unos instantes. Dona está completamente seria. Pensativa casi. —Acércame más a ti. Es una orden. —Y Albert la cumple.

No le pesa en la conciencia acercarla más a él. Rozarla. Sentir como su pene se desliza entre la fina capa de ropa interior que ella todavía lleva puesta y los muslos de Dona.

Un temblor le viene de golpe, y Albert no puede evitar agarrar con más afán el trasero de ella.

"No voy a penetrarla. No puedo penetrarla." Él piensa mientras empieza a moverse y oye como Dona suelta un débil gruñido. Hay poco espacio entre ella, él y la pared, sin embargo, Albert empieza a ganar ritmo.

Las manos de Dona terminan sobre las racholas de la ducha, con ella cerrando los ojos. Y de mientras Albert, aún ensimismado, los sigue manteniendo abiertos de par en par.

Hace tanto calor que él siente que le falta oxígeno, y aunque contraproducente, Albert la acerca más. Lo hace de forma tan brusca que la tela de la braga de Dona se dobla, y él entra en contacto con la delicada piel de la vagina de ella. De esa vez ambos gimen por el contacto.

El impacto del trasero de Albert contra la pared gana velocidad, y aunque le duela chocar cada vez que retrocede una embestida, él simplemente es incapaz de pararlo. De forma involuntaria él abre más las piernas y baja la mano de las nalgas de Dona y las descansa en el muslo de ella. En un intento de forzarla a que se abra más para él y pueda hundirse más.

—Oh Joder...—Le sale de la boca mientras él todavía la sigue observando. Dona gime también. Pero de forma desconcertante, ella sigue manteniendo los ojos cerrados.

En otras circunstancias, Albert se habría quejado de porqué solo él es quien debe mirarla, mientras ella, tan digna, tiene los ojos cerrados. Como Albert no existiera. Como si él solo fuera un puto juguete sexual descartable.

No debería doler algo así, pero lo hace. Sin embargo, Albert está demasiado cachondo como para razonar.

El agua sigue cayendo, y el gel de baño se desvanece de la piel de Albert. Sonido de piel con piel se oye con sonoridad. Gemidos también. Hay un momento en el que Albert no sabe a dónde empieza un gruñido y acaba otro.

Le tiembla las piernas, y mucho más el pene cuando Dona entrecierra los muslos con el miembro de Albert en medio. Descargas eléctricas le envuelven todo el cuerpo, y él mira al techo. No hay más que vapor y borrones. Entonces Dona apoya la cabeza en el pecho de él como forma de mantener el equilibrio, o quizá para evitar desplomarse en el suelo. Albert también se agarra a ella como forma de mantenerse sano.

Ahh...aaaahh...aaaahhh

Entonces Dona le muerde la clavícula de Albert mientras ahoga un gemido que prometía ser estridente.

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