- Capítulo 54 -

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El pasado vuelve a ganar vida en la cabeza de Dona. Colores ennegrecidos, tan oscuros como la piel de ella.

"¡A la mierda!" Dona intenta controlarse. Pero la marca en el cuello de Albert es prueba más que suficiente que el pasado vuelve a repetirse. Que Dona no ha huido del bucle infinito. Ella siempre será el personaje secundario en la vida de los demás.

Por supuesto que Albert se enrollaría con otro tipo. Dona lo sabe. Demonios, si ella lo ha escuchado incluso. Pero eso fue antes de las cosas que ella le ha hecho a él. "Albert no es de mi propiedad, contrólate." Vuelve a recordarse, y, sin embargo, Dona es incapaz de quitar la mirada del cuello de él. Tan blanquecino, y con una mancha rojiza que no va a juego con Albert.

Ella incluso desea haberse comprado el collar que vio en la tienda de animales para esconder la marca al mundo. Pero más que nada de la vista de ella.

Estorba.

Molesta.

Escuece.

La garganta se la reseca. Dona quiere salir de allí de inmediato. A la mierda el piso, a la mierda Albert. ¡A la mierda el planeta tierra! Dona quiere hundirse en la cama y olvidar siquiera que antes se sintió rara con ver a Albert apenas.

Alguien la llama, probablemente le esté hablando Albert, pero Dona no lo comprende. Él parece hablar un idioma extranjero. El mismo idioma que Alex.

La paranoia gana fuerza en la cabeza de Dona entonces. Ella no es un prodigio, pero tampoco es tonta de remate.

"Él ha venido para echármelo en cara." Concluye autodestructiva. "Viene a enseñarme que ya se consiguió a un tipo que satisfacerle. ¿Cómo no habré desconfiado cuando él pidió mi ubicación? Por Dios, que yo no soy un hombre. Y él solo notaria a uno."

Manos acarician el brazo que Dona tiene apoyado sobre la mesa de plástico.

—¡No me toques! —Es tan instintivo la forma como ella se aparta, que Dona no se da cuenta de que ha gritado siquiera. Solo cuando siente miradas en su dirección que realmente nota lo que ha hecho. Albert también la observa con sorpresa. Aquellos ojos azules oscuros sin expresión, o, por el contrario, demasiado de ella hasta el punto de no saber cómo actuar tras el evidente rechazo. —No vuelvas a tocarme sin mi permiso—Dona intenta arreglar el fallo con algo de torpeza, a la espera que funcione.

—Lo siento. — Es extraño eso viniendo de él, y mucho más escucharlo decir en persona. Albert parece estar aprendiendo finalmente a respetar las distancias. A no volver a tropezar una segunda vez en la misma piedra.

Dona carraspea. Ella aún sigue teniendo la garganta seca. Tan árida como el desierto. Y peor, la disculpa no parece que sea solo por el hecho de él haberla tocado ahora. Y Dona NO.NECESITA.DISCULPAS. Porque si ella las recibe, es porque alguien la ha quitado algo de alguna forma. Y Albert, el hombre que ella tiene en frente en este instante, no posee nada que pertenezca a ella.

¿O es eso una despedida? Dona tuvo una hace tiempo que empezó de la misma forma. Ella no debe comerse tanto la cabeza, ya que después de todo, ser descartada no es algo nuevo para ella. "Cara de póker Dona." Se obliga a mantener la expresión neutra antes de abrir la boca.

—¿Sabes? No hacías falta venir para decirme que no quieres volver a verme. Con un mensaje me basta.

Por un momento, Albert la mira con sorpresa. Y de todas las expresiones que pensó Dona, esta es de lejos la que ella se imaginó presenciar ahora.

—Pero ¿Qué me estás contando, chica? —El estupor es genuino mientras él alza la voz con algo de molestia al parecer. Albert tiene una ceja levantada, y da la impresión de que él enseña más el cuello a Dona adrede. Como instigándola a dar el primer paso. A señalar lo obvio. Y ella tan simple, se deja enredar por él.

—Eres un puto pervertido. — Las palabras se escapan de la boca de Dona sin que ella las detenga a tiempo. Aunque con las mismas ansias, ella siente ganas de disculparse y tapar la boca con las dos manos. Pero, el orgullo hace que ella se mantenga quieta. Clavando las uñas en la palma de la mano y siendo la vívida imagen de la indiferencia. Al menos por fuera.

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