-Capítulo 43 -

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— Hola cielo, ¿Qué tal estás?— Ivonne se apoya en la puerta del despacho de Dona. Es raro de ella venir a simplemente saludar.

— Bien Ivonne, ¿Necesitas algo de mí?— Pregunta dejando a un lado los formularios de cosméticos del año pasado para archivarlos, tal como Douglas la ordenó hacer.

— En verdad sí. — La rubia suspira con modestia, o en todo caso, falta de ella.— En la recepción hay como diez cajas de muestras de productos de la empresa. Y estorban.— Comenta chasqueando los dedos. Dona asiente por cortesía, pero ella no entiende que tenga eso que ver con ella. Ivonne al ver como Dona no dice nada, añade.— He hablado de eso con Douglas, y él me dijo de comentar una solución contigo. ¿Podrías librarte de ellas por mí por favor?

— Ivonne es que yo...— Dona observa los formularios que tiene sobre la mesa antes de volver a mirar a la mujer que tiene en frente a ella. — Ahora mismo yo...

— No hay prisa cielo, cuando tengas tiempo te bajas y las llevas.— Ella da por sentado que Dona lo hará.— ¡Gracias!— Se da la vuelta sin siquiera esperar una respuesta de Dona. Algo que muchos vienen estado haciendo muy a menudo, para aumento de estrés de Dona.

— Si, ¿Cómo no?— Habla en voz alta con amargura una vez no hay nadie que escucharla.

Dona ya ni siquiera se molesta en entrar en su correo de empresa, ya que cada día hay cosas urgentes que hacer. Y no todas son las que tocan a Dona realizar, pero que graciosa es la vida, que Douglas siempre la pone en copia. Además, si Dona no hace nada, luego encima la caen broncas.

Por eso ella directamente no abre los correos cuando está haciendo otra faena. Así tendrá la excusa de que aún no lo ha abierto.

Sin embargo, eso no la tranquiliza ni mucho menos. A veces incluso, Dona tiene ataques de pánico.

"Me echaron si no acabo el trabajo."

"No podré encontrar más empleos."

"Mi nombre será mancillado."

"Me llamarán inútil y se reirán de mí."

Rondando de forma constante en cerebro de ella. Todo eso mientras Dona adelanta la avasalladora cantidad de cosas por archivar, revisar y ordenar.

— La vida es hermosa, dirán muchos.— La agría ironía infestando la voz de Dona.— Menuda chorrada. Es fácil decirlo cuando no han vivido un solo día de la mía.

Y ni siquiera los mejores libros de autoayuda la harán sentirse mejor con ella misma ahora. Y mira que Dona es adicta a ellos desde la secundaria.

Es palabrería bonita y hueca, pero Dona las adora. Llamarlo estupidez, llamarlo soledad. Sin embargo, los libros de autoayuda han amparado a Dona más veces de la que cualquier mano amiga.

Porque hay cosas que uno simplemente no puede decir a familiares, sin que de paso, no se le caiga la cara de vergüenza.

♣♣♣

Un pitido hace que Dona eche la mirada hacía al móvil que tiene sobre la mesa.

— Será spam de Gmail.— Lo da por hecho, no obstante eso no la detiene de alcanzar el dispositivo y curiosear en las notificaciones del móvil.— Lo sabía.— Comprueba cabizbaja que realmente es Spam.

Dona casi desea que fuese Albert, así ella tendría alguna distracción para pasar el día. Aunque, no todo es correo basura. Entre anuncios y avisos de nuevos videos en YouTube, hay una entrada en particular que llama la atención a Dona.

— Una invitación a un grupo de WhatsApp.— Echa un vistazo por encima.— Para una quedada con excompañeros de clase del instituto.

Apenas con leerlo en voz alta, un repelús la recorre el cuerpo de forma inevitable. Ella no tuvo amigos en secundaria. Como mucho, compañeros de clase que Dona ha olvidado el nombre incluso.

— Ni en broma.— Dona suspira borrando el mensaje de manera automática. Pero por desgracia, la curiosidad es mayor de lo que ella cree. Por eso, Dona termina por ir hasta la carpeta de borradores a recuperar el correo echado a perder.— Me pregunto que habrán sido de todos ellos.— Ella habla consigo misma debatiendo sobre sí entrar en el grupo u no.

Finalmente, Dona opta por la opción más chismosa y entra en el link que la redirecciona a WhatsApp.

El grupo ha sido creado hace como un mes, y según el rápido vistazo que hace ella de las personas metidas allí dentro, hay como 15 en total contando con Dona. Pero según ella recuerda, en secundaria había más alumnos en clase. Treinta y cinco tirando a cuarenta como mínimo.

La suficiente cantidad de personas como para uno pasar desapercibido.

O casi.

♣♣♣

Dona sigue observando las fotos de perfiles de los exalumnos que se han metido en el grupo. Muchos son irreconocibles para ella ya. Y tantos otros tienen fotos de animales, motos, coches e hijos, imposibilitando así que Dona tenga un mejor reconocimiento de quien es cada quien.

Sin embargo, todo va bien hasta que ella se encuentra con un nombre que incluso a día de hoy la sabe amargo en el alma.

Pablo Ortíz.

El bully favorito de Dona. Hace tiempo que ella no piensa en él. O en lo que ella le hizo al final de curso. Pablo ha sido el primero, antes de Albert a la que Dona se rebeló en contra.

Ella también cogió a Pablo del cuello en el callejón que había detrás de instituto. Dona recuerda también haberle dado una dolorosa patada en la entrepierna antes de salir corriendo en ese entonces. Luego, claro, Dona pasó la noche entera llorando, arrepentida de lo que le hizo. Pero por suerte, ese había sido el último día de clases. Ella no lo volvería a ver jamás.

Y no lo hizo.

En el perfil de él hay la foto de un casco de moto. Del estilo deportivo, con líneas verdes y uno que otro tono chillón.

"Él siempre ha sido muy salvaje." Ella da de hombros mientras mira de paso la frase que él tiene en info.

<<Cada golpe que recibes es un golpe que aprendes a esquivar.>>

Dona no puede evitar carcajear genuinamente de eso. Menuda es la ironía.

Pero el ánimo de Dona cae en picada con la misma rapidez al darse cuenta de que él está online.

"Mierda."

Además, él la está escribiendo un mensaje en este mismo instante.

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